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Trabajando en 2021

Mientras el espantoso 2020 consume sus últimas horas y nos preparamos para recibir al 2021, me parece interesante reflexionar sobre lo que un año como este, el mayor experimento de trabajo en remoto de la historia de la humanidad, nos ha enseñado, y en cómo nos va a afectar a corto plazo, durante el año que viene.

¿Cómo será el trabajo que viene? La primera respuesta, lógica en un gallego como yo, es que depende. Fundamentalmente, depende de para quién trabajes. La pandemia ha servido para modernizar forzosamente a la inmensa mayoría de las compañías y para evidenciar que la forma de trabajar en ellas podía plantearse de manera diferente, pero eso no significa que en 2021 esa aceleración inicial forzosa vaya a concretarse en cambios reales. Desgraciadamente, solo algunas compañías se plantean cómo aprender de la pandemia, mientras muchas otras se limitan a buscar desesperadamente el momento de volver atrás, de volver a hacer las cosas como las hacían antes de todo este lío.

En febrero de 2020, únicamente un 3.4% de los norteamericanos, un total de 4.7 millones de personas, trabajaban en remoto. A lo largo del año, ese número creció hasta un 42%. Ahora, una encuesta de FlexJobs afirma que el 65% querría seguir trabajando de forma remota a tiempo completo después de la pandemia, mientras un 31% preferiría algún tipo de formato híbrido. La mayoría de los trabajadores, simplemente, ha visto que puede llevar a cabo muchas de sus tareas desde su casa, y no quiere volver a trabajar como antes.

La pandemia también ha modernizado a los trabajadores: antes del pasado febrero, la mayoría habían utilizado software de videoconferencias en algunas limitadas ocasiones, y lo habitual si era necesario usarlo en alguna ocasión era llamar inmediatamente al departamento de IT. Ahora, quien más y quien menos tiene instalados cuatro o cinco de estos programas – para seguir constatando que el que ha convertido a Eric Yuan en una de las personas más ricas del mundo, Zoom, sigue siendo el que mejor gestiona la latencia – y los usa con razonable normalidad, aunque otra cosa sea el utilizarlos bien o con recursos suficientes para evitar que cada reunión o presentación sea una tortura. Si nos venimos arriba pensando en lo bien que utilizamos las videoconferencias, cuidado: queda mucho que aprender, y el género comunicativo está evolucionando con notable velocidad. Además, nos hemos vuelto a comprar ordenadores portátiles y de sobremesa como si no hubiera un mañana, síntoma de una necesidad de mejorar nuestras condiciones de trabajo con herramientas adecuadas y modernizadas.

¿Qué va a pasar en 2021? Básicamente, que muchas de las cosas que hicimos por la fuerza en 2020 se racionalizarán. No, trabajar desde casa no tiene que ser una obligación, pero tampoco debe serlo el acudir forzosamente a una oficina. Lo lógico es transicionar hacia modelos de trabajo híbridos, con acuerdos cada vez más flexibles que permitan a trabajador y empresa beneficiarse de lo mejor de ambos mundos, y que eviten la caída de la creatividad que tiene lugar cuando pasamos demasiado tiempo metidos en casa.

En ese sentido, el 2021 plantea muchas diferencias con respecto al 2020, aunque no las vayamos a ver de manera inmediata. De entrada, es fundamental que las empresas entiendan que esto no ha terminado, y que por mucho que vaya incrementándose el número de personas vacunadas, actuar como si ya se hubiese normalizado la situación es completamente irresponsable, e implica muy poco respeto a tus trabajadores. Pero a medida que avance el año y las restricciones (y las cifras de infecciones) vayan relajándose, deberemos plantearnos que 2021 podría ser el año en el que de verdad aprendiésemos a trabajar, en unas condiciones en las que las cosas ya no tienen que hacerse de manera forzosa.

Trabajar en formato híbrido cuando la pandemia haya remitido presentará una serie de ventajas evidentes: la primera, que tendremos muchos más recursos a nuestra disposición. Muchas compañías están tomando conciencia de la ventaja que suponen ese tipo de acuerdos, incluso incentivándolos, y en algunos casos dedicando personas a proporcionar soporte a los trabajadores cuando desarrollan su actividad en remoto. Además, trabajar en remoto pasará a verse como algo mucho más natural cuando puedas salir de tu casa a hacer otras cosas con normalidad, y ayudará a separar la actividad profesional de la personal.

Por último, racionalizar este tipo de acuerdos permitirá que muchos trabajadores, ante la posibilidad de trabajar habitualmente desde su casa y acudir a su trabajo solo de forma ocasional, se replanteen su lugar de residencia, y puedan ampliar sus grados de libertad para incluir lugares posiblemente más baratos, más confortables o más agradables. Decisiones que, en muchos casos, podrán implicar más dinero para los trabajadores vía reducciones de gastos, que podrían unirse a los ahorros derivados de menores consumos de combustible.

El 2021, en resumen, debería ser el año en que normalicemos cosas que, durante el 2020, hubo que plantearse de manera obligatoria. A partir de aquí, serán las compañías las que decidan si ser proactivas y aprender de la experiencia, o ser reactivas y querer volver a hacerlo todo como antes. En países con mercados de trabajo razonablemente equilibrados entre oferta y demanda, esto afectará seguramente a las posibilidades de esas empresas de atraer y retener talento. En países con un mercado disfuncional, significará simplemente que podamos tener una cosa más que maldecir.


This article was also published in English on Forbes, «Could 2021 be the year remote working becomes the new normal?«


Enrique Dans

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Enrique Dans

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