Mientras muchos gobiernos se obsesionan con tener «su propio modelo de inteligencia artificial«, la mayoría de las empresas siguen creyendo que basta con tomar un modelo en inglés, traducir su output y dar por resuelto el problema.
Esa ilusión de universalidad está empezando a romperse por todas partes. Arabia Saudí sueña con convertirse en exportador de tokens del mismo modo que exporta petróleo, como explicaba recientemente The Economist, y no es casual: en un mundo en el que la inteligencia artificial depende de enormes infraestructuras eléctricas, la geopolítica del cómputo se parece cada vez más a la vieja geopolítica de la energía. La electricidad barata y abundante es el nuevo petróleo, y los centros de datos, las nuevas refinerías. Pero incluso si uno dispone de esa infraestructura, ...