Reseteando la educación

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Laura Román, de Educación 3.0, me envió algunas preguntas por correo electrónico sobre el futuro de la educación, al hilo de lo que expongo en el capítulo 6 de mi libro «Viviendo en el futuro«, titulado «La buena educación», pero actualizándolo además con muchas de las experiencias que hemos vivido durante la pandemia.

La entrevista se titula «Ha fallado el sistema educativo y hay que cambiarlo de arriba abajo» (pdf), y en ella hablamos de todos los aspectos que la educación viene heredando del pasado, y de por qué cuesta tanto actualizar la forma de aprender para ser capaces de tener en cuenta el contexto en el que se desarrolla. Es preciso cuestionarlo todo, desde las metodologías basadas en la memorística – que por supuesto, no quiere decir que «no tengamos que sabernos nada», sino que no debemos enfocarnos en su memorización, que se produce de manera natural cuando se dan las condiciones oportunas – hasta las calificaciones, que resultan enormemente reduccionistas en su planteamiento actual y no se correlacionan en absoluto con ningún tipo de acontecimiento posterior.

A continuación, el texto completo de las preguntas y respuestas que intercambié con Laura:

P. La tecnología cada vez está más presente en la educación, ¿hacia dónde tiende su futuro en el aula?
R. El futuro de la tecnología en la educación es el de dar lugar a un entorno en el aula que se asemeje al que hay fuera del aula. Si fuera del aula, en la sociedad, vivimos rodeados de smartphones, dispositivos y objetos programables, pretender que los alumnos aprendan las características del medio que les rodea por algún tipo de «ciencia infusa» o por su cuenta es una completa irresponsabilidad, La aproximación francesa de prohibir los smartphones en las aulas es una barbaridad: no se puede pretender que el colegio sea «una isla sin tecnología» en la que los alumnos sienten que tienen que hacer un downgrade cerebral para seguir aprendiendo como lo hacían sus bisabuelos. El futuro de la educación no es eliminar los smartphones, sino poner cargadores USB en los pupitres.

P. ¿En algún momento cree que el docente tendrá forma de robot?
R. Pensar en un docente robot es tan absurdo como pensar en una pizarra digital, pretender seguir haciendo exactamente lo mismo pero con tecnología. Esa aproximación no sirve para nada. No ganamos nada poniendo a un robot donde había un profesor. Sin embargo, sí podemos pensar en que muchas clases serán sustituidas por simulaciones en realidad virtual, por videojuegos inmersivos o por escenarios en los que el alumno interactúe con los elementos de aprendizaje. Aprender matemáticas visualizándolas en un mundo virtual, o historia participando en una batalla tiene unas posibilidades impresionantes, y definitivamente mejores que un profesor (persona o robot) soltándote un rollo para que tomes apuntes.

P. En el libro comentas cómo era la educación en la Edad Antigua pero, ¿ha cambiado mucho con respecto a la actual?
R. Desgraciadamente, no. La educación está espantosamente anclada en el pasado, una clase hoy es idéntica, salvo por cuestiones cosméticas, a una de las que sufrían nuestros bisabuelos. Ahora la pizarra no es de tiza, es digital, pero se usa exactamente igual. Solo practicamos la innovación incremental, no la disruptiva, cuando la realidad es que el mundo que está fuera del colegio sí ha cambiado una auténtica barbaridad. Estamos atrapados por la absurda idea continuista de que «si los niños no estudian como nosotros, es que no están estudiando», cuando la realidad es que la educación, en un mundo en el que toda la información está al alcance de dos o tres clics, debería haber cambiado radicalmente y enfocarse al desarrollo del pensamiento crítico, a diferenciar la información buena de la mala, a cualificar y contrastar fuentes, etc. y no a la memorización. Hoy en día, debemos memorizar lo que hemos aprendido más recientemente, lo que usamos más frecuentemente o aquello a lo que le adscribimos más valor (un algoritmo RFV), pero no pretender que «aprender es memorizar», porque eso no sirve absolutamente para nada más que para generar frustración.

P. ¿Cuáles crees que son los factores que han impedido que la Educación evolucione?
R. La educación está presa de un continuismo absurdo, en el que tienen un papel muy destacado los políticos con miedo al cambio y con interés por editorializar los libros de texto, los profesores inseguros, y unos padres que discuten todo lo que no se parece a como aprendían ellos. En lugar de replantear la educación en función de los muchísimos parámetros nuevos que la rodean, pretendemos introducir modificaciones pequeñas y sin sentido, cosméticas, y en realidad, seguir haciéndolo todo igual. El resultado es un fracaso monumental, y una inadaptación total de la metodología educativa a como se debería aprender en el entorno tecnológico actual. Eso genera frustración y desmotivación en los alumnos, y un enorme lucro cesante para toda la sociedad.

P. A tu juicio, ¿crees que debería cambiar la manera de educar (pedagogía, metodología, otros factores…)?
R. La educación tendría que cambiar de manera radical. Deberíamos introducir el smartphone y otros dispositivos en el aula, eliminar los libros de texto (físicos o digitales, me da igual, son igual de malos) y todo lo que se parezca a una fuente única de conocimiento, y educar a los niños en la búsqueda de información, dejando que se equivoquen y que encuentren información errónea, para que aprendan a desarrollar su sentido crítico, a reconocer cuando una fuente es fiable o está sesgada, etc. El pensamiento crítico es lo que más tenemos que desarrollar como sociedad. Además, tenemos que reflexionar muchísimo sobre el objetivo de la educación, que no es preparar a los alumnos para que trabajen, sino prepararlos para que sean felices, para que puedan hacer cosas que les motiven, para que aprendan aa conocerse y a saber a qué se deben dedicar. Debemos reforzar las disciplinas tecnológicas, es absurdo que un alumno no sepa programar cuando vive rodeado de objetos programables, pero también – y posiblemente más – las disciplinas humanísticas, las que nos diferencian de las máquinas.

P. ¿Qué conceptos o herramientas habría que introducir?
R. La educación tiene que experimentar su transformación digital. Tenemos que luchar por disponer de cada vez más variables que nos permitan medir el desarrollo del alumno de manera continua e hiper-personalizada. Que un profesor se limite a corregir exámenes o trabajos es una barbaridad, se está perdiendo muchísima riqueza sobre ese alumno, que no tiene por qué parecerse a los que le rodean, que puede tener características completamente diferenciales que pueden potenciarse. Reducir al alumno a una calificación es tremendamente empobrecedor, simplista, y además, no sirve para nada como elemento predictivo. Los mejores alumnos no son los que mejores notas sacan, ni de lejos, y lo sabemos desde hace muchísimo. Hay que personalizar la educación y retirar de la metodología mucho de su espíritu competitivo, porque sabemos que lo que más fomenta la innovación y las capacidades no es la competición, sino la cooperación (el código abierto ha generado los ecosistemas más innovadores de la historia). Competir por las notas es injusto y absurdo.

P. En el libro también hablas del término ‘digitalización real’ cuando te refieres a la educación, ¿en qué consiste?
R. Digitalización real es entender que lo que buscamos son variables que nos permitan monitorizar y enriquecer el proceso de aprendizaje, no simplemente pensar que «ya somos digitales porque hemos puesto pizarras digitales que seguimos usando igual que cuando eran analógicas». Debemos recoger toda la información sobre el alumno, sobre lo que le motiva y le hace conectar o sobre lo que le aburre y le desconecta, con el fin de adaptar las variables metodológicas a sus características, de posibilitar que aprenda de manera natural, sin forzar la repetición constante o la memorización.Pero sobre todo, enseñar a los alumnos a manejarse en entornos digitales, a sacar partido al mundo que les rodea (que ya está enormemente digitalizado), y a desarrollar criterio y pensamiento crítico

P. ¿Deberían desaparecer las calificaciones? ¿Cómo se debería evaluar?
R. Las calificaciones entendidas como lo hacemos actualmente son enormemente reduccionistas y empobrecedoras. Tenemos que replantearnos el fin de la educación, y pensar si nuestros sistemas de calificación contribuyen de alguna manera a esos fines. Yo, sinceramente, creo que no, que las calificaciones son una gran mentira colectiva que todos aceptamos, algunos por un mal entendido corporativismo («si yo tuve que pasar por ese examen, que pasen todos») o porque no sabemos diseñar una metodología mejor. Pero sobre todo, y más importante, las calificaciones son una fuente injusta de discriminación y de frustración, porque ni todas las personas aprenden igual, ni deben ser evaluadas igual. Lo que tenemos que plantear es que la educación se convierta en un proceso individualizado que se adapta a las capacidades del alumno, y le permiten desarrollar sus habilidades, su aprendizaje y sus posibilidades en el futuro.

P. ¿Qué reflexiones haría sobre cómo la pandemia y el confinamiento han afectado a la educación?
R. La reflexión fundamental es hasta qué punto la pandemia ha evidenciado los graves problemas y carencias de la educación. La pandemia ha forzado a las instituciones a poner en marcha una transformación digital en situación de emergencia, a adelantar dramáticamente todo lo que no habían hecho anteriormente, lo que ha llevado a que únicamente las instituciones que de verdad se habían tomado en serio esa transformación digital hayan estado a la altura. El problema no ha estado en las herramientas, que han funcionado perfectamente, sino en la evidencia de que hay maneras de impartir clase y de enseñar que están tan profundamente anticuadas, que resulta completamente imposible plantearlas en un entorno digital. Argumentar que los profesores no tenían suficiente entrenamiento es completamente absurdo: las herramientas son ya tan sencillas, que hasta los abuelos son capaces de utilizarlas. No es un problema de profesores, ni de medios, salvo en aquellos casos en los que los protagonistas se encontraban en el lado malo del digital divide, del «tener o no tener»: ha sido un problema de actitudes, de incapacidad manifiesta para replantear la forma de enseñar. No, una clase online no se puede plantear como un «hago lo mismo pero delante de la cámara», ni con un «cuelgo unos materiales para que se los descarguen cuando les dé la gana», ni menos aún como un «envío deberes por correo electrónico». Hay que hacer mucho más, y mucho mejor.

P. ¿Cómo cree que afectará esta crisis al futuro de la educación? ¿Qué papel tiene que asumir la tecnología en todo ello?
R. La crisis debería convertirse en la campana que nos avisa de la necesidad de cambios drásticos. La enseñanza memorística no tiene ningún sentido, hay que enseñar a buscar, a hacer, a pensar, a cualificar la información. Hay que eliminar para siempre el libro de texto y sustituirlo por trabajo de selección en la red. Hay que introducir las herramientas online en los programas y las clases, porque ya hemos comprobado fehacientemente que los alumnos no solo no eran «nativos digitales», sino que en muchísimos casos, no tenían ni maldita idea ni de las nociones más básicas del trabajo en red. Hemos evidenciado que la distancia entre lo que la enseñanza genera y las necesidades del mundo actual es tan, tan grande, que debería darnos auténtica vergüenza llevar tantos años haciéndolo tan rematadamente mal. La tecnología, cuando la hemos necesitado, ha estado completamente a la altura y nos ha ofrecido herramientas con prestaciones que estaban muy por encima del uso que sabíamos hacer de ellas, y a un precio además completamente ridículo. Lo que ha fallado ha sido la educación. Y hay que cambiarla urgentemente, porque durante varios años, vamos a necesitar recurrir a esa tecnología para seguir enseñando con normalidad.

P. ¿Está preparada la educación para la etapa post-pandemia? ¿Y los docentes y el alumnado?
R. La etapa post-pandemia se va a caracterizar por la enseñanza líquida: la educación tendrá que desplazarse constantemente entre lo presencial y lo online cada vez que haya un rebrote, que un alumno tosa o que tenga que confinarse por precaución tras haber estado al lado de una persona que haya dado positivo. Tendremos que vaciar las aulas hasta la mitad o una tercera parte, y eso obligará a que desaparezca la diferencia entre asistir a una clase en el aula o en la red: que una persona que por la razón que sea asiste desde su casa, disfrute de una experiencia idéntica a la que tendría en clase, bidireccional, con posibilidad de intervenir activamente al mismo nivel, de preguntar dudas, de participar, de ver al resto de la clase y al profesor con una calidad adecuada… la enseñanza líquida es el gran reto, y quienes no lo sepan plantear se encontrarán en graves problemas.

P. ¿Qué cambios debe asumir de cara al futuro?
R. Asumamos que la educación debe cambiar completamente, de arriba a abajo: debemos reimaginar completamente sus objetivos, sus metodologías, sus herramientas, su forma de aprender, su evaluación… todo. Quien no lo entienda así, debería retirarse y no molestar. Las generaciones del futuro nunca deberían dedicarse a hacer la estupidez de memorizar lo que viene en un libro para vomitarlo delante de un papel en blanco, ni de creer que son más cultos porque se saben más cosas de memoria. Es necesario un replanteamiento radical.


25 comentarios

  • #001
    Marcos - 19 junio 2020 - 11:16

    A metodologías propuestas añadiría algunas no tan nuevas pero igual de válidas como la Montessori.

    De nada vale modernidades y evolución si no lo sabemos utilizar bien, como señalas con él sentido crítico, por ejemplo.

    La figura del maestro o profesor quizás debiera de dejar de tener el peso que actualmente tiene como figura y convertirse más en un guía que en alguien que imparte el conocimiento y que como bien explicas, sea el alumno quien descubre, no solo con las nuevas metodologías técnicas, sino a nivel emocional, por ejemplo.

    Qué desastre de educación occidental hoy.

  • #002
    El Visitante Digital - 19 junio 2020 - 11:21

    Muy fan del término «digitalización real» :) Muy de acuerdo con Enrique.
    Me parece que se está incidiendo mucho en la brecha digital de acceso, que es muy importante, pero no se está profundizando en la alfabetización digital, la brecha por «calidad» del uso de la tecnología. No todo es tener ordenadores y wifi (que también).

  • #003
    Miguel - 19 junio 2020 - 12:08

    Me encanta el modelo que propone Ricardo Semler en su charla Ted. Grande como siempre Enrique.

  • #004
    Pedro Torres Asdrúbal - 19 junio 2020 - 13:02

    Hijo y nieto de maestros, nací escuchando opiniones sobre la educación y me sorprende que se evite definir como es el mundo para el que preparamos.

    La educación para mi abuela fue un lujo, para mi un derecho, y para mi hija una obligación.

    Me educaron en ambos sistemas, el británico y el español. Aquí la educación está a 40 años de tratar a los estudiante con el cariño y pedagogía que permea todo el sistema anglosajón.

    • Gorki - 19 junio 2020 - 17:32

      Por lo que he visto en mi familia, donde tengo sobrinos que han estudiado en universidades americanas, la diferencia es que en España se plantea la enseñanza como una carrera de obstáculos que has de superar, y donde muchos se quedan por el camino y se olvidan de ellos y solo los mejores llegan al final,

      En USA tratan de sacar el máximo posible del alumno que les llega, unos solo darán para camionero, tendero, o chupatintas. pero trataran que sean los mejores en ello. Otros dan mas de si, y los preparan para cargos intermedios, y especialistas en una cosa y una élite intelectual, con mucha capacidad, les preparan estudiar en escuelas de élite para directivos, ingenieros, investigadores,…

      Tratan de llevar a cada uno a lo mas que se pueda, de acuerdo a sus facultades intelectuales, (y económicas que también cuentan)

      • Pedro Torres Asdrubal - 22 junio 2020 - 13:41

        +9000 Una carrera de obstáculos.

        Hay un enorme cariño del profesorado al alumnado, pero no pemea.

        Mi padre rozó la depresión por la perdida de autoridad. Le educaron con el lema «la letra con sangre entra» y tuvo que aprender a aprobar a quien no tenía mérito. Quien se negaba terminaba sufriendo el desprecio del resto de electorado por los problemas que generaba a TOD@S.

        Mirando atrás, mucho de ese mal alumnado encontró trabajo y enderezó su vida con relativa facilidad, lo contrario de lo que espera y promete la educación.

        Volvemos a la pregunta que no debe ser mencionada: ¿para qué mundo hay que prepararse? Recuerdo una cita que decía que «un hombre que aprende a morir es un hombre que aprende a vivir».

  • #007
    SIN CENSURA - 19 junio 2020 - 13:30

    No sé si te das cuenta pero en el mantra de la educación que repites en tus escritos desde 2005 y que los que no te siguen pueden consultar tu opinión al respecto en el tag #Education, y a la vez aprovechar las críticas que generas en los comentarios anejos.

    ¿En que consiste ese supuesto reset? Básicamente que no se usen lo que llamas Libros de Texto, que se usen Smartphones, búsquedas y demás cachivaches, lo poco que ha evolucionado la metodología didáctica, el uso inadecuado de lo memorístico y otra vez el mantra de la digitalización mal usada por llevar formatos de éxito a las nuevas tecnologías

    Un libro no se puede llevar a pdf, pero una película si se puede llevar a mp4, una canción si se puede llevar a mp3, pero una clase magistral no se puede llevar a youtube, una clase tampoco se puede hacer por zoom, pero por videowall ¿si?, el hablar de proyectos e intereses en foros, comunidades, etc veo que no lo ves extraño, me alegro de verdad que haya algo bueno en lo que hace la gente

    ¿Qué nos queda en el 3.0? El happy flower de aprender mediante la «gamificación»,

    La realidad que aprendemos a pensar memorizando haciendo por hábito lo que no es era extraño ¿O no es memorizar el aprender a montar en bici?¿O saber donde están las opciones del Smartphone?¿O no es memorizar optimizar las busquedas en google, para que nos cueste menos la próxima vez?¿No es una clase magistral una charla de TED?¿O no es un libro de texto consultar un manual de programación para aprender a hacer las cosas?

    Lo de aprender por rota memorística ¿alguien lo sigue haciendo? Hoy en día se utilizan otras Técnicas para estudiar, que van desde las tarjetas, SRS, reglas mnemotécnicas, mind-maps, etc etc que no solo el aprendizaje sino que conociendo las leyes del olvido, permiten que no haya empolladas. Pero me imagino que tontos que estudian como loros siempre los habrá…

  • #008
    Eliseo Vásquez Sierralta - 19 junio 2020 - 14:46

    Sugiero seguir a Carolina Perez Stephens, Master en Educación de Harvard, para asomarnos al proceso formativo de la red neuronal. Es otra mirada.

  • #009
    Gorki - 19 junio 2020 - 17:18

    Asumamos que la educación debe cambiar completamente, de arriba a abajo: debemos reimaginar completamente sus objetivos, sus metodologías, sus herramientas, su forma de aprender, su evaluación… todo.

    Un perfecto resumen del problema. Y mi pequeña aportación. El profesor, que no consiga que la mayoría de sus alumnos, deseen aprender la asignatura y no solo aprobarla, ha fracasado en su misión.

  • #010
    Xaquín - 19 junio 2020 - 18:55

    Es curioso que al hablar de radicalidad se suele olvidar algo básico en las raíces de un árbol. Que sirven de sustento y son más antiguas que las flores (que tanto llaman la atención) en su parte superior.

    Lo digo, porque no me parece mal nada de lo que se dice en el texto, pero al decir radical se corre el peligro de que lo entiendan los «radicales» de turno. Esa banddada de descerebrados, que tanto tiran (intentan) gobiernos como simples estatuas.

    La historia educativa de la humanidad tiene demasiados ejemplos (desde la clásica Grecia y solo hablando de Occidente) hasta las propuestas minoritarias (por falta de apoyo gubernamental) de experiencias educativas , digamos que modernas.

    Por eso que me parece bien lo del «replanteamiento radical» (yo soy de los que denomino como medieval, al sistema educativo español), pero sin olvidar que ya está descubierto el Mediterráneo casi al 100%, solo necesita renovar la flota pesquera y de recreo, para que el sistema educativo realmente sea crítico con toda realidad mejorable.

    Como bien dices, tecnología sí, y a tope, pero sin olvidar las muchas lecciones de humanismo que nos dio la historia de este planeta. Como en un ecosistema natural, es necesario, para un saber que favorezca la evolución natural y libre, un buen equilibrio entre la tecnología y el humanismo.

  • #011
    Enrique - 19 junio 2020 - 19:16

    Yo los cambios radicales os lo dejo a los teóricos e intelectuales que así os ganáis la vida.
    Llevándonos el tema a la realidad, ¿qué tal si, en lugar de pensar en cambios de paradigmas, analizamos y atajamos los problemas actuales?
    – El grandísimo abandono escolar temprano
    – La denostadísima Formación Profesional
    – El escaso nivel de la educación
    – Un sistema con criterios de mínimos pensado para que todo el mundo se saque su carrera sin ninguna salida profesional
    – Subvencionar el 80% del coste de carreras sin ningún sentido laboral
    – Que Magisterio sea una carrera comodín en la que salen miles de profesores sin motivación ni vocación al año
    – Univesidades en cada pueblo grande
    – Cátedras/Chiringuitos de las universidades

    • Gorki - 19 junio 2020 - 19:44

      Buena lista de problemas no solo Pendientes de resolución, sino pendientes de que alguien se ponga en serio a tratar de resolverlos,

      Siendo un problema que ningún Gobierno puede solucionar en una legislatura, ¿no seria un tema en el que derechas e izquierdas, debieran buscaran una solución, aceptable para ambas partes’?.

    • Enrique - 19 junio 2020 - 21:06

      Noticia de hoy: las becas se darán exclusivamente en función de la renta y no se tendrá en cuenta el mérito académico.

      Y aquí algunos teorizado sobre el sexo de los ángeles.

      • Mauricio - 20 junio 2020 - 00:48

        Desde la perspectiva del mérito académico podríamos decir que hay estudiantes que globalmente tienen notas:

        1) Sobresalientes.
        2) Muy buenas.
        3) Buenas.
        4) Regulares.
        5) Bajas.
        6) Muy bajas.

        El hijo de padres ricos, usualmente no debe preocuparse, pues siempre podrá encontrar una universidad en su propio país o en el exterior que lo acepte. Incluso aunque tenga calificaciones bajas es posible que haya una plaza de estudios para él en algún college de dudosa calidad allende los mares.

        El hijo de padres de clase media ya tiene algunas restricciones. Si pertenece a la clase media alta podrá buscar una carrera en todo el país. Si es de la clase media baja le tocará ir a la universidad más cercana a su hogar. En cualquier caso, los que tienen notas bajas se quedan fuera, pero los de calificaciones medianas, según la posibilidad que tengan de ir o no a vivir a otra ciudad, todavía encuentran generalmente algún lugar en el sistema, especialmente en carreras con poca demanda.

        El hijo de padres pobres debe pensar en cómo va a sobrevivir él y cómo puede ayudar a su familia. Si se trata de un hijo genial, que ha sido un buen estudiante aunque lo haya tenido todo en su contra, quizá el sistema considere que es digno de que se le financie la entrada al paraíso universitario. ¿Pero qué sucede con los estudiantes pobres que tienen notas medias o bajas? ¿Acaso no merecen alguna oportunidad? ¿No merecerían todos al menos las oportunidades de la clase media alta?

        No hay que olvidar, además, que lo que se intenta a la hora de dar becas en función de la renta es que haya una igualdad de oportunidades de acceso a la educación. Nadie le va a regalar títulos universitarios o de formación profesional a nadie.

        • Gorki - 20 junio 2020 - 10:13

          ¿Pero qué sucede con los estudiantes pobres que tienen notas medias o bajas?

          Los estudiantes que tienen notas medias o bajas independientemente de s el dinero de su padres deberían estudiar un oficio,

          ¿Tiene algo de malo ser tapicero, cocinero, contable, electricista, mecánico, encofrador ,…?

          Estoy de acuerdo que la formación profesional en este país es desastrosa. Pero esos estudiantes mediocres deberían tener su formacion en esos sitios, ¿Dónde se forma hoy un experto en AutoCad o en Catia?

          ¿Gana hoy menos un buen protésico dental, que un abogado del montón?

          • Gorki - 20 junio 2020 - 19:53

            Deberíamos copiar de Alemania su sistema de formación profesional, que es una de las cosas que ha hecho grande a Alemania
            https://es.quora.com/C%C3%B3mo-es-posible-que-Alemania-un-pa%C3%ADs-de-solo-82-millones-de-habitantes-sea-el-tercer-pa%C3%ADs-exportador-a-nivel-mundial

        • Enrique - 20 junio 2020 - 12:14

          Gorki te lo ha dicho de forma elegante y yo, por si acaso, te lo aclaro bajando un poco al barro, que me enciendo.

          Vamos a ver, un estudiante que saca notas bajas o muy bajas en una ESO con un nivel de mierda, se va a sacar una carrera de mierda. Así de fácil. Y si, habrá algún caso de un chaval con un pavo descomunal que habría sido astronauta si hubiera tenido oportunidades. Un caso de un millón.
          Sin embargo, esa misma persona, se mete a un FP de mecánica o salud y, siendo un poco espabilado, va a ganar más que el 99,9% de los de la carrera de mierda y el 80% de los Ingenerios.
          Y si son de pueblo, porque hay FP en todos los pueblos con un coste aproximado de 100€ (todo el título), tendrán un coste de vida de 1/4 con respecto a Madrid o Barcelona. Mira si salen las cuentas.

          Y el negocio para las arcas públicas ni te cuento. De tener un potencial parado con trabajos en los que estará sobrecualificado y con un gasto en educación muy superior, a tener un profesional con una gran «empleabilidad» y un coste ínfimo.

          ¿Acaso te parece normal el porcentaje de camareros con carrera universitaria?

          • Mauricio - 20 junio 2020 - 15:24

            El asunto polémico que planteabas era el de las becas en función de la renta y mi explicación trata de mostrar la razón por la que considero que esto es una decisión correcta.

            El tema de la universidad y la formación profesional es mucho más amplio. De manera muy resumida puedo decir lo siguiente:

            1) Es claro que, independientemente del dinero de tus padres, deberías formarte en el área más acorde con tus inclinaciones y capacidades.

            2) En la realidad, los hijos de padres ricos suelen obtener un título universitario, aunque no tengan capacidades acordes, y los hijos de padres pobres ni siquiera pueden entrar en la universidad, aunque tengan los talentos necesarios.

            3) Es fácil hablar sobre lo que deberían hacer los demás, pero la mayoría de gente de cualquier posición económica no quiere que su hijo se dedique a algún oficio. Si le gusta la mecánica, los padres quisieran que estudie ingeniería mecánica, si le gusta la cocina, que se inscriba en la licenciatura en gastronomía, si le gusta la costura, que haga la licenciatura en diseño de modas. Esta es la ruta normal en países como Corea del Sur, donde la gran mayoría de los jóvenes va a la universidad, y es posiblemente el camino ideal.

            4) En Alemania mucha de la formación para el mercado laboral se hace cuando la persona ha terminado la educación obligatoria. Esta formación combina la capacitación durante unos tres años en una escuela profesional con el trabajo remunerado en la empresa donde la persona ha decidido trabajar. Este es un modelo interesante, aunque no necesariamente mejor que el coreano. Lo malo es que en el caso alemán dicha ruta suelen seguirla solo los menos privilegiados.

            5) En Alemania, el porcentaje de camareros universitarios es alto, porque los estudiantes viven solos y muchos necesitan dinero para sus gastos cotidianos. El que un estudiante universitario trabaje es algo bueno. Lo que no es bueno es que solo se pase de fiesta en fiesta, como muchos Erasmus en Alemania.

            6) Aquí hay muchos problemas que se entrecruzan. Lo mejor que puede hacer cualquier país es que sus políticos de izquierda y derecha se pongan de acuerdo, desarrollen planes conjuntos para las áreas de educación, salud y bienestar social y que todos los gobiernos se comprometan a respetarlos.

        • sapoconcho - 20 junio 2020 - 16:08

          Los títulos de FP se regalan hace años en muchos sitios.
          Yo tampoco estoy de acuerdo en lo que se redacta, para mí es la trampa de la motivación: fulanito no estudia porque no le motivan (necesita juegos, interacciones 3d y macarrones con salsa).
          Ciertamente hay mucho espacio para mejorar pero ya le adelanto que se tardarán eones en hacer una inversión así (en lo público al menos).
          Para poner un toque de humor, cuando leo a Enrique Dans escribiendo sigue la educación, siempre me acuerdo de eso:

          https://m.youtube.com/watch?v=ElGjT7rk7EI

    • Juan I. - 22 junio 2020 - 11:14

      Sin estar de acuerdo en todos los puntos creo que es un buen resumen de muchos de los males del sistema educativo. Lo malo, que la línea de comentarios se ha quedado en el 5º punto, el de subvencionar… Al final nos bloqueamos en las mismas discusiones estériles de siempre.

      Por añadir dos punto más:
      – La bajísima financiación a ciencia y universidades, cómo se distribuye y la gran burocracia.
      – La actualización en los contenidos introduciendo competencias tecnológicas y mayor cercanía a las habilidades demandadas por las empresas.

  • #021
    Mauricio - 19 junio 2020 - 20:11

    Es necesario tener siempre claro cuál es el papel real de la memoria en el proceso educativo, algo a lo que ya me he referido anteriormente en este mismo blog:

    El aprendizaje, según David Ausubel, puede ser por recepción (clase magistral) o por descubrimiento. Ninguno de los dos es realmente mejor que el otro. Además, tanto el aprendizaje por recepción como el por descubrimiento pueden ser memorísticos o significativos. Esto implica que tenemos cuatro posibles opciones:

    a. Aprendizaje por recepción memorístico.
    b. Aprendizaje por recepción significativo.
    c. Aprendizaje por descubrimiento memorístico.
    d. Aprendizaje por descubrimiento significativo.

    Una mala educación se centra en las opciones a y c. Una buena, en las opciones b y d.

    Hay muchos datos que hemos aprendido sin realmente entenderlos. Suelen ser listas de cosas como los elementos químicos monovalentes, los aminoácidos, los ácidos grasos, etc. que podemos recordar por años sin ser capaces de explicar qué son. O poemas antiguos de muy diversa calidad y profundidad. En estos casos quizá nuestro profesor nos hizo recitar varias veces el contenido y nos incentivó a seguir haciéndolo en casa hasta lograr un aprendizaje por recepción memorístico. O quizá hemos utilizado una bonita aplicación en nuestro teléfono inteligente que nos ha conducido de una manera muy interactiva a un aprendizaje por descubrimiento memorístico de toda una gran cantidad de palabras en lengua extranjera que luego no tenemos ni idea de cómo usarlas en la práctica.

    Por el contrario, las charlas TED son buenas clases magistrales que podrían ayudar a que quienes asisten a ellas tengan un aprendizaje por recepción significativo del tema tratado. En una línea similar, un buen taller universitario de investigación podría conducir a sus participantes hacia un aprendizaje por descubrimiento significativo.

    Cuando Ausubel diferencia entre aprendizaje memorístico y significativo, no está diciendo que la memoria no sea importante sino que lo que definitivamente no sirve es aprender las cosas como lo haría un loro. Lo que Ausubel ve como ideal es que cada nuevo conocimiento se integre de manera clara y con sentido con aquellos conocimientos que ya hemos adquirido anteriormente, que es lo que él denomina aprendizaje significativo. En ambos casos interviene la memoria, pero en el primero lo aprendido es inútil y en el segundo no.

    No olvidemos que el aprendizaje es un proceso interno que se da en nuestra mente y que requiere un cierto nivel de esfuerzo consciente. A muchos nos gustan las charlas TED porque en ocasiones nos permiten entender temas complejos, pero no hay que olvidar que no es lo mismo entender que aprender. Entender es el primer paso para un aprendizaje significativo, pero si conscientemente no nos decidimos a profundizar en ese tema que nos pareció tan fascinante, lo más probable es que lo hayamos olvidado casi por completo en el lapso de unos pocos días.

    Finalmente, no hay que olvidar que en los cuatro casos expuestos por Ausubel estamos hablando de aprendizaje. Sin embargo, hay algo mucho peor que las opciones a y c, y es sencillamente la absurda situación de estar en un curso y no haber aprendido nada o casi nada y lamentablemente esto es mucho más común de lo que se cree. Uno podría, por ejemplo, escribir una lista de todas las materias cursadas en la secundaria y escribir al lado de ellas tres cosas del contenido de cada asignatura que todavía recuerde. Seguro que en varios casos la persona no será capaz de recordar absolutamente nada.

  • #022
    Santiago Lluch - 19 junio 2020 - 22:26

    Esto estaría muy bien si se lo explicaras a los sindicatos de profesores. Después te das cuenta de que se trata de un brindis al Sol

  • #023
    Julián - 20 junio 2020 - 08:51

    Artículo bienintencionado, pero superficial. Trata todos los ámbitos por igual (infantil, primaria, secuundaria, postobligatorio, universitario…). Asume que todo es memorístico. Y plantea soluciones generalistas del tipo: sí a los smartphones, pensamiento crítico, ruptura, enseñanza líquida… vale para cualquier época histórica de la educación.

    • Enrique Dans - 20 junio 2020 - 09:02

      Esto no es un artículo, es una entrevista. En ella respondo a lo que me preguntan, no estructuro ni asumo nada. A veces, las ganas de criticar o los sesgos propios pasan por encima de los hechos…

      • Julián - 20 junio 2020 - 13:52

        Cierto, es una entrevista, en la que se expresa un ideario. No se lo tome mal, aprecio sus escritos habitualmente. En este, simplemente discrepo, y creo útil que la discrepancia aparezca yuxtapuesta a su opinión, completamente respetable.

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