Ser profesor en España

IMAGE: Andrei Krauchuk - 123RFMe gustaría compartir una pequeña reflexión personal sobre la educación en España, y el posible impacto que puede tener en algunas de las características que tenemos como país. Hoy llegué a un evento en el que participaba como ponente, y me encontré una escena muy típica, que estoy seguro que habréis visto: un salón razonablemente lleno, en el que las filas de aproximadamente el primer tercio de la sala estaban casi vacías, la primera fila estaba reservada para los ponentes, y la gran mayoría de los asistentes se habían acomodado… en la parte de atrás. Lo comenté en Twitter, y a juzgar por el volumen de actividad, no es una percepción únicamente mía.

¿Qué problema hay en nuestro sistema educativo que nos lleva a huir de manera sistemática de las primeras filas? ¿Por qué en la mayoría de los eventos la sala empieza a llenarse siempre por la parte de atrás? ¿Qué hace que no nos sintamos cómodos llegando a una sala y ocupando esas filas de delante en las que generalmente se ve y se oye mejor? El fenómeno no es exclusivo de nuestro país, pero sí creo que se da en él de manera más habitual o más evidente, y que seguramente – intuyo, aunque no tengo evidencias sólidas al respecto – tiene que ver con la falta de esquemas participativos en una gran parte de nuestro sistema educativo. ¿Tenemos algún tipo de prevención psicológica a estar cerca del ponente? ¿Miedo de que nos llame o nos pregunte? ¿De vernos interpelados? ¿De no poder salir discretamente si queremos? Como ponente, la verdad es que la sensación es extraña: vas a un sitio porque se supone que vas a contar algo que interesa y que por eso te han pedido que vayas, pero los asistentes, aunque suficientemente interesados como para acudir, prefieren sentarse de la mitad de las sala hacia atrás…

Relacionado: hace veintisiete años que soy profesor. Llegué a la educación casi por accidente y después de haberme negado a seguir una de las rutas habituales para llegar a la enseñanza, hacer el Curso de Adaptación Pedagógica (CAP) que había que cursar tras graduarse en la universidad para poder ser profesor en enseñanza secundaria. Desde hace veintisiete años, todo aquel que me pregunta a qué me dedico recibe una respuesta invariable: soy profesor. Y además, encantado de serlo, porque considero que el mundo académico me proporciona unos grados de libertad que no me ofrecería prácticamente ninguna otra dedicación de las que conozco.

Ahora, desde hace aproximadamente un año, soy también Senior Advisor para Transformación Digital e Innovación en la misma institución para la que llevo trabajando todos esos años. Aunque la responsabilidad sea muy interesante y tenga sentido para mí, el título se las trae: es larguísimo, e incómodo de utilizar. Además, es a todas luces evidente que, como puesto staff que es, ocupa un porcentaje de mi tiempo muchísimo más pequeño que mi labor principal, la de profesor: dar clase, evaluar, investigar, escribir, publicar, etc. Por eso, aunque valore esa responsabilidad, no he publicitado ese título prácticamente nada: no lo he puesto en mi tarjeta de visita, en la que sigue poniendo que soy profesor, me sigo presentando siempre como profesor, y aunque he añadido el nuevo cargo a LinkedIn y lo comenté brevemente cuando felicité las navidades el pasado diciembre, no considero que sea algo que me defina en absoluto: soy profesor, y que ahora esté como Senior Advisor no implica nada más que el que mi compañía piense que puedo contribuir con ideas en ese ámbito, pero mi dedicación principal sigue siendo, claramente, la de profesor. Sin embargo, durante este año, me he encontrado con algo muy curioso: en casi todos los eventos a los que voy me presentan con ese cargo en lugar de hacerlo con el que realmente me identifico, el de profesor.

¿Qué pasa en España con los profesores? En Finlandia, ser profesor es un motivo de orgullo, una señal de prestigio, una profesión envidiada, cuidada y razonablemente bien pagada. Es altamente selectiva: solo el 7% de los que intentan llegar a profesores consiguen serlo, y se considera una opción altamente respetada a la que solo pueden optar los mejores perfiles. En España, en cambio, si pueden presentarte con alguna otra ocupación que no sea la de profesor, tienden a optar por ella, porque los profesores están… ¿qué? ¿Mal vistos? Lo único que suele comentarse con envidia en España respecto a los profesores es «que tienen muchas vacaciones». Obviamente, no preparamos ni exigimos a la mayoría de nuestros profesores lo que les exigen en Finlandia, pero a algunos niveles, la profesión no solo es extremadamente gratificante, sino que además, otorga una gran libertad creativa, muchas posibilidades de desarrollo profesional, y está bastante bien pagada en el contexto de un entorno, además, sumamente competitivo. De acuerdo, los profesores a ese nivel podemos considerarnos privilegiados dentro de la norma general en la profesión, pero aún así, todo indica que la percepción del profesor en España no se acerca, ni de lejos, a los niveles de otros países. Que alguien para presentarme prefiera utilizar un título largo y de staff en lugar de decir simplemente que soy profesor no es algo que me moleste especialmente… pero sí me parece un curioso síntoma. Y si lo percibo yo, que soy un auténtico privilegiado en ese sentido, ¿que no ocurrirá con los profesores a otros niveles?

¿Qué habría que cambiar en el sistema educativo español para elevar el estatus percibido del profesor, para convertir la actividad en una profesión respetada? ¿Cómo de importante es esto? A algunos niveles educativos, el profesor está cuestionado, quemado y acosado, en gran medida debido precisamente a esa ausencia de una percepción positiva sobre la importancia de su papel y su responsabilidad en la sociedad. ¿Cómo podemos aspirar a cambiar las metodologías educativas, a evolucionar la educación para adaptarla a los tiempos que vivimos, si partimos de una profesión desprestigiada y con pocos estímulos más allá de la vocación? ¿Cuánto podría contribuir algo así – que obviamente, no se consigue de la noche a la mañana y conlleva no pocas decisiones y acciones para ponerlo en práctica de manera efectiva – a la mejora del sistema educativo? ¿Podríamos partir de una transformación digital de la actividad educativa, y de un trabajo serio de desarrollo profesional, de inversión en formación, para obtener una mayor cualificación en los docentes y mejorar la percepción de su profesión? ¿Es difícil, es complejo, o es directamente imposible? ¿Qué habría que hacer para que un profesor fuese considerado, en España, como un elemento fundamental en el funcionamiento y el desarrollo de la sociedad?

 

30 comentarios

  • #001
    Antonio Gregorio Montes - 19 octubre 2017 - 20:22

    Quizás simplemente habría que conseguir que la sociedad percibiese la educación de todos como beneficiosa socialmente, en vez de considerar la formación individual como beneficiosa sólo personalmente

  • #002
    Manel Sayrach - 19 octubre 2017 - 20:39

    Hola Enrique,
    ¿Qué habría que hacer para elevar el status del profesor y la valoración del mismo…? Lo primero respetar el propio concepto de educación como tal, y desligarlo de interés políticos, para no convertirla en una herramienta del gobierno de turno sino en el tesoro más preciado que puede tener un pais. Es imprescindible un pacto nacional por la educación, pero bajo criterios pedagógicos no politicos por favor… Y puestos ya a pedir, dotar de mayores recursos a la educación, y que no se lea sueldo de los docentes por favor, sino: ratios, recursos, equipamientos, formaciones, investigación, etc., etc.
    Y mientras no llega el milagro, a sacar pecho de ser PROFESORES antes que nada. Y desde nuestra aula, patio, o centro, contribuir a que otra educación y escuela YA es posible y necesaria. Los que vivimos de esta profesión, sabemos que el mayor estímulo son nuestro alumn@s, tengan la edad que tengan. Nada supera la sensación de sentirse útil en el crecimiento de otra persona, es brutal!
    Un saludo profesor!
    @msayrach

  • #003
    David - 19 octubre 2017 - 20:55

    Tengo treinta y cinco años y entré en una de las universidades españolas (pública) que se encuentra en el ránking mundial entre la 351-400 en el año dos mil como alumno de Ingeniería Técnica, no diré cual . No finalicé los estudios en su momento y diecisiete años después he vuelto para acabarlos (ahora ya es un Estudio de Grado) y he encontrado un panorama desolador: los mismos profesores y la misma desgana y apatía impartiendo el temario (que al menos si que han actualizado, en cierta medida, a las nuevas tecnologías y metodologías) que hace casi dos décadas, clases de dos horas infumables, con charlas monotono, desesperantes y repetidas explicaciones, momentos de vacío absoluto en las disertaciones y profesores incapaces de responder cuando se les pide un ejemplo real de algún concepto que acaba de explicar en una clase de práctica .
    Es desesperanzador que tantos años después y teniendo en cuenta los controles internos de calidad de la universidad aún me encuentre con esta situación en la mayoría de las asignaturas.

    Por supuesto, el alumnado tampoco ha cambiado: la mayoría sigue deseando que sea la hora de salir y mientras el profesor balbucea «algo» en la palestra, ellos ven capitulos enteros de dibujos manga en el portátil, ojean Facebook o están entretenidos con el móvil durante casi la totalidad de la clase. Está claro que ese «algo» que el profesor les tiene que contar no les interesa y que el único objetivo de estar allí (puesto que la asistencia no es obligatoria) es que te conozcan la cara el día del examen y poco más.

    Queda claro que si un profesor no motiva a los alumnos de un Estudio de Grado algo está haciendo mal, pero si el alumno no tiene interés en lo que se está haciendo y puede aprobar una carrera pasando las horas de clase en Facebook es que quizá el nivel de concentración, exigencia e implicación no requiera más.

    Obviamente sólo he expuesto mi experiencia con la educación universitaria pública y no he aportado respuesta alguna, quizá incluso haya añadido alguna pregunta más.

    Quizá cada clase deba finalizar con un pequeño test de lo que se ha explicado para que la concentración del alumno sea la adecuada, quizá el profesor debería ser sincero consigo mismo y evitar hacer algo que no le aporta más que el sueldo o quizá deberíamos asumir el punto de vista más mercantilista de esta situación: el alumno consume un producto( que es este tipo de docencia) y ha determinado que le gusta, con lo cual el sistema es perfecto e inamovible.

    • Xaquín - 20 octubre 2017 - 19:35

      Desde pequeñitos nos enseñaron a no mostrarse mucho por lo que puede pasar. Eso si, siempre hubo trepas.

      Firmo todo el David y además digo que ni como producto industrial el sistema educativo español (que lógicamente no es un sistema de producción industrial) cumple los minímos de una producción racional (incluso capitalista!). Aquí si discrepo un poco con David, ya que, incluso una sociedad mercantilista, no puede admitir algo tan ineficiente como el sistema educativo español. Ahora se ve muy bien, cuando queremos exprimir la nueva vena tecnológica… estamos prácticamente en el medioevo educativo.

      La fábrica (privada o pública), los fabricadores, el público (padres en general) y el estado «protector» fallan estrepitosamente.

      Y el alumnado («producto»), como no adulto, no puede ser responsable de la incapacidad de una sociedad adulta. Sería como hacer responsables de los fallos a los coches que salen de factoría. Esos fallos tienen que ser evidenciados y reparados por los fabricantes.

      Pero el profesor si que es adulto y tiene una responsabilidad con la sociedad y con el alumnado. La coherencia y saber mandar no viene escrito en las leyes ni se instala con apoyo policial.

      Se habla bastante del desprecio social del profesor… pero venimos de una época franquista que estaba en un pedestal (aunque no cobrara mucho… y de eses polvos vienen estos lodos) y hubo padres que entendían el esfuerzo pedagógico de parte del profesorado… por otro lado, también he vivido mucho desprecio profesoral hacia los padres del alumnado.

    • Rodrigo - 22 octubre 2017 - 16:38

      Totalmente de acuerdo, y comparto algún punto más en relación a lo que cuenta Enrique.

      1. Las comparaciones España/Finlandia son odiosas. Es como comparar la industria espagnola con la alemana: no ha lugar.

      2. Para valorar la profesión de profesor hay que valorar la cultura y el conocimiento, lo cual no pasa a menudo en España. Qué se valora de los profesores? Las vacaciones. Pues eso es lo que valoramos en España.

      3. El amor a la cultura y el conocimiento empieza por casa, y cuántos padres solo piensan en el colegio como el lugar de colocar a sus hijos? Cuántos padres se preocupan realmente por la educación de sus hijos?

      4. Por último, no puede haber valoración del profesorado y el conocimiento cuando la universidad está despegada del mundo laboral, cuando la salidad normal es la precariedad laboral.

      Como en otros muchos temas España tiene problemas estructurales que son las causas de estos problemas.

  • #006
    Benji - 19 octubre 2017 - 21:25

    Lamentablemente en algunas escuelas o institutos habría que poner una verja para proteger a los profesores. Y en otra para proteger a los niños.

    1. Cambio de la ley del menor con excepciones para profesores
    2. Cambio de ley y poder expulsar permanentemente mayores de 12 años
    3. Multas a los padres
    4. Pedagogía a profesores. Pedir a los finlandeses un cable

    Eso por el lado legal. Por otro lado, de acuerdo con #1 y #2. Cuando cambiamos al sistema de puntos del carné, el gobierno puso un panfleto en cada buzón. Tal vez ese pacto educativo y apolitico necesitaría se una concienciacion por escrito y algunos programas de TVE y publicidad en Facebook.

    En la universidad, ponerlo al nivel de medicina

  • #007
    Félix Sánchez - 19 octubre 2017 - 21:27

    El tema de este post me interesa especialmente. Creo que hay una ausencia absoluta de incentivos, cierto. El incentivo más poderoso, en mi opinión, es la libertad para experimentar nuevos métodos, para hacer una propuesta a la sociedad y arriesgarte a que no te sigan. La educación, piensan nuestros políticos, es algo demasiado serio para dejarlo en manos de los profesores. Así que, en primer lugar, hay que matar todo atisbo de creatividad docente. De lo contrario podría resultar que se enseñan materias que al poder político no le interesen, o que se despierte un pensamiento crítico que al poder no le interesa nunca. Por eso tampoco se deja experimentar con métodos, y por supuesto se niega la libertad de elegir escuela. En resumen, creo que estamos ante un problema de insuficiente libertad de enseñanza y de un derecho a la educación coartado por las barreras que el poder político le impone a la educación.

  • #008
    Guido - 19 octubre 2017 - 22:15

    De acuerdo con los barómetros de opinión del CIS, los profesores figuran, tras los médicos, como el colectivo más valorado, siendo los profesores universitarios, seguidos de los de primaria y enseñanza media, valorados con un 74-72%. A la cola aparecen jueces y periodistas. Esta valoración se mantiene bastante estable desde hace muchos años. Sin embargo, a la hora de elegir profesión, el orden cambia notablemente. Médico es la más deseada, pero profesor aparece bastante después.
    Como profesor, y ya de una cierta edad, he dedicado bastante tiempo de mi vida a pensar y conversar sobre este tema. Mi conclusión actual es que esa baja valoración es una combinación principalmente de dos circunstancias. La primera son los bajos sueldos del profesorado en relación a otras profesiones o actividades que no necesitan prácticamente formación. La segunda, ligada a la anterior, es nuestra estructura productiva. En Finlandia un profesor está valorado (y se es muy exigente en su contratación y control) porque la estructura productiva depende de la calidad de la formación. La gente no va a acabar sirviendo copas o poniendo ladrillos, sino trabajando en Nokia o empresas tecnológicas. En España, culquiera de mis alumnos y sus familias intuyen que su nivel de formación es bastante irrelevante. Todos conocen casos de buenos alumnos con un alto grado de formación que han tenido que emigrar al extranjero ante la falta de puestos de trabajo cualificados en España. En los años de la crisis, un alumno de 16 años que no sabía hacer la o con un canuto podía triplicar el sueldo de su profesor trabajando en la construcción, sin haber pasado por la Formación Profesional.
    En España se repite como un mantra que la formación y la educación son las bases del futuro de las sociedades, mientras simultáneamente se convive con la evidencia de la falsedad real de ese mantra. Con respecto al sueldo, Enrique estará de acuerdo conmigo que la valoración inicial que pueda hacer un interlocutor sobre su profesión de profesor cambiará dramáticamente cuando le explique el sueldo que gana por esa actividad. Ambas circunstancias, muy relacionadas, explican a mi modo de ver la paradoja.

  • #009
    Víctoria - 19 octubre 2017 - 22:49

    Respecto a la ubicación de los asistentes considero que establece la suficiente distancia con los ponentes para no implicarse en la relación comunicativa del salon, aula,… ello es debido a que desde la etapa escolar no se fomenta la exposición en público, se escucha y el que tengga duda levanta la mano (supone ignorancia, o que se rache de listillo), pero no implica mayor participación porque se cultiva la clase magistral.
    En segundo lugar el prestigio solo lo cultivan algunos profesores, el resto, la mayoría cumple su cometido sistemáticamente de tal a tal hora, repiten su discurso, el mismo del año anterior, ya lo tienen aprendido y ya no hay que esforzarse mas que en cuatro cambios, no modulan la voz, no implican a los alumnos, mas que para realizar los ejercicios o prácticas, Incluso algunos realizan un solo examen tipo test (esfuerzo supremo de corrección).
    Se que he recopilado los defectos que he visto en mi vida, soy pedagoga y tengo hijos en la urjc, pero son más comunes de lo que quiera creer. El buen profesor siempre es reconocido con su nombre y apellidos y sus clases estan llenas aunque sea víspera de puente

  • #010
    José Manuel Fernández - 20 octubre 2017 - 00:20

    Dos propuestas:
    – Duplicar el sueldo de los profesores que renuncien a ser funcionarios (y que por lo tanto se arriesguen a que los puedan echar en función de la satisfacción con su rendimiento, que será evaluado sistemáticamente).
    – Prohibir cualquier prueba de evaluación en la que el alumno no pueda llevar lo que quiera (móvil, ordenador, libros…). Sin conexión, lógicamente (para que nadie pueda hacer el examen por él), pero nunca más un examen memorístico.

    La primera propuesta la vi hace algún tiempo en https://www.amazon.es/dp/B00IPPBB6O
    La segunda es puro sentido común ;-)

    • adrian carra - 22 octubre 2017 - 13:20

      La condición de funcionario del profesorado hoy supone una traba a la reforma de la enseñanza. O se reforma el estatuto de la función pública o se contrata al profesorado mediante un nuevo marco de contratación estable pero flexible. Flexible en la remuneración, el destino, la carga docente, las áreas de conocimiento, la exclusividad en la dedicación etc.
      Igualmente debería cambiar la normativa que rige el funcionamiento de los centros públicos no universitarios. El sistema actual es rígido.

  • #012
    majarete.com - 20 octubre 2017 - 02:32

    Me resulto curioso lo que expone el profe, en cuanto a la negativa de muchos de sentarse en frente. Y creo que puedo aportar algo al respecto

    Es obvio que no asisto a la escuela, pero semanalmente asisto a un centro de adoración religiosa también pasa el mismo fenómeno.

    En este te caso los asistentes llegan ya empezada la actividad, y por lo tanto prefieren sentarse al fondo para no llamar la atención. Antes me gustaba sentarme de primera, pero hace tiempo dejé de hacerlo porque a veces tengo que ir al baño y no quiero llamar la atención.

    Pero por experiencia propia, me parece que la ubicación del asiento no guarda tanta relación con el interés de la persona que va a una iglesia o una exposición. Eso es relativo.

    En cuanto a la educación, creo que se deberían adaptar nuevos métodos de enseñanza, en los cuales los estudiantes se sientan que están aprendiendo algo que en un futuro le puede beneficiar, y que este acorde al tiempo tecnológico que estamos viviendo.

  • #013
    Alexis Ricardo Espinosa - 20 octubre 2017 - 03:55

    Simplemente muy interesante. Bendiciones Profesor y saludos!!!

  • #014
    YM - 20 octubre 2017 - 08:40

    Porque hacéis lo que os da la gana sin ningún control. Tener un problema con un profesor, ya seas alumno o padre de alumno es, encontrar un MURO INSALVABLE. Sois dioses en vuestro «negociado» y no se os puede ni toser. Siempre tenéis razón y es imposible discutirla con nadie más. Nadie os evalúa ni a nadie debéis presentar resultados. Oye, pues los demás no trabajamos así.

    Entérate a ver si en Finlandia pasa lo mismo.

    • Enrique Dans - 20 octubre 2017 - 08:57

      Con todo el respeto, ya me gustaría a mí que muchos trabajadores en muchas empresas tuviesen el nivel de control y de evaluación constante que tengo yo en lo que hago. Mis alumnos me evalúan constantemente, pueden quejarse a una dirección de programa que me transmite sus quejas inmediatamente y toma decisiones rápidas sobre si quitarme o mantenerme en ese curso (no me ha pasado nunca, pero sí sucede de vez en cuando y es muy incómodo, aunque obviamente da resultado cuando las situaciones se complican y peligra la evaluación del curso), y al final de mis sesiones, recibo una nota que tiene necesariamente que ser superior a 4 sobre 5, porque si no es así, tendré que dar explicaciones a mi director de área. Si mi media de evaluación baja por debajo de 4, tengo un riesgo inmediato de que ningún programa me quiera dando clase, hasta que presente evidencias, como ir a un curso completo con otro profesor del área o hacer alguna actividad de formación, que sea susceptible de mejorar mis resultados. Tengo que guardar todos los ejercicios y las pruebas de la relación con mis alumnos, mensajes incluidos, durante dos años, y ellos pueden, en cualquier momento, solicitar que un trabajo o examen sea reevaluado por otro profesor. Sinceramente, no me veo nada reflejado en lo que tú has descrito…

      • Daniel - 20 octubre 2017 - 09:32

        El problema es que estamos hablando de cosas distintas. Estimado Enrique, usted imparte clases en una institición que es la excepción, no la regla en España. La regla es que si uno no sabe que estudiar, magisterio es muy muy fácil, luego unas oposiciones y así nos va. La enseñanza privada depende de resultados, pero la pública y concertada, no tienen esos parámetros que rigen su docencia. Saludos

        • Enrique Dans - 20 octubre 2017 - 09:42

          Sí, eso sí es cierto. Mi institución, y algunas – pocas – más en España, aplican este tipo de criterios y, gracias a ello, llevan años obteniendo muy buenos resultados de satisfacción de sus alumnos y también a nivel de reputación internacional. Hasta aquí, todo bien. ¿Y a partir de aquí? ¿No podemos aplicar esos mismos criterios a la totalidad de la enseñanza? La metodología no es secreta, y tampoco es complicada: es la misma que usa Uber con sus conductores o Airbnb con sus usuarios… basta con desarrollar unas buenas encuestas que evalúen lo que tienen que evaluar (lo que el alumno ha aprendido, y no si el profesor era muy simpático o contaba muchos chistes), y convencer a todos de que tienen un valor elevadísimo, que deciden si el profesor sigue dando clase o no. A partir de ahí, es aplicarlo y permitir que el método surta sus efectos. Un profesor que no aparece en clase, como ocurre en algunas universidades españolas, que no las imparte con calidad, que aburre a las ovejas o que suspende al 90% de los alumnos es inconcebible, porque no suspende a sus alumnos, se suspende a sí mismo, y con esta metodología tan simple duraría una promoción, no mucho más, y se tendría que dedicar a otra cosa para la que sí valiese. En algunas universidades hay encuestas a los alumnos, pero no valen para nada, el profesor es quien decide si pasarlas o no, y los resultados no van a ningún sitio ni tienen ningún efecto. Y así, obviamente, no se va a ningún sitio… es un cambio cultural muy fuerte y como tal, no es sencillo de aplicar, pero no es tan complejo, ¿no? ¿No deberíamos empezar por ahí?

      • Juan - 22 octubre 2017 - 16:55

        Enrique, pues di de frente lo que piensas, ni más presupuesto, ni conciertos políticos, ni excusas.
        La solución es generalizar tu sistema.

  • #019
    ASB - 20 octubre 2017 - 09:37

    Hasta hace unos diez años, bastaba el CAP, de pocos meses, para dar clases en Secundaria y Bachillerato. Entonces exigieron un máster de un año.

    Supongo que cuando exijan una carrera para ser profesor de Secundaria, como para primaria, podrían mejorar mucho las cosas.

    Y no digo que no haya buenísimos profesores con estas dos opciones formativas. Solo que sin una gran barrera para quienes tienen vocación de profesor, y la estructura de los estudios hace que parezca que ser profesor es más un ‘por si acaso’ que una opción principal.

  • #020
    Luis Hernández - 20 octubre 2017 - 11:18

    Las últimas filas son las primeras en ocuparse porque los asistentes vienen preparados para «que les suelten el rollo», porque sencillamente es lo que suele pasar, a lo que se les ha acostumbrado. El lugar donde se sientan es sólo uno de los síntomas ¿te has fijado en sus caras?. Parece que fueran jugadores de poker profesionales, no expresan nada.

    El problema, no es de la audiencia, sino de lo que están acostumbrados a presenciar: profesores con elevados conocimientos que muchas veces no saben trasmitirlos adecuadamente.

    Ser un buen profesor no es conocer tu materia al dedillo, es saber comunicarla, conocer a tus alumnos, utilizar todas las técnicas de comunicación persuasión a tu alcance y conseguir involucrar a tu audiencia. Si tu no te diviertes, ellos tampoco.

    Moverte por el espacio acercándote a ellos, sorprender y desconcertar de vez en cuando, buscar la complicidad, mirarles a los ojos, gesticular y utilizar las expresiones faciales… Un buen profesor debe tener algo de actor, algo de psicólogo y mucha empatía. Un buen profesor se lo tiene que pasar bien y «sudar la camiseta» con cada puesta en escena.

    ¿Son estos los profesores que selecciona el sistema educativo?. Me temo que no.

    Y si, me apasiona la enseñanza… :)

  • #021
    Ignacio - 20 octubre 2017 - 12:07

    El otro día cene en Munich con un Profesor de la universidad de Duke, y se quejaba de lo mismo. La falta de estatus del profesorado en USA. En Alemania es distinto, el profesorado es muy respetado.

    Lo cierto es que es algo que aplica a otras profesiones. Por ejemplo, ingenieros informáticos negando en rotundo ser programadores. Aqui en Alemania se pegan por los buenos programadores, y en Espania hay que ponerle unos cuantos Buzzwords al tema para venderse.

    Creo que es más un problema cultural que de profesion. Cuanto se valoran las cosas bien hechas y cuanto la charlatanería?

  • #022
    Feliz Éxito - 20 octubre 2017 - 12:09

    Hola Enrique:

    Respecto al primer punto, yo soy precisamente de los que sí ocupan una de las posiciones delanteras cuando asisto a un evento, esto te da visibilidad, te facilita la participación y si, además, llegas temprano, aprovechas para hacer networking.

    Respecto a lo segundo, soy profesor de instituto y en mi opinión el primer problema es la falta de respeto, de honestidad, de integridad, etc. y no es algo que se genere dentro del aula sino que viene de fuera, contra ello y el «cortoplacismo» o el «todo vale» es difícil luchar.

    Maltratados por la administración, ninguneados por parte de la sociedad, poco respetados par parte del alumnado y de sus familias, a uno le mueve simplemente la vocación, la satisfacción de incidir de manera positivas en personas, de contribuir a su crecimiento y desarrollo personal, siempre dentro de las limitaciones (curriculum/temario alejado de la vida práctica que cumplir, tener que usar las TIC con ordenadores antiguos y en nº insuficiente, etc.).

    Un saludo :-)

  • #023
    nmb - 20 octubre 2017 - 19:27

    Pues en nivel universitario, ni siquiera tienen estudios de maestros para sabre impartir conocimientos y ademas son puestos a impartir en materias no relacionadas con sus conocimientos. Normal que vayan las cosas mal, que nadie se entere de que se explica y que en el futuro los alumnos no tengan materiales para recordar lo que se impartio de forma que puedan recordarlo a la hora de aplicarlo en el mundo real.

  • #024
    Eva - 20 octubre 2017 - 19:27

    Hola Enrique,
    Yo soy tu alumna y la primera vez que asistí a tu clase me senté en primera fila. Tenía tantas ganas de aprender, no quería perderme nada. En primera fila me sentía expuesta, pero mi intención era esa, exponerme. Tenía claro que venía a aprender, no me daba vergüenza dejar en evidencia mi falta de conocimiento. Durante tu clase pensaba que si en la universidad hubiese tenido profesores como tú probablemente me lo habría tomado más en serio, habría estudiado más, con más interés, en vez de ver la carrera como unos años malgastados de forma inevitable para poder acceder a un mejor puesto de trabajo. Cuando era una chica mi motivación dependía mucho de la capacidad de mis profesores de hacer la asignatura interesante, y con toda sinceridad comparto que me aburría soberanamente. Después de tener una amplia experiencia laboral vuelvo a buscar profesores que me puedan aportar conocimiento y experiencias para aplicar a mi día a día. Y tú no decepcionas. Me encantan tus clases, aprendo mucho y seguiré sentándome en primera fila.

    • Enrique Dans - 20 octubre 2017 - 19:54

      En realidad uno da clase para que un día venga una ex-alumna y le escriba un comentario así ;-) Muchas gracias, Eva!

  • #026
    Pepe - 20 octubre 2017 - 21:24

    Muchos deberían probar a dar clase en un segundo de ESO de la pública. Quizás entenderían la realidad del aula con alumnos que no quieren el título de la ESO y con padres que hay que denunciar por las maneras con que te tratan.

  • #027
    Juan Alberto - 20 octubre 2017 - 21:46

    En mi época de la Universidad, tuve la desgracia de toparme con profesores realmente malos, otros buenos… pero solía sentarme a la mitad de la clase (ni detrás ni delante). Con la edad -y madurez- he cambiado ese hábito y siempre me siento en primera o segunda fila (para oír mejor). Con la edad he aprendido a apreciar la noble tarea de la enseñanza
    y para mí es la más respetable de las profesiones.

    Una anécdota: un compañero de la Universidad, tras entrar a trabajar como profesor investigador en la misma facultad en la que cursábamos, me dijo: «Está muy bien el trabajo en la Universidad, el inconveniente es que me obligan a dar un cupo de horas de docencia»… con esa motivación, muy buenas clases no puede dar.

  • #028
    Pablo - 22 octubre 2017 - 16:27

    Hola Enrique, pronto seré profesor de secundaria y me gustaría aprender más acerca de las encuestas y del sistema de valoración que has comentado.

    Aunque hay muchas encuestas, la mayoría que he visto están muy mal diseñadas y encima son interminables, y en la mayoría de los casos las pasa y recoge el propio profesor.

    ¿Podrías explicarme un poco más acerca de este tema? ¿Qué tipo de preguntas y cuestionarios rellenan sobre ti los alumnos?

    Muchas gracias por tu ayuda.

  • #029
    Rogelio Carballo - 24 octubre 2017 - 00:42

    Escribo este comentario en términos generales y de paso respondo a #26 Pepe. Lo que necesitamos en la ESO es profesores que lleguen a la educación después de haber probado su valía en la vida profesional, y haber demostrado aptitudes pedagógicas. Por desgracia, ESO y bachillerato están poblados mayoritariamente por toda clase de profesionales liberales (especialmente en ciencias) que no han podido desarrollar su actividad profesional y han encontrado refugio laboral en el ámbito de la enseñanza. Estos profesores carecen del mínimo exigible en términos de dedicación y vocación, y se les nota en cada poro de su piel.

    La segunda cuestión a modificar es separar antigüedad de méritos. No son lo mismo. Al contrario, son contraproducentes. Por desgracia, no encontraremos un sindicato que, admitiendo esto de forma privada, tenga el valor de proponerlo de forma pública. Cuando para el concurso a una plaza prima la antigüedad sobre cuestiones primoridales como resultados académicos, investigación, innovación, formación continua, etc, es que de verdad hemos perdido el sentido común.

    Las otras dos ya se han mencionado. Evaluación del profesorado, teniendo en cuenta que hoy es perfectamente posible medir la actividad docente a través de un inmenso cuerpo estadístico de varios años de duración. Cualquier matemático es capaz de articular un sistema de medición estadístico con poco margen de error con la superabundancia de información. La última, que también se nombró, seguridad laboral, pero flexibilidad. Tanto para delimitar la carrera profesional del profesor hacia aquellos apartados en los que más aporta, así como para retirarlo de la carrera si fuera necesario.

    Con esto, buenas condiciones laborales (que ya las tienen) y primando la vocación en el acceso a la formación del profesorado, no haría falta pregonar la necesidad de revalorizar la profesión. Decía un parlamentario que una persona que tiene una enfermedad grave ni siquiera piensa en ir a la sanidad privada, elige la pública por su calidad. Sin publicidades de ningún tipo ni prestigios que reclamar. A ver cuando la educación pública puede decir lo mismo.

  • #030
    caminologa - 24 octubre 2017 - 19:42

    Envío mi reflexión a través de este enlace, que va a una entrada que hice específicamente sobre ello.
    https://unamillennialdeprofesora.wordpress.com/2017/10/24/copiandole-la-entrada-a-edans-ser-profesor-a-en-espana/

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