Los corsés de la vieja economía

Iron corset (XVI century) Un interesantísimo artículo titulado «The Uber economy requires a new category of worker, beyond ‘employee’ and ‘contractor’« avanza en las ideas que ya comenté en artículos anteriores: empresas como Uber, Lyft, Instacart, TaskRabbit y muchas otras están dando lugar a una profunda reflexión sobre el planteamiento de las relaciones laborales, que parecen encorsetadas por conceptos que provienen ya no del siglo XX, sino de una evolución que, en realidad, se inició en el XIX.

No, la solución no parece impedir a este tipo de empresas que pongan en marcha unos planteamientos que, sin duda, son muy bien recibidos por una parte muy significativa de quienes participan en ellos. Pretender que todo aquel que conduzca para Uber o Lyft, o que toda persona que decida emplear parte de su tiempo haciendo recados o la compra para un tercero sea clasificado como empleado, con todos los derechos y las obligaciones derivadas de ello, es sencillamente absurdo.

El auge de las plataformas que vinculan las necesidades de oferta y demanda se produce porque suponen una enorme flexibilización, una auténtica capa de aceite que reduce la fricción en unos mecanismos que llevaban limitados y anquilosados demasiado tiempo.

La contestación de Uber a las demandas de tres conductores que exigían ser tratados como trabajadores parece tener bastante sentido: no existe un único tipo de conductor en Uber, ni siquiera uno mínimamente representativo. Una gran mayoría de ellos aprecia precisamente la flexibilidad que Uber le proporciona: tienen una empresa que les proporciona clientes y les obliga a unos requisitos determinados, pero también son sus propios jefes y deciden cuánto trabajar, a qué horas, a quién recogen y a quién no.

Algunos de los efectos derivados de esta flexibilidad atentan contra cuestiones que tienen un planteamiento como mínimo complejo: un conductor de Uber o Lyft puede perfectamente, por ejemplo, negarse a llevar a una persona ciega en su automóvil si va con su perro guía, o a cargar la silla de ruedas de un minusválido, y de hecho, resulta muy complicado plantearse cómo obligarle a ello. Si fueran empleados y tuviesen en su contrato laboral esa obligación, no podrían negarse sin evitar una sanción disciplinaria. Del mismo modo, dado que la aplicación permite evaluar no solo a los conductores, sino también a los viajeros, un conductor podría no querer aceptar un servicio que, a altas horas de una noche de viernes o sábado, le ofreciese llevar a un pasajero que en varias ocasiones anteriores ha resultado estar bebido y vomitar en el vehículo. ¿Es positivo que este tipo de libertad exista? Sería muy discutible, pero es una consecuencia clara de una indefinición, de un tipo de relación que, sencillamente, no encaja en las definiciones habituales.

¿Hay algo que impida a un un trabajador en este tipo de fórmula embarcarse en un maratón de veinte horas trabajando porque necesita dinero para un fin en concreto? En principio, no. ¿Es bueno que así sea? Muy posiblemente no, aunque podríamos plantearnos que eso ya ocurre en muchos casos actualmente, al margen de este tipo de empresas. Los taxistas que empalman días con noches para no desaprovechar momentos de elevada demanda son multitud, lo que indica que si criticamos a las nuevas plataformas por posibilitar este tipo de cuestiones, estaríamos en realidad atribuyendo incorrectamente estos problemas a quien no los genera de manera exclusiva (como de hecho ya ha ocurrido con otras acusaciones, como la de supuesta generación de economía sumergida, que sin duda tienen también lugar cuando la prestación de esos servicios se da siguiendo el esquema tradicional).

La solución parece estar en la creación de tipologías más abiertas, que posibiliten la actividad de los trabajadores que desean condiciones de flexibilidad, evitando las posibles situaciones indeseables o de abuso que podrían generarse por ello. Posiblemente sea necesario obligar a las compañías que emplean trabajadores de este tipo a depositar determinadas garantías que aseguren, por ejemplo, la provisión de determinadas garantías, o que eviten esas posibles situaciones de abuso o riesgo. Pero sin duda, lo que resulta fundamental es abrir ese debate: el avance de la tecnología ha dado lugar a una situación que se ve claramente encorsetada por unas limitaciones que, muy posiblemente, no hayan aguantado bien el paso del tiempo. Las condiciones, sencillamente, ya no son las mismas que cuando la legislación laboral se desarrolló. Se impone repensar las cosas.

 

This article is also available in English in my Medium page, “Time to rethink labor laws

11 comentarios

  • #001
    Oscar Puerto - 11 julio 2015 - 16:01

    Si la tecnología avanza tanto, también se puede implementar para la protección del trabajador.
    Como siempre enfocamos nuestros objetivos de la forma más conveniente para nuestra forma de ver las cosas.
    La cuestión es, que tipo de sociedad queremos?
    Una en la que los trabajadores no tengan ningún tipo de protección o derechos (estamos todos deseando perderlos) o una sociedad donde todos cooperemos?
    Porque para las dos visiones las tecnologías nos puede ayudar. Tanto si queremos simplemente bajar una app y ponernos a trabajar sin dar cuentas a nadie (por otra parte una forma de común de hacerlo en España y que es bastante insolidaria) o podemos bajar esa app que tendrá conexión con el Estado para que toda tu actividad quede registrada y colabores a arreglar esas calles por las que circulas en proporción a lo que has trabajado. Porque la tecnología para las dos opciones existe.
    No hablamos de tecnología, hablamos de sociedad y Estado.
    Y me hace mucha gracia lo de ser tu propio jefe. No eres un tu propio jefe, eres un falso autónomo que lo único que puedes hacer es conducir, porque todo lo demás lo decide alguien muy lejos de donde trabajas.

  • #002
    Pablo Hidalgo - 11 julio 2015 - 17:12

    En México existe una economía que esta fuera de las reglas a la que se someten las empresa formales y es el mercado informal. Millones de personas viven de esa economía realizando diversos oficios con sus propias reglas y precios así como también diferentes formas de negociar los trabajos o servicios que ellos realiza hacia el cliente.

    Tienen sus ventajas y sus desventaja, y se aplica mucho el dicho de «el cliente lo que pida» incluso cuando el cliente esta mal. Cuando uno requiere un servicio también se convierte prácticamente en el jefe y supervisor. También es común el trueque ya sea en especie o pagando un servicio con otro servicio.

    El mercado informal en México se asemeja mucho a la economía colaborativa pero lamentablemente al no existir un «intermediario» no existen reglas que fomenten un buen servicio cayendo muchas veces en los fraudes y/o mala calidad.

    En mi experiencia personal les puedo decir que una vez necesitaba un trabajo de balconeria fui con varias personas y a la que le pedí el servicio fue porque me rebajó el precio cuando yo le di una vieja estructura metálica que no me servia.

    El trueque debe ser parte de la economía colaborativa pero es necesario establecer ciertos parámetros para que pueda funcionar con la satisfacción tanto del cliente como del vendedor.

    Saludos.

  • #003
    Antonio Castro - 11 julio 2015 - 19:20

    La peor clase de corsés es la que deriva de la acción de los grupos de presión que pretenden encorsetar la economía para que los grandes dinosaurios sobrevivan a unos cambios a los que no logran adaptarse.

    La política debería contribuir a garantizar el interés general, pero cuando sucumbe a bastardos intereses y hace lo contrario de lo que los ciudadanos esperamos de ella, se convierte en un pesado lastre para el progreso.

    Hace poco leí un interesante artículo: JOSE ILDEFONSO: “UNO DE LOS MAYORES ENEMIGOS QUE TIENE CUALQUIER EMPRENDEDOR SE LLAMA ‘GOBIERNO DE ESPAÑA’”

    Yo dudo que algo así pueda calificarse de torpezas gubernamentales, por eso hablo de decisiones políticas sucias. La corrupción hace mucho más daño que el derivado del enriquecimiento ilícito de responsables políticos. Lo peor son las decisiones que se toman al margen del interés general.

  • #004
    Victor - 11 julio 2015 - 20:31

    ¿Y dónde ponemos la raya para delimitar lo que es «trabajador antiguo» y «trabajador moderno»? Y lo más importante ¿cómo evitamos que nos «modernicen» a todos? Porque la CEOE aplaudiría con las orejas quitar todas esas trabas como vacaciones pagadas, cotizaciones, indemnizaciones por despido… Si ya con el tema de los falsos autónomos hay mamoneo, con esto ni te cuento.

  • #005
    Krigan - 12 julio 2015 - 00:17

    Niego la mayor. No veo ninguna clase de «nuevo trabajador», un conductor de Uber/Lyft/etc (es posible estar simultáneamente en varias) es simplemente un autónomo, como lo son la gran mayoría de los taxistas, incluso si consiguen clientela a través de Radio Taxi, Mytaxi, etc.

    Tan erróneo (e ilegal) es clasificar a un asalariado como autónomo, como lo contrario.

    • Ricardo - 12 julio 2015 - 15:58

      Si fuese un autónomo legalmente establecido y pagará sus cargas sociales como cualquier otro autónomo que ejerce su trabajo, lo consideraría otro trabajador más sin ninguna objeción, pero si gana dinero trabajando ilegalmente al margen de la ley sin derechos ni obligaciones, quitando el pan de alguien que paga religiosamente sus obligaciones con todos nosotros (hacienda+seguridad social), el estado debe perseguir tanto al empleado (conductor) como al empleador (uber). O de otra forma… Dejemos todos de pagar nuestras obligaciones y que nuestro amigo conductor de uber se vaya a atender al hospital que nadie paga y se dará cuenta el porqué tiene que ir por la vía legal y colaborar con el resto.

      • Krigan - 12 julio 2015 - 18:33

        Obviamente, un conductor de Uber/Lyft/etc también ha de cumplir con sus obligaciones legales, como cualquier otro autónomo. ¿Acaso alguien dijo lo contrario?

        Si es autónomo, no hay empleador. Si un taxista defrauda a Hacienda o a la SS, Radio Taxi y Mytaxi no son responsables.

        • Ricardo - 12 julio 2015 - 19:05

          Es que el problema está en que para trabajar en uber nadie te exige nada… Por eso es más simple defraudar, sin contar la indefension del cliente que probablemente no lo tenga en cuenta al contratar el paseo, pero si hay un accidente con heridos la pasará canutas. Lo de no ser empleador… Pues, estos no piensan lo mismo. http://politikon.es/2015/06/17/uber-falsos-autonomos-y-la-explotacion-silenciosa/#
          Yo no soy taxista ni conductor pero me pongo en la piel de estos trabajadores y entiendo que es competencia desleal, porque detrás de un móvil y una app se esconde un negocio oscuro y poco legal. Mira como nadie se queja de las apps de taxis que es algo parecido pero dentro de la ley. Una cosa es tecnología y evolución y otra es saltarse la ley con sistemas difíciles de controlar. Lo de airbnb… Es 3/4 de lo mismo pero como nadie se a quejado y los alquileres siempre han sido algo muy oscuro… Pues sigue creciendo. Imaginate un día en que montemos una Red de servicios legales estilo uber en la cual no exigimos nada… O de médicos… O de [pon lo que te imagines].

  • #009
    Manolo - 12 julio 2015 - 12:17

    Evidentemente cada vez que aparece una herramienta nueva hay que adaptarse y aparecen ganadores y perdedores. Pero hay conceptos que poco tienen que ver con las herramientas y más con ideas básicas.
    Seguro que habría gente dispuesta a trabajar sin vacaciones, sin descanso semanal y por la mitad del salario mínimo y de hecho así pasa de todos modos. Pero Eso no debería permitirse.
    Si un conductor de uber no admitiera negros en su coche, o mujeres, lo mismo no valdría lo de la libertad individual. Como de momento se niegan o pueden negarse a admitir perros guía y los usuarios somos pocos, pues ahí no pasa nada.
    Eso de @libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre@ está más vigente que nunca.
    Pero debatir, todo puede y debe debatirse.

  • #010
    Por comentar - 13 julio 2015 - 08:44

    Para mi es muy simple: son autónomos.

    El problema no debería ser inventarse un nuevo tipo de trabajador, sino reinventar el concepto de autónomo. Si quieres llamarlo profesional liberal, adelante. Ponle el nombre que quieras. Pero el problema es redefinir las obligaciones que tiene un autónomo. Flexibilizar esa figura. Y dejar de llamar autónomo a quien no lo es.

    Porque una persona que tiene a otra contratada no debería ser autónomo, sino empresario. El autónomo no debería tener capacidad para contratar laboralmente a nadie. Eso se llama micropyme. El autónomo es el que trabaja para si mismo.

  • #011
    Alfonso - 15 julio 2015 - 00:41

    Es un discurso muy en la línea del neoliberalismo, considerar la regulación un corsé que impide la evolución de la economía.
    La realidad es que cada vez que se revisa esta ‘vieja regulación’ los derechos de los trabajadores se reducen en aras de la ‘flexibilidad’ , el mercado, la competencia….
    Y no es porque cualquier revisión tenga que ser mala per sé sino porque ¿a quien están beneficiando los políticos de turno? ¿A los trabajadores o a las grandes empresas y lobbys?
    El día que vea un sólo cambio en la regulación laboral que no sea en contra de la parte más débil me lo pensaré, mientras tanto cuanto más toquen peor.

Dejar un Comentario

Los comentarios están cerrados