Modelando la comunicación en la red: un panorama complejo

IMAGE: Agnieszka Bernacka - 123RFMe resulta muy interesante ver de qué manera y con qué características se desarrollan modelos de comunicación en la red a medida que se populariza el uso de determinadas las herramientas.

En la comunicación offline, los modelos están relativamente claros, en función de variables como el canal utilizado: una conversación cara a cara o por teléfono es esencialmente privada, y aunque la otra persona puede contársela a un tercero, el mensaje ya no es necesariamente exacto ni fidedigno. Si queremos trascendencia, recurrimos al medio escrito o a un canal asimétrico en el que muchas personas pueden ver lo que se dice y es además susceptible de almacenarse: el papel trasciende, porque puede ser almacenado y mostrado a terceros, del mismo modo que puede trascender algo dicho delante de una grabadora o de una cámara. Una conversación casual de un político con alguien que tiene al lado es, en principio, parte de la esfera privada y solo trasciende a quien la escucha y a quienes este se lo quiera comunicar con un nivel mayor o menor de credibilidad. Pero si había un micrófono abierto, trasciende porque muchos pueden escucharla y atestiguar que lo han hecho, o porque queda grabada y trasciende.

En toda herramienta existe un modelo de uso teórico, marcado por las características, filosofía y limitaciones de la misma, y un modelo de uso real, que se vincula con los usos y costumbres que los usuarios adoptan en la práctica. Existen, además, varios ejes interesantes, marcados por variables con distintos comportamientos. En algunas redes,  como Twitter o Instagram, un mensaje recibe de facto la etiqueta de “público”, es decir, se le otorga un permalink y puede ser visto por cualquiera que acceda a una URL determinada sin limitaciones. En otras, como Facebook o Google+, es preciso pertenecer a un subconjunto que el usuario puede filtrar, o bien esperar a que alguien que pertenece a ese primer círculo lo haga público. En la naturaleza de Facebook está el hecho de que lo que publiquemos se restrinja, por defecto, a todos aquellos usuarios que definimos como amigos y a los amigos de estos, un nivel de privacidad de muy difícil control, y más si añadimos que cualquiera de estos pueden, con un solo clic, aumentar el alcance comunicativo del mensaje. En el de Google+, en cambio, se diferencia más claramente el alcance de los mensajes, que pueden ser directamente públicos o compartidos solo con determinados círculos, comunidades abiertas o cerradas, etc.

Además, las herramientas evolucionan con el tiempo. Entre el modelo de Twitter que conocimos en 2006 y en el que se respondía a la pregunta “¿qué estás haciendo?” y el existente hoy, en el que se responde a “¿qué está pasando?” va todo un cambio de filosofía y de esencia de la herramienta y de su modelo de uso. En el caso de Snapchat, por ejemplo, se parte de un modelo basado en la fugacidad: “ahora lo ves, ahora ya no lo ves”, y si lo quieres reenviar, tienes que hacer cosas casi definidas como “poco naturales”. Pero en su última versión, parece avanzar hacia modelos que permiten mayor trascendencia, al ofrecer la posibilidad de ver los mensajes más de una vez.

La mensajería instantánea nos permite un modelo de comunicación en principio privado, pero sujeto a una trascendencia marcada por el hecho de que los mensajes pueden, por lo general, ser almacenados. Como una conversación en el bar, pero con taquígrafo. O se sublima y se convierte en una especie de punto de reunión, como sucede con muchos grupos de WhatsApp de amigos, compañeros o familiares, donde circula información que posteriormente puede ser vuelta a evocar, reenviada, comentada al margen de la aplicación, etc. En cierto sentido, el modelo Snapchat se parecía más a la esencia fugaz de la conversación: te digo algo, pero te privo – en la medida de lo técnicamente posible – de la posibilidad de almacenarlo.

Por lo general, y derivado del éxito de aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp, Line, KakaoTalk, Spotbros y similares, las redes sociales están evolucionando para dotarse de canales privados o reforzar los que ya tenían. Instagram permite ahora mensajes privados, Facebook intenta reforzar su correo electrónico y su chat, Twitter refuerza sus DMs y se plantea si darles todavía más posibilidades, etc. y empieza a conformarse un universo de opciones para la comunicación en el que escoger un canal u otro empieza a depender de muchas cuestiones no siempre obvias: ¿Tiene la persona cuenta en esa aplicación? ¿Hace de ella un uso activo? Yo intento – en la medida de lo humanamente posible – contestar mis correos electrónicos, pero me resulta muy difícil contestar en Facebook, y en muchas ocasiones hay correos que simplemente no llego a ver. En LinkedIn, sin embargo, suelo contestar con cierta premura. En Twitter, suelo ser rápido contestando por DM, pero es un canal restringido a aquellos a los que sigo. Uso bastante Skype, pero no lo tengo conectado por defecto, de manera que lo restrinjo a conversaciones pre-acordadas por otros medios. En WhatsApp tengo cuenta pero no tengo la aplicación instalada, por lo que no contesto nunca. Y todas estas especificidades no son en absoluto obvias ni conocidas salvo por aquellos que ya me conocen.

Creo entender la atracción de la intrascendencia asociada a la primera versión de Snapchat (a pesar de ser una aplicación que me ha resultado complicado probar con cierta intensidad… o no encontraba usuarios, o no veía el contexto de uso), pero sí me ha llamado la atención lo suficiente como para preguntarme por qué razón no se trabaja más en herramientas de ese tipo, en las que se deniegue directamente la posibilidad del “taquígrafo”, como esa función off the record de Google Talk, que he visto utilizada en muy pocas ocasiones: no “impide” una captura, pero en principio no almacena la conversación.  Tal vez lo más parecido a la conversación como tal sea el chat de vídeo: lo que comentas en Skype, en un hangout o en un Facetime, salvo que se haya acordado su grabación, se lo lleva el viento como se lleva una conversación telefónica en la barra de un bar.

La explosión de la comunicación online ha traído consigo una hiperabundancia de canales y posibilidades cuya gestión y dinámica competitiva empieza a tener ya una cierta complejidad que parece ampliarse con el tiempo. En lo personal, empieza a precisar de algún punto en el que definamos nuestras preferencias comunicativas (LinkedIn, por ejemplo, ofrece un punto específico en el que hacer esto) para evitar el efecto “teléfono estropeado” (“te envié tres WhatsApps, y ni caso”). En lo corporativo, precisa de directrices que eviten usos poco recomendables o herramientas poco adecuadas que terminan siendo utilizadas por una dinámica de simplicidad, pero que no responden a los estándares de lo que debería ser una comunicación corporativa. Y en general, seguimos a la espera de que muchas herramientas terminen por definir sus características, su nivel de adopción y su modelo de uso… un panorama que no tiene demasiados visos de estabilizarse en un futuro cercano.

 

(This post is also available in English in my Medium page, “Online communication: an increasingly complex panorama«)

4 comentarios

  • #001
    Julio - 29 diciembre 2013 - 02:10

    [Off-topic] Enrique, te ruego que le eches un vistazo a este artículo que desmiente lo de Iron Maiden:
    http://techcrunch.com/2013/12/27/how-a-fabricated-story-about-iron-maidens-love-of-music-pirates-became-internet-truth/

  • #002
    VivaldiBonao - 29 diciembre 2013 - 04:24

    Creo que en pos de la simplicidad es que va todo. Hace unos años estaba todo resuelto. Usabas el Email y queda todo almacenado. El skype para chat (donde puedes hacer llamada de voz y video). Si quieres que algo quede publico pues twitter., ¿Enrique, porque ahora nos complicamos con tantas herramientas?

  • #003
    Rafael Espejo - 29 diciembre 2013 - 13:52

    Hola Enrique,

    Estoy de acuerdo contigo y creo que al final es lo que hacemos sin darnos cuenta, aunque sin querer nos creemos cuentas en muchos sitios diferentes, solamente utilizamos la red que nos llama la atención y nos sentimos a gusto por uno o varios motivos.

    Pienso que esta bien que haya donde elegir, que podamos escoger el canal que más nos guste y que creamos más conveniente para cada momento, creo que al fin y al cabo la decisión la tomamos nosotros aunque parezca que esto nos supera.

    Saludos y buen fin de semana!!

  • #004
    Benet M. Marcos - 31 diciembre 2013 - 21:39

    Sobre Snapchat y la intrascendencia de la que hablas, me pareció muy interesante este post de Mitch Joel sobre la no permanencia de los contenidos o «la web porosa»: http://www.twistimage.com/blog/archives/the-porous-web/. Creo que es un planteamiento que explica un poco cómo las empresas deberían atender más a esta falta de permanencia -o intrascendencia incluso- de los contenidos, aunque también creo que está muy alejado de la realidad con la que nos encontramos…

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