Nos prometieron empatía embotellada: un compañero digital incansable, disponible las veinticuatro horas, que escucha sin juzgar y jamás envía una factura. La idea de utilizar la inteligencia artificial como psicólogo o terapeuta ha crecido al ritmo de la demanda de salud mental, con aplicaciones, chatbots y plataformas supuestamente «empáticas» que prometen de todo, desde manejar el estrés hasta recuperar traumas.
La historia suena atractiva. Pero también es profundamente peligrosa. Y con millones de personas, muchos de ellos muy jóvenes, utilizando rutinariamente un chatbot como si fuese un terapeuta o un psicólogo para contarle sus problemas y asistirles en sus decisiones personales, mucho más aún.
Los experimentos recientes con estos «terapeutas artificiales» muestran lo que ...