Sin duda, uno de los ámbitos que más se ha acelerado en su digitalización a raíz de la pandemia ha sido la educación, aunque como tantos otros ámbitos, no siempre lo ha hecho de la manera adecuada. Casi de un día para otro, millones de estudiantes en todo el mundo se vieron recluidos en sus casas y forzados a continuar el proceso educativo a través de internet, sin saber si disponían de las infraestructuras adecuadas, sin haberse preparado en absoluto para ello, y sin siquiera adaptar las metodologías al nuevo canal.
Pero si en un aspecto han podido verse las carencias en este sentido, ha sido en el de la evaluación: en el Reino Unido, millones de estudiantes se vieron de repente sorprendidos por notas inesperadamente bajas en su Certificado General de Educación Secundaria (GCSE), una calificación que generalmente tiene en cuenta un examen que este año fue cancelado, y que tiene un impacto muy elevado en las posibilidades de elección de grado y universidad de los alumnos. El algoritmo, Ofqual, llevó a cabo entre otras cosas un proceso de estandarización de las calificaciones para evitar su inflación, y dio lugar a protestas masivas que terminaron con su cancelación y la revisión de todo el proceso.
Algo parecido ocurrió en el International Baccalaureate: otro algoritmo sustituyó a los exigentes exámenes que tradicionalmente tenían lugar a fin de curso, y condenó a muchos estudiantes a quedarse fuera de las universidades a las que habían aplicado, en un momento de sus vidas, el que transcurre entre el final del curso y la admisión en la universidad, en el que todo transcurre muy rápido y las decisiones pueden tener un fuerte impacto en sus vidas.
En el que es sin duda mi ejemplo favorito, una serie de alumnos en colegios norteamericanos que durante el confinamiento comenzaron a utilizar una plataforma online concreta, Edgenuity, descubrieron una forma sencilla de trucar sus exámenes para obtener siempre las máximas notas: se dieron cuenta de que el algoritmo de corrección para exámenes de tipo ensayo, en realidad, lo único que hacía era buscar determinadas palabras clave en las respuestas que habían dado, y comenzaron a incluir, como si fueran hashtags, una serie de palabras genéricas que podrían tener que ver con esa respuesta. El algoritmo las detectaba, asumía que la respuesta cubría la temática que tenía que cubrir de acuerdo con el temario, y otorgaba la nota completa.
De una u otra manera, todo indica que, por un lado, la evaluación de los alumnos es algo delicado y que debe producirse con algo más de criterio que un simple proceso matemático que estandarice o asigne una nota. Y, por otro, que sin duda, todo lo que sabemos de cómo evaluar lo que una persona sabe o deja de saber está basado en principios equivocados, en muchos casos en factores absurdos como la capacidad de memorización aunque no se haya entendido o asimilado nada, y que es un ámbito en el que hay que trabajar muchísimo más. Soy profesor desde hace treinta años, no hay cosa que odie más que la forma en que evaluamos el trabajo de los alumnos, y estoy seguro de no ser el único.
Todos los años, millones de estudiantes terminan tomando decisiones forzadas con respecto a su futuro condicionados por unas notas que, en muchos casos, no reflejan sus verdaderas capacidades o habilidades, y que tendrían mucho margen de mejora como herramienta diagnóstica. Lo que ha hecho el cambio a enseñanza online forzado por la pandemia ha sido, simplemente, mostrar esas carencias, y hacerlo de una manera taxativa. Culpar a los algoritmos, simples herramientas matemáticas, sería un error. En este caso, el culpable está, sin duda, en otro sitio.
This article was also published on Forbes, «Algorithms and education: not so fast«
Engañar con trampas burdas a los sistemas automáticos de control es el pasatiermpo favorito de muchas personas.
El ultimo timo a los bancos consistió en robar a los cajeros automáticos por ese sistema https://www.adslzone.net/2017/04/05/asi-funciona-el-virus-que-no-deja-rastro-para-robar-cajeros-automaticos/
De momento la IN (Inteligencia natural) gana a la IA por goleada.
IN versus IA, nada más falso, ¿o es que la IA surge de forma espontanea de la copa de los árboles? ¿O se reproduce por esporas? ¿O es que no «sale» de la IN como se le llama, también erróneamente, porque de natural tiene lo que yo de obispo de Teruel? En fin…
Hay una desintonía hoy en día en el cribado de alumnos. En la enseñanza presencial deben existir que lnumerus clausus para poder enseñar con unos recursos materiales (aulas, profesores) que normalmente son limitados y en cierta medida para preservar la calidad de los egresados.
¿Para qué estudia un alumno? Si contestamos que para formar y preparar a ese alumno para el entorno laboral, entonces debehaber una correlación entre número de alumnos y la cantidad de profesionales realmente demandada. Pero si contestamos que el alumno asiste a una universidad para cultivarse, enriquecerse o para ampliar el bagaje cultural o vocacional, entonces el número de egresados por especialidad deberían ser numerus apertus a los recursos disponibles y no por límites laborales.
¿Tiene sentido filtrar el número de alumnos en una enseñanza online? Pues si no son necesarias clases presenciales estilo laboratorios, y simplemente se trata de permitir a los alumnos algo equivalente a una autoformación online, y una asistencia mínima casi en la modalidad que exisitía antes en algunas enseñanzas de matrícula libre, creo no debería haber filtros de entrada estilo GCSE o similar. Algo parecido a lo que sucede con los famosos MOOC. Estos cursos abiertos tienen sentido ya que no fomentan la titulitis sino las ganas de aprender nuevas cosas. Cosa que también puedes hacer hoy en día siguiendo tutoriales, o cursitos en plataformas como youtube. Lo que es de nota, y no cum laude es intentar corregir respuestas abiertas con algoritmos, ahí está el nivel de algunos.
La inmensa mayoría de la gente acaba trabajando en cosas que nada tiene que ver con su especialidad, Pongo de ejemplo a Enrique Dans, biólogo que enseña Tecnología., o yo mismo que he acabado en informática,
Si limitas las plazas a la demanda de la sociedad, puede que te ocurra que no encuentras expertos, porque ellos han decidido hacer después otra cosa.
Sin embargo, tiene que haber un límite, el tamaño de las aulas de la universidad , no puedes meter mil alumnos, en un aula de sesenta plazas.
Otra cosa es un curso no presencial, pero aun así, hay un límite que es lo que sensatamente puede atender su profesor/tutor por un sistema no presencial.
De esto Dans sabrá mucho mas que yo, pero me parece que no es lo mismo tener 40 alumnos que 600 en un curso on-line.
Otro ejemplo https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2020-09-03/repartidores-amazon-cuelgan-moviles-arboles-flex_2734624/?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=TeknautasDiarioAutomatico
Que incluyan una asignatura » como utilizar el ocio de forma inteligente», por que entre la IA, la automatización, el paro tecnologico, la RBU, etc, vamos a tener una generación
cuyo nivel cultural les va a dar para poner likes a la ultima estupidez colgada en el TikTok y poco más, eso si, van a ser de lo mas cool, poliamorosos y con un gusto musical exquisito, reggaeton chabacano postcovid.
Solía decirse en el mundo profesoral (y supongo que se sigue diciendo) que había tres «marías» entre las asignaturas de un currículo educativo formal : EF (llamada siempre Gimnasia), Artes Plásticas (se llamase como se llamase) y la infausta Religión (un oprobio cultural, en educación formal, (aica o no laica, como otro cualquiera).
Pero la parte realmente maría (despreciable) del proceso educativo, siempre fue la evaluación. Algo así como la chirigota principal en los carnavales de Cádiz, para todo profesorado que se precie, y más si fuese catedrático.
Una simple y mecánica prueba escrita (tópica y totalmente memorística, aún en matreias de tipo científico), con una posterior «evaluación» que, poco más que dejarla a merced de la gravedad, se hacía rápido y con la mayor cantidad de prejuicios posibles sobre el alumnado que se examinaba.
Así que dudo mucho que un «simple» programador, lo pueda hacer mucho mejor que el profesorado medio. Puede que ponga mejor intención, pero dudo mucho de su capacidad, para entrar en el tenebroso mundo de la evaluación académica.
Porque si no fuera tenebroso y muy difícil, como explicar el sinsentido de los tribunales de oposición (y un servidor los sufrió, enfrente y detrás del tribunal!), por ejemplo
Es cuando tenemos una educación basura, que no potencia las habilidades del estudiante concreto, sino que se basa en educación a granel o a peso… y todos tienen, valen y sirven para lo mismo.
Demostración de que por muchas tecnologías súper chachi pirulis que se usen, si no se cambia el enfoque inicial, todo vale para nada.
Pues si, los sistemas de amaestramiento, llamados sistemas educativos, ya no funcionan!!!!
Yo recuerdo mi EGB (Academia privada) Durante el año, era una patata, sin embargo, llegaban los exámenes finales y todo Notable o Sobresaliente.
Con los años, cuando hago repaso de mi vida, encuentro posibles razones, y entre ellas, que el “examen final de Junio”, era el decisivo. No importaba que hubieras hecho durante el año. Ese examen decidía si volvías en septiembre o repetías curso. ¿Para que esforzarse? Bastaba hacerlo al final.
FP. Cambio de escuela. 11 asignaturas, 11 profesores y 11 métodos diferentes de evaluar… Mis notas mejoran sensiblemente, me atrae la electrónica industrial, hay “motivación”. Pero esas formas diferentes de evaluar (por medias, por test semanales, por exámenes mensuales o trimestrales, cada uno lo suyo), me desmoralizaba. Esa falta de uniformidad…
Pero tenia una asignatura concreta: Tecnología. El profe (al punto de jubilación) no hacía exámenes, ni test… se fijaba en “que” hacíamos en clase, nuestro grado de atención, quien tomaba apuntes, hacia preguntas, se apuntaba a excursiones para visitar empresas que nos organizaba (pocos, por cierto) …
Con los años, he acabado siendo “Técnico de formación Continua” (no “profesor”, aunque me llamen así. 15 años llevo ya). Yo no hago exámenes, me fijo en mis alumnos, que hacen, su interés, sus preguntas… tengo obligación de dicho examen, y sin embargo, lo reconozco, lo falseo. Nunca he suspendido a nadie (y alguno lo hubiera merecido). Todos han tenido su certificado o título según el caso.
Dejar en manos de una IA la evaluación, me parece un craso error, al menos en los tiempos actuales. No están preparadas suficientemente y falta el Factor Humano que las corrija.
Recuerdo preguntar al profesor de Tecnología, el porque no nos hacia exámenes:
“Todos podemos tener un mal día, perder a alguien, la regla en las chicas, un enfrentamiento… lo que sea. Y en un examen, eso marca más que lo estudiado. Prefiero vuestro día a día”.
La enseñanza online no me gusta para cursar lo que debería se presencial, es decir, para lo que entendemos que debe ser «la educación o la enseñanza obligatoria» pero…. sin embargo creo que es buenísima para aprender por tu cuenta, es decir:
a) Quiero programar Python, pues ahí tienes tropecientos recursos
b) ¿aprender un instrumento como hobby, o fotografia, o cocina ? Ahí tienes recursos a miles
Que luego quieres, más o menos, que sepan que has hecho un cursito de IA, o de catalogación, sácate el pequeño certificado del MOOC.
Pero si realmente quieres ser cirujano, teniente del ejército o cura, pues a pasar por la piedra del presencial…
Lo que si «odio» son la cantidad de charlatanes que hay estilo coach, gestiona tu tiempo, aprende más rápido con superlearning. Antes eran las academias de informática y sus cursos para personas que no entraban en FP o la Facultad, ahora es la moda de los chamanes de la autoayuda… en fin. No quiero dar nombres pero alguno es muy conocido…
+1000 XDDDDD
Yo soy muy rácano con los mas 1000
pero que conste en acta que solo «me peleo» contigo con los +999 XDDDD
Es el tick cervecero de mi dedo llamando al camarero, no le des mas importancia… XDDD