Hoy, la compañía de historial crediticio estadounidense FICO anunció que lanzará dos modelos, FICO Score 10 BNPL y FICO Score 10 T BNPL, que incorporarán por primera vez la información de los préstamos «Compra Ahora y Paga Después» (BNPL) a la hora de calcular la solvencia de los consumidores. El movimiento no es menor: en Estados Unidos se espera que noventa millones de personas utilicen estas fórmulas de pago durante 2025, y la Reserva Federal ya advierte de que casi una cuarta parte de los usuarios pagó tarde alguna de sus cuotas en 2024, precisamente en lo que consiste el negocio de este tipo de plataformas, frente al 18% del año anterior.
En España, el fenómeno avanza con paso firme: un 40% de los consumidores españoles ha usado BNPL al menos una vez, y más de la mitad declara que mantiene o incrementa su frecuencia de uso. Cuatro de cada diez españoles recurren al BNPL de forma habitual para importes inferiores a quinientos euros con los viajes como categoría más importante (45% de los usuarios), y hasta el 67% afirma que se cambiaría de tienda para poder disponer de esta opción. El volumen de negocio total en nuestro país superará los 8,900 millones de dólares en 2025 con un crecimiento anual del 11.6%, y podría rozar los 13,300 millones de dólares en 2030. Estas cifras revelan que el BNPL empieza a formar parte de la «forma de pago por defecto» de amplias capas de consumidores, especialmente entre los millennials y Gen Z.
¿Eso es mucho o es poco? Depende, lógicamente, de con quién nos comparemos. En principio, poco, en torno al 3% del total del gasto en comercio electrónico, pero con un crecimiento apreciable. En los mercados pioneros, el salto cuantitativo es evidente: el BNPL ya representa el 24% del comercio electrónico sueco y el 23% del alemán, muy por delante del peso que todavía tiene en España. Esa brecha indica un fuerte margen de recorrido… y también de riesgo.
El Banco de España alerta de un problema central: estas «compras in vitro crediticio» se perciben como un descuento disfrazado y no como financiación; el resultado puede ser una falsa sensación de ahorro que desemboca en sobreendeudamiento cuando se acumulan varias operaciones simultáneas. La comodidad extrema – basta un clic en la pasarela de pago – reduce la «fricción psicológica» que antes actuaba como barrera natural contra el consumo impulsivo, y esa conveniencia, como vemos con el caso de Estados Unidos, termina trasladándose al expediente crediticio.
En Estados Unidos el salto del BNPL al informe de crédito ya es un hecho tras el anuncio de FICO. ¿Qué ocurrirá en Europa? El Parlamento Europeo aprobó la Directiva (UE) 2023/2225 sobre créditos al consumo, que extiende la obligación de información precontractual, la evaluación de solvencia y los periodos de reflexión a productos de financiación de bajo importe, incluido el BNPL: la operativa «sin intereses y en cuatro plazos» empieza a tener las mismas responsabilidades regulatorias que un crédito tradicional.
Para el usuario español, que en su mayoría suele desconocer cómo se calcula su historial crediticio, la consecuencia puede ser paradójica: lo que parecía una forma «sin coste» de pagar el móvil o las zapatillas puede terminar penalizando la puntuación crediticia si los retrasos se multiplican, encareciendo otros préstamos o incluso llegando a limitar el acceso a una hipoteca cuando se necesite.
Conviene, por tanto, reflexionar sobre varios aspectos: en primer lugar, el de la conveniencia frente a la consciencia. El mérito del BNPL es incuestionable, porque facilita la conversión, multiplica el ticket medio y ofrece flexibilidad en plena escalada inflacionaria. Pero esa misma inmediatez exige una alfabetización financiera que muchos usuarios aún no poseen. Además, es fundamental la transparencia obligatoria: la directiva europea forzará a los proveedores a detallar mejor los costes implícitos y a evaluar la capacidad de pago, algo que hasta ahora quedaba difuminado en la experiencia de usuario.
España se encuentra ante un dilema competitivo: mientras las grandes plataformas internacionales tienden a normalizar el BNPL, la banca tradicional y las fintech locales compiten por ganar cuota de mercado. Regular sin asfixiar la innovación pero con la adecuada prudencia será clave para no quedar rezagados frente a los líderes nórdicos o a la avalancha estadounidense. La educación financiera se configura como la mejor vacuna: ni los algoritmos de FICO ni las futuras leyes sustituirán la necesidad de enseñar al consumidor que «aplazar», te lo vendan como te lo vendan, es lo mismo que «endeudarse». Cada clic lleva aparejado un compromiso que, tarde o temprano, aparecerá en el balance personal… y muy pronto en su expediente crediticio.
El BNPL, por tanto, no es un demonio ni una panacea: es un recordatorio de que la tecnología puede suprimir las fricciones del pago, pero no elimina la aritmética básica de gastar hoy un dinero que aún no se ha ganado. Como sociedad, nos corresponde decidir si esa comodidad nos acerca a la inclusión financiera o nos empuja a una nueva burbuja de microcréditos invisibles que, como siempre, se terminan pagando.
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Coincido contigo en que la educación siempre es lo mejor porque, como bien mencionas, es una vacuna (previene) y no un medicamento (cura).
Ahora bien, que también desgraciadamente siempre hay un pero: los tiempos que corren no me parecen aptos para la educación no por falta de educadores de calidad sino por falta de ganas/intención de aprender. Es un tema muy largo – porque complejo – de desarrollar, pero en resumen y en general, estamos en una sociedad del mismo esfuerzo y de la inmediatez, valga la redundancia. El éxito del populismo a nivel mundial, el radicalismo (blanco o negro véase por ejemplo Hamas o Netanyahu, etc.) me parecen un ejemplo claro de ello.
De la misma manera que dos no pelan si uno no quiere, no hay más ignorante que el que no «quiere» aprender.
My two cents.
Mi mujer dice que si esta enseñanza – ala Educación Financiera – empieza desde la infancia, entonces puede germinar y crecer de generación en generación.
E incluso para algunos adultos que se niegan a seguir siendo ignorantes (una minoría EMHO), no sería justo privarles de tal oportunidad sólo porque otros no quieran aprovecharla; lo que se conoce como «hacer pagar a justos por pecadores».
Mi conclusión, gracias a mi mujer : ¡yes, porque la esperanza es lo último que se pierde!
Me temo que, con ser la educación un factor nada despreciable, poco se puede contra algo que lleva instalado hace décadas y que se llama purita adicción. Compulsiva, por cierto.
Existen deudas buenas y deudas malas. La única buena que he descubierto es la hipoteca. Incluso las de empresas para empezar (créditos ICO) pueden acabar siendo una asfixia
En principio aplazar sin intereses cualquier pago es una buena decisión financiera.
Sin embargo, por poner un ejemplo, comprar el iPhone 25 teniendo el 24 es mala, ya sea comprándolo a tocateja o a crédito.
La hipoteca ¿dices? ¿Deuda buena, dices? ¿Y las otras malas, dices? ¿Para quién es buena? Será para los que siempre hay cola para lamerle las nalgas… ¿Verdad que sí?
Repito una vez más, aquí está resumido TODO, absolutamente TODO:
https://youtu.be/iwBrxjo29UY
Y luego que si la IA, no se qué y la IA no se cuánto… ¿para cuándo una atención primaria a la IH que tanto menudea por doquier?
Y no todas gobiernan determinados países…
Yo propondría en los planes de estudio (ya no sé si el de ahora o en los 56823578 cambios que haya en los próximos años) una asignatura de educación financiera, donde los chicos aprendan los conceptos básicos con los que salir a enfrentarse a la vida.
Gran parte de los desmanes de la banca precisamente han sido por eso, por la completa ignorancia financiera de sus clientes.
Yo también incluiría en la educación básica conocimientos elementales sobre legislación laboral.
Y ya puestos sobre seguridad informática básica, protección de datos y como funciona realmente la investigación y el método científico.
Aún recuerdo, en 2007 y 2008, escuchar hablar a mucha gente que «ellos no habían vivido por encima de sus posibilidades», y que endeudarse por encima de su economía «no era culpa suya», sino del que se lo prestaba.
Pues parece que no aprendemos.
Decían que la información nos haría libres. Pos menos mal….
Procedo de un ambiente de labradores castellanos en los que lo «adecuado» era ahorrar primero y comprarse los caprichos después. El «comprar hoy y pagar mañana», lo considerábamos el sistema mas seguro de caer en manos de los usureros.
Posiblemente esta actitud es exagerada, pero es en la que me han educado.