La emergencia climática y la ironía de los grandes números

IMAGE: Pepi Stojanovski - Unsplash

Cuando se manejan cifras para plantear soluciones a grandes problemas, el resultado suele ser suficientemente mareante como para que, en la práctica, los titulares pasen desapercibidos o se conviertan en algo que olvidas en muy poco tiempo.

Recientemente leí un cálculo de una ex-directiva del Banco Mundial que cifraba en un billón de dólares anuales el dinero necesario para que los países en vías de desarrollo llevasen a cabo la transición de sus economías para reducir sus emisiones. Un asunto fundamental si consideramos que, por una simple cuestión de equidad y justicia, los países en vías de desarrollo reclaman poder utilizar combustibles fósiles para lograr multiplicar la productividad de sus economías del mismo modo que los países industrializados hicieron anteriormente durante muchos años y siguen haciendo aún ahora.

La pretensión de esos países, sin embargo, de desarrollar sus economías generando muchas más emisiones choca con dos cuestiones fundamentales: la primera, que si lo hacen, obviamente, el planeta se convertirá en un lugar hostil para la propia especie humana a la que pertenecen, en un fenómeno que no conoce fronteras y que, además, tiende a afectar más y más rápidamente a los países menos industrializados. La reducción de las emisiones tiene necesariamente que ser un proyecto global, y los países industrializados, claramente, no hacen lo suficiente ni para lograrlo, ni para ayudar a los países en vías de desarrollo para que consigan llevarla a cabo. Pero en segundo lugar, porque si bien la descarbonización de la energía y la economía cuesta dinero, también genera ahorros, y muy significativos, una vez implantada: las energías renovables son sensiblemente más baratas, hasta el punto de calcularse que esos ahorros podrían suponer unos doce billones de dólares anuales en el año 2050.

Un billón de dólares al año, un millón de millones. Resulta difícil imaginarse o visualizar esa cantidad de dinero. Pero es posible que ayude si pensamos que recientemente, en un plazo muy corto, el gobierno de los Estados Unidos se gastó cinco billones de esos mismos dólares para enviar a los norteamericanos cheques para aliviar las consecuencias de la pandemia. Sin entrar a discutir si tuvo sentido o no hacerlo, o si no había más remedio en un país que tiende a carecer de redes de seguridad para sus ciudadanos, estamos hablando de cinco billones de dólares, que el gobierno norteamericano obtuvo simplemente dándole vueltas a la manivela de la máquina de imprimir billetes.

De hecho, el Banco Mundial afirma que el coste de lograr una economía descarbonizada se cifraría en un extra anual de 3.5 billones de dólares, menos de lo que un solo país se gastó para aliviar las consecuencias de la pandemia para sus ciudadanos. De nuevo, las cifras son confusas, porque podemos encontrar la misma cantidad, 3.5 billones de dólares, pero estimada como el presupuesto necesario tan solo para descarbonizar la red de producción de energía de los Estados Unidos.

Por otro lado, hay una cuestión adicional y extremadamente importante: comparar el coste de llevar a cabo las reformas necesarias para descarbonizar el mundo, frente al coste de no hacerlo. Las empresas cifran en un billón de dólares el impacto de los efectos de la emergencia climática en tan solo los próximos cinco años, hay estudios de reaseguradoras que afirman que el coste de la factura de esa emergencia climática tan solo en indemnizaciones provocará un recorte en la economía mundial de 23 billones de dólares en 2050, y otros calculan que el coste total de la inacción climática se cifraría en 178 billones de dólares.

Frente a estas cifras, es interesante poner en contexto que el movimiento que niega el cambio climático y que pretende desinformar sobre su importancia se gasta mil millones de dólares todos los años simplemente en eso, en generar noticias falsas y en desinformar a políticos sobre el tema. O que las compañías que producen combustibles fósiles reciben once millones de dólares en subsidios… por minuto (nada menos que 5.9 billones de dólares tan solo en 2020, y subiendo). Mientras tanto, hay planes interesantes diseñados por científicos que afirman que se podría aspirar a detener la emergencia climática por trescientos mil millones de dólares.

¿Mareante? ¿Irónico? Pues es muy sencillo: para luchar contra la emergencia climática que hemos provocado en nuestro planeta hace falta dinero, sí. Pero solamente es eso: dinero. Se puede imprimir, se puede reinventar, se puede reasignar de otras partidas presupuestarias. No luchar y no cambiar nada, sin embargo, implica nuestra supervivencia. ¿Qué precio le ponemos a eso?


This article is also available in English on my Medium page, «Sure, it’s going to cost money to transition to a greener economy, but the truth is that we can’t put a price on our survival»

10 comentarios

  • #001
    Javier - 10 agosto 2023 - 14:27

    Solo la Iniciativa de la Franja y la Ruta le costará a China más que eso, y eso que es una pobre imitación (mala) del Plan Marshall:

    Un informe del Consejo Previsional Mundial (WPC, por sus siglas en inglés) estima que Asia, excluida China, requiere hasta US$900 mil millones de dólares en inversiones en infraestructura por año durante la próxima década

  • #002
    Dedo-en-la-llaga - 10 agosto 2023 - 15:08

    Oh, no, de ninguna manera, si sólo fuese dinero… ¡¡¡Nunca es SOLO dinero!!! Nunca.

    Saludos.

  • #003
    Chipiron - 10 agosto 2023 - 16:13

    Para entender temas globales, las cifras absolutas carecen de sentido. Bien por Enrique por darnos ejemplos con los que valorar y relativizarlos con otras acciones macroeconómicas.

    Para cuándo gobiernos (y por supuesto votantes) que quieran de verdad agarrar el toro por los cuernos?!!!

    • Enrique Dans - 10 agosto 2023 - 16:19

      Espera… ¿pero no era al gato al que había que agarrar por los cuernos? Hasta ahora me suena que estaban intentando llevarse al toro al agua, a ver si se van a haber liado con tanto bicho… :-D

      • Juan Alberto - 10 agosto 2023 - 23:53

        Es cierto, hay mucho animal suelto… de dos patas XD

  • #006
    Luis Hernández - 11 agosto 2023 - 09:26

    Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta de que no puedes comer dinero.

    Esta famosa frase atribuida al pueblo indígena Cree creo que habría que reescribirla:

    Sólo cuando el último árbol esté quemado, el último río seco, y el último pez asfixiado, te darás cuenta de que no puedes comer dinero.

  • #007
    Xaquín - 11 agosto 2023 - 12:33

    Buena disco te has montado. Lo malo es que en esta discoteca Tierra, no vale ni estar sentado, escuchando el sonido del dinero, ni estar en la pista bailando, al machacante son que este marca.

    Al final, el material que usaron para la disco es tan inflamable, que todos sabemos (si queremos) como acabará esta historia nocturna. Para los sentados y para los bailarines. Incluido el personal de servicio.

    Y aún llegarán los llorones de última hora protestando, porque la naturaleza no fue sabia y nos dejó a la intemperie.

    Sin querer darse cuenta que, en este caso , no existe por ningún lado la intemperie , de un espaciootiempo donde seguir habitando.

    Por fin los evangélicos del apocalipsis se podrán decir, allá donde estén sus almas, que en el fondo ellos siempre tuvieron la razón.

    Las estadísticas se usan mucho para despistar, sobre todo en política marrullera, pero como bien saben los matemáticos «de verdad», tanto ellas como las probabilidades nos enseñan mucho de lo que es eso que llamamos realidad, aunque no tengamos NPI de lo que realmente significa. La ciencia funciona con aproximaciones, no con verdades absolutas.

    Como bien muestra, aunque sea intuitivamente, Oppenheimer (la peli), la mecánica cuántica es muy difícil de entender, pero sus consecuencias son inolvidablemente comprobables. Y si no que se lo pregunten a los habitantes de Hirosima y Nagasaki, que aún estén malviviendo.. Además de los interventores directos en la construcción de la bomba, que no se dejaron la conciencia en la mesita de noche.Que seguro también les ha quedado mucho que rascar, en lo que tengan de conciencia.

  • #008
    Luisondome - 11 agosto 2023 - 12:51

    Lo expuesto, se puede resumir en una conocida frase: «O La Bolsa, o la vida». Solo Dios sabe cuantas vidas se ha llevado por delante esta frase. Solo El sabe si la humanidad sobrevivirá al daño por ella causado.

  • #009
    ALBERTO - 12 agosto 2023 - 00:34

    El problema de estas cosas «que son solo cuestión de dinero» es que al final quienes las acaban pagando realmente son los de siempre, las clases medias.

    Un ejemplo inmediato y claro:
    El coche eléctrico.

    Se limita y ponen trabas al de combustión (mucho más económico) porque contamina… en cambio, se incentiva el eléctrico, mucho más caro y al alcance solo de las clases más pudientes.

    Al final, aunque todos «paguen», de una forma u otra, el peso de las medidas suele caer sobre los hombros de los de siempre…

    Y es que está muy bien pontificar y dar lecciones de estas cosas «desde arriba» y montado en un Tesla de 60.000€…

  • #010
    Alguien - 12 agosto 2023 - 02:55

    Si conseguimos que haya tecnologías sostenibles y económicamente disruptivas, entonces todo el planeta se pasará a estas tecnologías.

    Una rápida transición de China, Europa y EEUU a renovables, eléctricos, aerotermia y otras soluciones «eco» de gran potencial económico, empujaría a los países en desarrollo industrial del mundo a crecer en esa dirección.

    No es cuestión de gastar dinero, eso suena a subvención.

    Es cuestión de favorecer (por impuestos según emisiones o sistemas similares) acelerar la transición.

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