Trabajo, tecnología y evolución

IMAGE: Modern Times - Charles Chaplin

Un par de lecturas interesantes relacionan el futuro del trabajo con la evolución tecnológica, un tema que también toco en mi nuevo libro, «Viviendo en el futuro«, particularmente en el capítulo 10, «De 9 a 5», dedicado precisamente al futuro del trabajo.

La primera de ellas, «We have the tools and technology to work less and live better«, de Toby Phillips, analiza el número de horas que serían necesarias hoy en día para obtener la productividad del trabajador inglés medio en su jornada de 45 horas en 1930, y llega a la conclusión de que, dados los avances en productividad, podría alcanzarse en tan solo 7 ó 10 horas de un trabajador moderno, según el país en el que esté. Este hecho, además, coincide con las predicciones de John Maynard Keynes, que afirmaba en 1930 que «en cien años, nuestras sociedades habrían avanzado tanto, que prácticamente no necesitaríamos trabajar».

¿Alguien trabaja hoy entre 7 y 10 horas semanales? ¿Dónde está ese dividendo digital que la tecnología nos habría permitido alcanzar? ¿Cómo se ha repartido? Aparte del avance que supone, frente a las condiciones laborales en 1930, comenzar a trabajar generalmente más tarde y contar con una jubilación en lugar de morir de viejos en nuestro puesto de trabajo, que de por sí puede suponer en torno a un tercio de trabajo menos en nuestra vida laboral, seguimos trabajando jornadas similares a las de hace cien años, a pesar de que el avance tecnológico posibilita una productividad desmesuradamente más elevada.

En el futuro, y no necesariamente lejano, está la redefinición de la relación entre la persona y el trabajo. Como aventura Albert Wenger en su breve nota «Universal basic income and the climate crisis«, la renta básica incondicional debería ser uno de los componentes principales del llamado Green New Deal que varios candidatos demócratas a las próximas presidenciales de 2020 llevan en su programa, porque permite dedicar más esfuerzos a tareas dedicadas a paliar la emergencia climática, porque permite salir del bucle trabajo-consumo que está en el centro de la economía actual basada en el crecimiento material, y porque proporciona más grados de libertad ante eventuales movimientos derivados de los efectos de la crisis medioambiental.

Es importante poner las cosas en su sitio: cuando hablamos de estos temas, no estamos hablando de utopías filocomunistas ni de ciencia-ficción: hablamos de una conversación que está teniendo lugar en muchos países, en todo el espectro ideológico, y que varios candidatos presidenciales de un país como los Estados Unidos llevan en su programa electoral. Las consideraciones sobre si eso sería el fin de las sociedades y de la naturaleza humana, sobre si sería religiosamente incorrecto porque algún dios en algún momento nos dijo supuestamente que tendríamos que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente o sobre si eso se convertiría en una fábrica de vagos, algo que contradice todos los experimentos llevados a cabo hasta el momento, corresponden a razonamientos escasamente desarrollados que han creído que una de las alternativas de futuro más importantes de la humanidad se pueden despachar en una conversación de café, o que no tienen en cuenta que los recursos que hoy se utilizan en el sistema de subsidios condicionados a diversas circunstancias se pueden emplear para financiar esa renta básica incondicional.

De mi libro han hablado recientemente Jose M. Sánchez «Daze» en ABC, Carlos Guerra Soria en LinkedIn, Andrea Benito en ComputerWorld, Javier Gómez Caro en su página, y me entrevistaron en Capital Radio, en Gente Despierta de RNE o en Aragón Radio, además de en algunos otros sitios que aún no he visto publicados.


This post is also available in English on my Medium page, «Why are so few politicians prepared to champion basic income?«


12 comentarios

  • #001
    Asier - 26 octubre 2019 - 18:05

    Hace tiempo estaba a favor de la RBU, pero cuanto más estudio lo que es el dinero menos me convence. Ofrecer dinero de forma gratuita (fijaros en la contradicción) no me parece buena idea, no solamente porque mucha gente lo gastaría de forma irresponsable, sino porque temo entrar en una espiral inflacionaria insostenible. Si todos partimos de una cantidad X, esa X es el nuevo cero, los precios se ajustan al alza, lo cual obliga a subir esa RBU. etc.

    ¿Me puede explicar alguien cómo se evita la espiral inflacionaria?

    • Javier - 27 octubre 2019 - 12:57

      …vaya… otro intérprete más de «aquellos que se van a equivocar»… y van…

    • Enrique Dans - 27 octubre 2019 - 13:10

      La espiral inflacionaria no es un problema, Asier, porque de hecho, el efecto de la tecnología es el de una fuerte deflación. En respuesta a la deflación tecnológica, los bancos centrales del mundo tendrían que crear dinero nuevo a perpetuidad, aumentando el flujo a una tasa exponencialmente creciente mucho más alta de lo que se supone actualmente. Esta necesidad ahora permanente de expansión monetaria, si se acepta, puede financiar el gasto del gobierno más directamente. Esto a su vez crea una red de seguridad muy robusta, dinámica y eficiente para los ciudadanos, al tiempo que reduce e incluso elimina la mayoría de las formas de impuestos en un plazo tan corto como 2025.

      Aquí tienes un artículo que lo explica muy claramente, sobre las tesis de Kartik Gada. El libro de Gada está disponible en su página, pero este artículo diseña una explicación abreviada más que convincente.

      • Asier - 27 octubre 2019 - 23:25

        Primero, ¿por qué los bancos centrales tienen que crear dinero ante un escenario de deflación tecnológica? Están robando mis ahorros. Creo que hay un miedo no justificado a que haya deflación. La deflación tiene un límite inferior para los precios, consiste en un reajuste adaptativo a cada bien/servicio, uno no renuncia a productos y servicios básicos porque en el futuro podrían ser más baratos, además incentiva el ahorro y el gasto responsable. La inflación por contra no tiene límite superior, sé que las cosas seguirán subiendo de precio, lo cual incentiva el derroche y el endeudamiento.

        Lo que leo en el artículo que enlazas me parece una locura. Lo que propone me parece muy poco realista, plantea una situación donde gracias a la deflación tecnológica en 15 años a cada estadounidense el estado le da una RBU de unos $100.000 mientras el galón de leche se mantiene a $5. ¿¿De verdad??

        Es que según ese artículo en el futuro todos somos ricos por arte y magia de la deflación tecnológica y la máquina de imprimir billetes.

        Y sabiendo que esa RBU aumenta a un 20% estimado cada año, ¿por qué no gastar todos tus ahorros cuanto antes en algún bien/activo que vaya conservar mejor su valor? ¿Cómo esperas que los precios no suban? Es la destrucción misma de la principal función del dinero: almacén de valor. Y el artículo dice que no («this Basic Income doesn’t come at the cost of debasing the currency or hyperinflation»). Alucino. Nadie va a trabajar por los sueldos de ahora si tienes garantizados $100.000 al año, todo subiría de precio.

        Este modelo no tiene en cuenta que la deflación tecnológica no afecta de la misma forma a los diferentes servicios/productos: hay servicios y productos no tecnológicos a los que apenas afecta (atender personas) y otros a los que afecta de forma inversa (valores bursátiles de esas compañías tecnológicas por ejemplo). ¿En función de qué distribuyes la RBU?

        La economía consiste en el estudio de las decisiones humanas bajo ESCASEZ. Lo que es escaso y útil es valioso. Para que la economía funcione bien necesitas que el DINERO, que es aquello por lo que uno ofrece sus productos o servicios con la esperanza de conseguir otros a cambio en el futuro, sea escaso, si no el dinero mismo deja de formar parte de la economía, al dejar de ser escaso. Y ahora adivinad cuál es la moneda digital moderna donde esa escasez está garantizada.

        • David - 28 octubre 2019 - 10:37

          Bitcoin!

  • #006
    Xaquín - 26 octubre 2019 - 19:36

    Niego la primera, que el trabajo sea lo que casi todo el mundo entiende por «trabajo». Y ya no lo digo por el claro hecho discriminatorio de «pensar» que el trabajo doméstico no es trabajo, por ejemplo.

    Hace mucho tiempo que la palabra trabajo no debe andar por ahí, sin el apellido correspondiente.

    Y me dá igual que lo diga un Keynes o un gurú de la India. El economista se refería a un concepto que ya no tiene nada que ver con el trabajo de hoy en día. El trabajo como esfuerzo, para producir un bien que resulta útil a los componentes de una comunidad. Puede ser un coche o puede ser la instalación de paneles solares. O puede ser la organización del servicio de comedor comunitario. O puede ser la organización del tiempo «libre» en una comunidad. O puede ser el esfuerzo necesario parardisfrutar de esa franja de tiempo diario, que algunos dicen ya no ser trabajo. Porque se dice que la preparación (el esfuerzo diario) para poder realizar un «trabajo» determinado de manufactura, no es trabajo. Para un Keynes es algo normal, que no lo sea, para un economista del siglo XXI ya parece un cierto despiste teórico.

    Y no hablamos del esfuerzo de tomar el sol en un yate, o de maltratar al servicio de una cafetería, porque eso si que no es esfuerzo positivo, encaminado al bien generaal. Ese esfuerzo de vagancia cuasiprofesinal (o de maltrato aficcionado), es todo menos energía positiva. Realmente entraría en un apartado que podemos llamar entropía social. Algo que no tiene que ver, por cierto, con tomar el sol en una playa, donde nos recuperamos para otra jornada de trabajo. Al día siguiente o en un par de días.

    Y nada que ver con estancias largas en paraisos turísticos, porque no se ha demostrado que ese tipo de estancias sirva para recuperar un cuerpo, que necesitará seguir con algún tipo de esfuerzo mental y físco en unas futuras jornadas. Los patricios romanaos se retiraban a sus casas de campo por algún día, pero sabían que si prolongaban su estancia fuera del foro romano, tenían mucho más que perder que ganar. El invento de las «vacaciones extensas» puede que no se hiciera con tan buenas intenciones como parece en principio.

    Jugar al tute en el bar, no deja de ser un aporte enrgético para favorecer el buen estado mental propio y de otros «trabajadores» o extrabajadores. Se puede decir que forma parte del esfuerzo humano con energía positiva. Además del consumo que supone, con lo que hay un aporte de energía positiva para el bienestra general.

    Dudo mucho que el Keynes pensara que la mujer trabaja en su casa. Porque la Biblia no tiene por que ser un compendio de pensamiento sin data de caducidad. Pero no iba mal encaminada, cuando dice que el ser humano trabajará con el sudor de su frente. Nunca habló del tipo de trabajo, solo del esfuerzo que le iba a suponer al ser humano practicarlo.

    Entonces si globalizamos el concepto en ese marco de nergía poistiva, pienso que ya podemos hablar de evolución del trabajo.

  • #007
    Javier Pérez Caro - 26 octubre 2019 - 22:09

    Hola Enrique
    Enhorabuena por tu nuevo libro y gracias por hacerte esconder la reseña que hice hace unos días en en mi blog

    FUERTE ABRAZOTE

  • #009
    Gorki - 26 octubre 2019 - 22:20

    Trabajar menos horas y dedicar el tiempo libre obtenido a «dedicar más esfuerzos a tareas dedicadas a paliar la emergencia climática», me parece un «planazo de la muerte»

  • #010
    Ignacio - 27 octubre 2019 - 10:37

    Estimado enrique,

    Nunca haría una mención a la Biblia en un blog como este, pero tendrás que reconocer que si la mencionas, tienes que dar el derecho de réplica.

    Dios a través de su hijo Jesus nos dice en la Biblia Mateo capítulo 25 versículos 14 al 30 que es obligación grave a riesgo de condenarnos entregar nuestros dones y talentos y a esto puede ayudar la renta básica porque libera al hombre de tareas innecesarias que nos alejan de nuestro propósito.

    La entrega de nuestros dones y talentos lleva a una mejora de la sociedad y por ende a la riqueza y la prosperidad.

    La visión católica del trabajo como una condena, no se corresponde con una lectura completa de la Biblia donde Adan y Eva eran responsables de cuidar del jardín del paraíso (Génesis capitulo 2 versículo 15), de lo que se deduce que el trabajo está bendecido por Dios, sin mencionar el ya mencionado capitulo 25 de Mateo.

    Que Dios te bendiga Enrique por que sea como fuere das cumplimiento al mandamiento que nos traslada Mateo en este blog.

    Recibe un cordial saludo.

  • #011
    Javier abascal - 27 octubre 2019 - 10:45

    Tendría tanto que decir contradiciendo a Enrique en este artículo que prefiero no empezar. Además hoy no iba a mejorar el comentario de Gorki.

    Es curioso como algunos temas se repiten hasta la saciedad en los medios hoy en día y en este blog en particular. La técnica que empleamos todos en nuestra estructura mental es afirmar, confirmar, repetir hasta la saciedad que lo que pensamos es lo correcto, y en algún caso se busca para quedarnos a gusto que ese mensaje sea compartido por la tribu que nos rodea. Si, Goebbels no era una excepción.

    Y como nos dijo el SPOILER de Gorki, todo está en el libro. Y Enrique nos facilita la labor dando el lugar. Los antiguos decían aquello de nada nuevo bajo el Sol. Los antiguos tenían sus predicadores: «el mesias va a venir», y claro aparecieron mil mesias para decir aquello de Porki «Ese, ese, ese soy yo». El pueblo judío aún espera la venida del mesias, los culés disrutan de su mesi, y los apocalípticos climáticos ven a su Pilato en Trump, y los esotéricos tienen en el IPCC su Palabra de Dios, eso si con su particular silogismo: hace calor esto se acaba. Y tienen la fuerza de la bruja Lola para leer el futuro. Cuando quieras ver si un nuevo profeta del Calor que viene es un charlatán, sencillo es, leed y seréis libres, que profecías dijeron, apuntad cuantas se cumplieron, y ahí tendremos una pista. El que quiera ver que vea, el que quiera oir que oiga. A lugares comunes, sabemos jugar todos.

  • #012
    José Ignacio Merino - 23 noviembre 2019 - 15:05

    Efectivamente, trabajando de 7 a 10 horas semanales hoy en día podríamos llegar a tener el nivel de vida y la esperanza de vida media de un trabajador de principios de siglo (creo que todos nos imaginamos a Dickens y a su Oliver Twist).

    El aumento de productividad se traduce en un aumento de salario. Si trasladamos ese aumento de productividad a una reducción de horas en vez de a un aumento de salario, efectivamente, trabajaríamos esas horas pero al sueldo constante (y por tanto al nivel de vida) de un trabajador de principio de siglo.

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