Hablando sobre la nueva relación entre política y redes sociales, en La Noche en 24 horas

La Noche en 24 horasEl pasado jueves 28 estuve en mi habitual barra tecnológica en La Noche en 24 horas, hablando sobre la relación entre la política y las redes sociales, utilizando ejemplos de varios contextos y, sobre todo, de las últimas elecciones municipales y autonómicas españolas. A continuación, las notas que preparé para mi participación, aunque por supuesto, y como es habitual, no me dio tiempo a comentarlo todo:

Vivimos un momento de replanteamiento del uso de las redes sociales en la política, que está llevando a que las estrategias antiguas, que apuntaban más a un uso unidireccional, a modo de «pegada de carteles virtual», se vean envaradas y artificiales. Un ejemplo claro puede ser la apertura de Barack Obama hacia Twitter, estratégicamente llevada a cabo a través de una cuenta institucional, @POTUS, que consigue alcanzar el millón de seguidores en tan solo cinco horas, y que pasará a su sucesor en la Casa Blanca cuando termine su legislatura (el movimiento de follows y unfollows tras las próximas elecciones se anuncia interesante). La cuenta @BarackObama, con casi sesenta millones de seguidores, nunca fue en realidad actualizada por él mismo, como confesó en noviembre de 2009.

En el caso de España, acabamos de vivir – lógicamente – las elecciones más centradas en las redes sociales de toda la historia. Sin embargo, las experiencias han sido enormemente desiguales, y engloban desde enormes hashtag fails (cuando una etiqueta es utilizada de manera claramente mayoritaria con el fin opuesto al originalmente buscado), como en el caso de #VotaPP, a experiencias interesantes aunque agridulces como la de Cristina Cifuentes con el uso de Periscope, a auténticos fenómenos sociológicos como el de Manuela Carmena.

El uso de las redes sociales no es una variable con una métrica sencilla. Los resultados que un partido o candidato puede obtener con las redes sociales están enormemente conectados con cuestiones, como la habilidad y práctica en el uso de los protagonistas, la estrategia utilizada (centralizada o descentralizada, espontánea o dirigista, etc.), la calidad del mensaje, las actitudes encontradas y reciprocidad (partidos que empiezan de cero frente a los que simplemente dan los buenos días y se encuentran con que decenas de personas les responden “tu padre!»). Una variable fundamental es, por tanto, la cantidad y calidad del diálogo: la base del éxito es contestar, contestar y contestar – pero de nuevo, eso no siempre es posible.

Ahí es donde vemos precisamente la gran conexión entre redes sociales y política, clave para mí de lo sucedido en las estas últimas elecciones españolas: en un medio completa y radicalmente bidireccional, resulta imposible que obtenga buenos resultados una opción política que haya llevado a cabo una política eminentemente unidireccional, basada en el uso de una mayoría absoluta a modo de «rodillo» con el que ha legislado lo que le ha venido en gana. El concepto que emana de los partidos tradicionales es muy claro: primero se ganan las elecciones, y después «hay que gobernar». En su interpretación, elecciones y gobierno son situaciones diferentes, que requieren actuaciones diferentes. En ese razonamiento están recogidos los dos grandes errores de la política española de la última década: primero, en elecciones vale todo con el fin de obtener los votos. Prometer para meter. Segundo, una vez metido, nada de lo prometido: todo cambio, alteración o decisión en sentido contrario está justificada por un «es que tengo que gobernar, y puedo hacerlo porque tengo los votos de la mayoría de los ciudadanos». No, los votos de los ciudadanos no justifican todas posibles las decisiones que un gobierno pueda tomar, sino únicamente las que anunció que tomaría cuando los ciudadanos le otorgaron el voto. Hacer un uso torticero de la «justificación por excepción» no es más que una burda maniobra que destruye la calidad de una democracia.

Mientras Facebook ha mantenido durante la campaña un fortísimo nivel de engagement e interacción, y ha resultado en muchos casos ideal para la publicación de contenidos, Twitter se ha mostrado importantísima a la hora de movilizar al electorado y captar indecisos. El interés del usuario de Twitter por el contenido político está un 23% por encima de la media de la población internauta. Pero la relación entre los resultados electorales y el volumen de conversación en Twitter no es directa ni causal: no es el volumen, sino la calidad de la interacción, determinada de manera fundamental por la interacción entre las políticas seguidas (o por la ausencia de las mismas, lo que otorga una ventaja clara a las alternativas nuevas, que salvo errores en su comunicación, pueden empezar prácticamente con una hoja en blanco).

El debate político está cada vez más teniendo lugar en Twitter. Existe una correlación muy alta (95%) entre la indecisión de voto (según el CIS) y el volumen de cuentas de usuarios de Twitter que siguen a partidos entre los que están decidiendo el voto. En Twitter están representadas ya todas las edades y demografías, así como todos los grupos ideológicos, aunque lógicamente, no todos siguen las mismas pautas de uso. Además, lo que ocurre en la televisión tiene un inmediato reflejo en la Twitter, lo que refuerza la evidencia de que Twitter da lugar a un canal paralelo donde los usuarios comentan constantemente los debates que tienen  lugar en la pantalla de su televisor: los partidos que participaron en debates de TV durante la campaña multiplicaron por 8 su promedio de nuevos seguidores por hora durante la emisión.

En el período que estamos iniciando, inédito en la democracia española a este nivel, veremos como Twitter, por su inmediatez y eficiencia comunicativa, se convierte en el canal a través del cual los partidos y líderes políticos emiten sus mensajes de manera constante. Ya hemos visto numerosos tweets en los que se hacen propuestas y se hacen o se contestan ofertas de negociación, algo que veremos mucho más a medida que avancemos en las legislaturas. Estamos viviendo lo que para algunos es una auténtica revelación: Twitter implica una nueva manera de plantear la comunicación política, unas habilidades para las que no todos los líderes y partidos están preparados. Pero más lejos aún: Twitter obliga a cambiar la forma de hacer política, porque obliga a una coherencia. Llevar a cabo políticas unidireccionales, decisiones contrarias al programa o «rodillos» es algo que va a implicar cada vez más un desgaste o un castigo posterior. Algo que parecía obvio para todo aquel que tuviese un cierto recorrido en el uso de redes sociales, no lo ha sido para los políticos de las formaciones tradicionales, y ha dado lugar a un castigo de los ciudadanos en estas elecciones.

 

 

This article is also available in English in my Medium page, Spain’s grassroots parties show how smart use of the social networks can win elections«

2 comentarios

  • #001
    Victor - 30 mayo 2015 - 13:09

    ¿Y no te pegó un mordisco el extremocentrista que dirige el programa? Para el próximo programa seguro que te presenta como «el bolivariano anarquista Enrique Dans»

  • #002
    Antonio Castro - 30 mayo 2015 - 13:15

    Se ha infravalorado la capacidad actual que tienen las sociedades para hacerse oír. Antes una mentira repetida mil veces se convertía en verdad. Antes bastaba ignorar los clamores populares para que quedaran en nada, pero en lugar de intentar comprender lo que está ocurriendo, han intentado soluciones como la ley mordaza que es otra forma de no enterarse de que ya no hay mordaza que valga.

    Las sociedades actuales pueden tardar más o menos en organizarse y lograr que sus demandas justas terminen por aplastar a los sordos que la ignoran pero al final lo consiguen.

    Llama la atención del drama de UPyD donde unos políticos se enteraban y otros no. Los que no se enteraban hundieron el partido.

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