Drogas síncronas

En este largo pero magnífico artículo al que llego vía BoingBoing, el autor aporta su visión y consejos particulares acerca de como manejar el correo electrónico. Su conclusión es interesante: no sabemos usarlo bien. La gran mayoría de los usuarios que trabajamos con un ordenador delante de los ojos hacemos del e-mail un medio síncrono, manteniendo abierta en todo momento nuestra aplicación correspondiente, y acudiendo a ella cada vez que un ruido, un icono en la parte inferior derecha de la pantalla o, lo peor y que me resulta insoportable, una ventana emergente nos anuncia que tenemos nuevo correo. Hace quince días hablamos sobre este tema aquí mismo, al hilo de la proliferación de dispositivos como el BlackBerry que hacen que este comportamiento «sincrónico-obsesivo» pueda replicarse, además de en el ordenador de sobremesa, en el dispositivo que llevamos en el bolsillo.

El tema me resulta sumamente interesante. El autor del artículo opina que lo hacemos muy mal. Que al mantener nuestro cliente de correo abierto, permitimos que los mensajes nos interrumpan contínuamente y rompan nuestra concentración, que él afirma que funciona en ventanas de tres horas. Según este criterio, deberíamos abrir nuestro cliente de correo cada cierto tiempo, escoger nosotros mismos el momento de ser interrumpidos, y trabajar tranquilamente el resto del tiempo. Mi opinión es que el análisis es un tanto simplista, por varias razones: la primera y más clara, el e-mail representa un porcentaje muy pequeño de las interrupciones. Dudo seriamente que mi cerebro funcione como el autor opina, entre otras cosas porque debo llevar años sin tener una ventana de tres horas ininterrumpidas de concentración. Yo soy inconstante, y lo necesito, está integrado en mi método de trabajo. Incluso para artículos científicos y que requieren bastante concentración, me levanto cada poco tiempo de la silla si no soy interrumpido, cosa que por otro lado, no ocurre a menudo. Mi vida diaria es una sucesión constante de llamadas de teléfono fijo, móvil, personas entrando en el despacho, correo electrónico y ventanas de mensajería instantánea, en algo que una vez describí como «el ataque multicanal«. Para mí es como una droga. No recuerdo cuando fue la última vez que trabajé varias horas seguidas sin interrupción. Probablemente habrá sido en mi casa, porque en mi despacho, si por casualidad pasa un rato largo sin interrupciones, soy yo mismo el que las provoca saliendo a dar un paseo por la planta y echando la típica parrafadita con quien aparezca por ahí. De hecho, creo que la sensación de un período largo sin interrupciones me disgusta. Me hace pensar que el teléfono ha debido estropearse, que la red se habrá caído, o que ha habido un ataque nuclear y yo no me he enterado. Mi cerebro vive acostumbrado a las ventanas cortas de concentración, y funciona razonablemente bien así. No sé, a lo mejor resulta que si me aíslo completamente durante quince días sin interrupciones, en vez de unos sesenta posts y unas cuatro columnas de prensa, escribo el equivalente a las obras completas de James Joyce y me dan el Nóbel… O a lo mejor me muero de angustia, no lo sé.

Estoy seguro de que hay cosas que requieren períodos de atención o concentración amplios. El hecho de que lleve tiempo con la idea de escribir un libro, para el que tengo la idea y los contenidos, pero que no consigo empezar es seguramente una prueba de ello. Lo que sí me da la impresión es que vivo en un estado de adicción a una droga dura, la sincronía. Pensar en cerrar el e-mail, apagar el móvil, cerrar la puerta y descolgar el teléfono o desviarlo a un contestador me da pánico. Necesito esas interrupciones, ese móvil que vibra en el bolsillo, ese sonidito familiar que indica la entrada de un mensaje, esa cabeza que se asoma por la puerta de mi despacho. Y como yo, muchas otras personas han caído en la adicción a «la droga síncrona», no sé si con tanta virulencia, pero sí en muchas de sus manifestaciones. Visto así, y dado que confieso y reconozco mi adicción a esta droga, imagino que no soy el más adecuado para juzgar si es bueno o malo. Es ahí donde tengo las principales dudas existenciales: ¿estoy acostumbrando a mi cerebro a otra manera de trabajar, en la que de hecho puede llegar a funcionar con una gran eficiencia? ¿O estoy sometiéndolo a una tortura privándole de sus necesarias tres horas de concentración, y evitando que produzca cosas de más valor que de otra manera podría producir? Por el momento no tengo tentaciones de desertar de todo y desaparecer durante equis tiempo para dedicarme a alguna cosa, aunque no descarto tampoco que pueda en algún momento llegar a hacerlo. La perspectiva de dejar de inyectarme actualizaciones de noticias cada pocas horas, de recibir mensajes y de comunicarme durante cierto tiempo me hace sentirme incómodo, inquieto. ¿Sería bueno? ¿Sería interesante? ¿Tendría un resultado neto positivo? ¿O sería insoportable? Francamente, no lo sé.

6 comentarios

  • #001
    Julio Alonso - 15 octubre 2004 - 09:51

    «Great minds think alike». Me hace gracia porque yo también había visto ese artículo, de hecho lo marqué en del.icio.us para comentarlo, pero te has adelantado, como casi siempre. De verdad, envidio la cantidad de tiempo que puedes permitirte dedicarle a esto.

    Estoy en genral de acuerdo con lo que dices, de hecho Howard Rheinhold (que comenta Orihuela estará en Vic a finales de mes) comenta en Smartmobs sobre las adolescentes que se deprimen si no tienen un SMS por la mañana para darle los buenos días.

    Ahora, lo de la ventana de tres horas lo entiendo para programar, o para una hoja de excel complicada. La cantidad de información conectada que tienes que bajarte a la caché del cerebro es muy grande, mucho más que escribiendo, por muy sesudo que sea el texto.

  • #002
    Pablo Martínez-Almeida - 15 octubre 2004 - 10:11

    Julio, Joyce tiene fama de ser duro, duro, ¿eh? Echándole una ojeada a sus libros (reconozco que no me he atrevido él, lo tengo pendiente) podemos deducir que:

    a) O bien se encerraba a escribir con escopeta y perros para ahuyentar distracciones.

    b) O era interrumpido constantemente, perdía el hilo todo el tiempo y tenía algún tipo de pérdida de memoria a corto plazo (como Dory en Buscando a Nemo) que le hacía escribir como lo hacía :)

    Seguramente la opción a es adecuada para Dublineses o Ulises pero en el caso de Finnegans Wake tuvo que ser la opción b.

    Enrique, eso del libro suena interesante. Veamos: ¿algo sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana? ¿Demasiado general? ¡ánimo!

  • #003
    Camino - 15 octubre 2004 - 12:19

    Enrique, no sé si la necesidad de estar siempre abierto a interrupciones sólo te ataca en el trabajo, o es también extensible a tu vida privada. Para mi, supone un placer descolgar el teléfono fijo por la noche y olvidarme del mundo mientras me repantingo en el sofá en compañía de mi familia, o incluso desconectar el móvil cuando paseo por la calle. Claro que estoy menos acostumbrada que tú a las interrupciones (no soy jefa), y a lo mejor por eso aún no me he enganchado a la «comunicabilidad» constante. A lo que sí me he enganchado es a tu blog, ¡hasta lo echo de menos el fin de semana! ;)

  • #004
    victor - 15 octubre 2004 - 12:27

    3 horas de concentracion seguida son demasiado. Tal vez si eres un Yoga guru o algo parecido si que puedas, pero para los mortales como yo…..

    Para colmo, se necesitan 2-3 pausas cada hora trabajando con el ordenador para descansar los ojos, estirarse ,etc. Para los interesados en estos temas hay un monton de literatura (cientifica):

    http://interruptions.net/literature.htm

  • #005
    Toni - 20 diciembre 2004 - 10:28

    Le doy una explicación a tu adicción: «Recibes mensajes, llamadas, etc. luego existes».

  • #006
    omar - 2 mayo 2007 - 02:55

    deberian publicar toda la investigación cientifica y no simplemente los comentarios

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