Imaginando escenarios al revés: el impuesto a la ineficiencia

paperResulta curioso llevar a cabo el ejercicio mental de imaginar escenarios completamente al revés de los que vivimos actualmente: esta entrada, de hecho, está inspirada por la reciente ola de impuestos tecnológicos en trámite argumentados por diversas razones en países como México, Argentina o Reino Unido, o por pseudoimpuestos de legalidad discutible como el que vivimos en España con el canon digital, y por supuesto no pretende proponer el establecimiento de ningún tipo de tributo, sino solo especular brevemente con el escenario resultante de ello.

¿Qué debe gravar un impuesto? Si tomamos el principio rector teórico de los mismos, la «capacidad contributiva», sugiere que el impuesto debe ser pagado por aquellos que pueden hacerlo, con el fin de consagrar el principio constitucional de equidad y el principio social de solidaridad. En muchos casos, además, el impuesto se utiliza para disuadir la compra de un determinado producto (caso, por ejemplo, de los impuestos al alcohol o al tabaco), fomentar o desalentar determinadas actividades económicas.

Pensemos, por ejemplo, en el canon digital: su uso plantea una serie de presuntos perjuicios a quienes editan y distribuyen obras en soportes físicos, tasando a quienes adquieren bienes de naturaleza tecnológica relacionados, aunque sea remotamente, con la realización de copias de dichas obras. ¿Cuál es el resultado neto? Se beneficia a la forma de distribución arcaica, ineficiente y antiecológica, mientras que se castiga o desincentiva mediante impuestos el uso de la tecnología, que resulta ser precisamente la manera eficiente de hacerlo. En México, por ejemplo, ocurre lo mismo: al considerar la tecnología como un lujo susceptible de ser tasado, se castiga o desincentiva a aquellos que la utilizan y que gracias a ello resultan ser más eficientes en el uso de otros recursos.

No considero preciso detenerme en las consideraciones relativas de ineficiencia: el análisis comparativo de los recursos implicados en la descarga a través de Internet de una obra, frente a la impresión de un folleto en color sobre papel couché satinado de alto gramaje, insertado en una caja rectangular de plástico transparente que contiene una oblea de policarbonato, aluminio y laca, distribuida en cajas de cartón metidas en camiones a redes de tiendas distantes entre sí para cubrir todo el territorio, y reproducido en un aparato dotado de un lector que dispara un haz de láser es algo que me parece suficientemente obvio, que habla por sí mismo. Descontando los costes de infraestructura (para transmitir por Internet hay que construir troncales, tender cables y poner centralitas, pero para transportar por carretera es preciso construir éstas, y en ambos casos hablamos de infraestructuras que sirven para infinidad de aplicaciones), quien pretenda defender que los métodos tradicionales son de alguna manera más eficientes lo va a tener verdaderamente complicado para convencernos. En el caso del papel, resulta completamente evidente que el papel pudo ser, en estadios tecnológicos primitivos, la manera más eficiente de diseminar una noticia, pero que hoy en día, imprimir un periódico en papel frente a diseminar dicha noticia a través de la red es una inversión de recursos clarísimamente ineficiente.

¿Qué hace que se mantengan esos nichos de ineficiencia? ¿Qué lleva a que ese distribuidor de música en camiones considere que su labor a todas luces ineficiente  debe ser protegida frente a una distribución digital infinitamente más eficiente? Las razones son varias, y van desde la falta de universalidad del nuevo medio – la llamada brecha digital – hasta la capacidad de dichos actores para defender su modo de vida ante el poder político exigiendo prebendas injustificadas, pasando por elementos como la tradición o la defensa de puestos de trabajo.

Pero vamos todavía un punto más allá: ¿qué ocurriría si las actividades que fuesen calificadas como claramente ineficientes fuesen objeto de un impuesto especial destinado a desincentivar dicha conducta ineficiente, y los recursos captados se empleasen en la reducción de dicha brecha digital? Puede usted adquirir un CD con música, pero dado que eso supone una gran ineficiencia frente a la distribución, será objeto de una tasación equivalente a la que recibe un bien de lujo, y con lo obtenido, financiaré la inclusión digital de aquellos más desfavorecidos. Puede usted adquirir un periódico en papel, pero dado que le resultaría mucho más eficiente en términos de recursos leerlo electrónicamente, le aplicaré un impuesto cuyo importe utilizaré para financiar la reforestación y la sustitución de espacios dedicados al cultivo de especies destinadas a la fabricación de pulpa de papel por bosques naturales de especies autóctonas. ¿Prefiere que corten árboles, los procesen emitiendo azufre a la atmósfera, los impriman con tinta, los distribuyan en camiones, etc. con el fin de que usted pueda leer las noticias en su sofá con los pies encima de la mesa del salón? Perfecto, pero además de pagarlo, deberá abonar el impuesto correspondiente al diferencial en el que obliga a incurrir. Básicamente, utilizaremos su capacidad contributiva para reparar lo que usted contribuye a romper. En el fondo, es parecido a lo que ocurre con un gran todoterreno: puede usted comprárselo y usarlo para lo que quiera, pero dado que hay formas más eficientes de desplazarse, le tasaré convenientemente por su mayor consumo con impuestos especiales en el momento de su adquisición (en algunos países) y al consumo adicional de gasolina.

Obviamente no soy fiscalista, y anticipo mis disculpas por los posibles errores conceptuales en la reflexión. Pero una transición hacia lo más eficiente nos llevaría de manera inmediata a un mejor uso de los recursos, a una mejora global y al desarrollo de una conciencia en la que el uso ineficiente es y debe ser penalizado. Considerar el papel, con un proceso de fabricación especialmente antiecológico y responsable no solo de contaminación directa, sino de la transformación extensiva de bosques en espacios de cultivo carentes de diversidad y ecológicamente aberrantes, como un lujo que debe ser tasado, provocaría que la distribución de información se desplazase a medios electrónicos, y a una financiación de la universalización de éstos vinculada a una consideración de Internet como derecho universal (como ha sido recientemente definido en países como Finlandia). Además, la tasación de la ineficiencia marcaría la necesidad para los proveedores tradicionales de desplazarse en busca de una mayor eficiencia, lo que evitaría que, como ocurre actualmente, penalizasen injustamente los nuevos modelos a expensas de los antiguos.

Como diría un norteamericano, «just food for thought»…

16 comentarios

  • #001
    Felipe - 31 octubre 2009 - 15:06

    A modo de offtopic… creo que lo más comentado hoy no va a ser el artículo en sí, habías experimentado con la publicidad en el blog, aquel banner entre artículos, pero ésto si que ha sido bien hecho, una publicidad muy bien integrada, felicidades por ello. Lo que sí que es intrigante es sobre re_ lleva toda la semana haciéndose eco en los periódicos y todavía no hay información sobe el anunciante, es un marketing que a mi gusto ya esta obsoleto, recordemos la M de movistar, el símbolo aquel de los renault clio… etc a ver si alguien puede arrojar más luz al tema!

  • #002
    Krigan - 31 octubre 2009 - 15:14

    Muy bueno el argumento de que el canon penaliza el avance tecnológico y la eficiencia económica. Es interesante recordar que muchos han propuesto, aunque por otros motivos, que el canon se le cobre al «original» (el obsoleto medio físico).

    La Humanidad avanza, no gracias a los antiguos intereses creados, sino a pesar de ellos. Si queremos acelerar tal avance, está claro contra qué tenemos que luchar.

  • #003
    Remo - 31 octubre 2009 - 17:46

    Buen argumento Enrique pero en definitiva, la justificación de fijación de impuestos, no deja de tener un objetivo principal que es el afán recaudatorio del ente público que lo fija.

    En esta tesitura, los gobiernos, optan por imponer carga fiscal a los sectores más prolijos, bien por número de contribuyentes afectados en poca cuantía, bien por tener una base pequeña de contribuyentes con un gravamen alto.

    Por otra parte, la definición conceptual de sistema impositivo es perversa en si misma basada en la redistribución de la riqueza. ¿Como se cuantifica que elementos son indicativos de riqueza? ¿El acceso a internet? ¿tener un coche de gama alta? Es decir, el criterio de redistribución sirve para un roto o un descosido y por tanto todos los gobiernos tienen argumentos para gravar aquellos sectores o actividades que sean más recaudatorios mediante justificaciones de lo más dispar, como el caso que tratas en el post.

  • #004
    ruizdequerol - 31 octubre 2009 - 18:17

    Una idea interesante, que podría dar lugar a una polémica entretenida. Sobre todo por la dificultad conocida de hacer cálculos de los ‘costes completos’ de las actividades.

    También porque habría quien utilizaría ese argumento en sentido contrario. hay quien afirma, por ejemplo, que las redes sociales cuestan una pasta a las empresas. Otro ejemplo: ¿Podría pedirse que pagara un impuesto extra al que tuvo la idea de incluir por defecto el Buscaminas o en Solitario en la distribución de Windows?

  • #005
    Eva - 31 octubre 2009 - 18:22

    Creo que puestos a hablar del impuesto de la ineficiencia deberíamos atacar el problema de raíz. Antes de gravar con mas impuestos a los bienes de consumo, habría que pensar quien se queda con esos impuestos.
    Hoy mismo me ha estado contando un funcionario del ayuntamiento su día a día laboral, un café aquí, un fax allí, otro café, ahora me voy a hacer un recado, como se puede permitir que con los impuestos de todos se este pagando a personal que no se le asigna trabajo! No es responsabilidad directa del funcionario, que como cualquier hijo de vecino mientras le paguen por hacer nada…, sino responsabilidad del sistema, es decir responsabilidad de todos.
    Nuestros abuelos lucharon con armas, nuestros padre tiraron piedras a la poli, cada uno defendió sus ideas, y nosotros qué?: conformistas por sistema.

  • #006
    Jack - 31 octubre 2009 - 20:11

    Ahi le has dado, Eva. Si vamos a hablar de eficiencia, yo quiero un impuesto al estado, por gestion ineficiente de recursos. Es absolutamente injusto que los empleados del estado tengan trabajos de por vida, sin ningun tipo de control de productividad, retribucion por objetivos o minimas mediciones de rendimiento. Deberian tener un desempenyo superior a las posiciones privadas, no inferior, puesto que su trabajo deberia redundar en el beneficio de la sociedad y gestonan recursos comunes. Vamos, que habria que hacer una limpia de impresion. Todos hemos oido de funcionarios que se ausentan en horario de trabajo, que se van antes de la hora o que «fichan» estando de vacaciones. Y lo triste es que es lo mas normal del mundo. Impuesto a la administracion por ineficiente ya!!!

  • #007
    Marco A, Marhuenda - 31 octubre 2009 - 21:44

    Y quién medirá la ineficiencia?? Alguien lo corromperá??? Cuidadito Enrique que alguien puede llegar a legislar que el software libre es ineficiente…

    Enhorabuena por tu post (por fin una nueva forma de acabar con la SGAE, y esta vez con sus mismas armas pseudo impositivas)

  • #008
    Miguel Angel - 31 octubre 2009 - 23:22

    Abundando en la propuesta, me parece 100% aplicable a un caso igualmente sangrante: las subvenciones al cine, en particular y a la «cultura» (así llamada), en general.
    Es aberrante, pero una parte sustancial de las películas rodadas cada año en España no llegan a estrenarse ¿porqué?; pues por pura falta de incentivos para ello: si cobro por anticipado, independientemente de cual sea la calidad de mi producto ¿para qué esforzarme en hacer algo que sea del agrado del público? Y el agrado, señores se demuestra pasando por taquilla.
    ¿Porqué no trasladar los recursos actualmente empleados en subvenciones «a priori», a bonificar a las películas que sí se estrenan, y con éxito?
    Garantizo que, con una medida así, se regeneraría rápidamente la industria española del cine y, como ha pasado siempre, se producirían películas buenas y malas, bodrios y obras maestras, pero serían los ciudadanos, rascándose el bosillo, quienes decidieran cual es cual.

  • #009
    Aldubei - 1 noviembre 2009 - 11:08

    Pero no olvidemos lo más importante, ¿quién cobra ese impuesto? Porque son entidades gestoras privadas, que además me consta cómo hacen sus repartos. Esos algoritmos de reparto del canon en esas entidades de gestión no son transparentes y alrededor hay auténticas luchas de poder para “pillar cacho».
    Pero ojo, gravar a los modelos tradicionales por ineficacia, sin tener una alternativa real, puede también acabar con la Cultura. La distribución digital es más eficiente y ecológica en su producción y distribución, pero hasta ahora es absolutamente ruinosa para editores y autores. La eficiencia no está solo en los ámbitos de producción y distribución, también ha de ser rentable. Si no se protegen los derechos de autor, mal vamos. Si defendemos medios ineficientes como única manera para salvaguardar la Cultura es que no tenemos imaginación. Quien tenga la solución, un modelo de negocio rentable, que la dé con detalle y entonces gravemos el anterior modelo por antiecológico e ineficiente.

  • #010
    Aldubei - 1 noviembre 2009 - 11:32

    Olvidé una cosa en mi anterior comentario. En España hay subvenciones a editoriales digitales «puras», que no hay para medios impresos, precisamente por desarrollar esta actividad en el ámbito digital y apoyos a través del Plan Avanza para cerrar esa brecha digital. Yo no veo que esto que comentas ocurra en nuestro país. El canon, eso que llamas pseudoimpuesto, no está para gravar a la producción digital por encima de la producción tradicional, está para proteger –torpe y a veces quizá mafiosamente, eso sí- los derechos de autor, que a mi modo de ver es fundamental para defender la cultura. Pero son dos temas diferentes.

  • #011
    Jonathan - 1 noviembre 2009 - 14:59

    No hay lugar a dudas, habría que hacer algo para concienciar a la gente de todo esto. Toda esta patraña de impuestos es un nosense que debe acabar.
    Todo mi apoyo al respecto!

  • #012
    luigi - 3 noviembre 2009 - 13:27

    Quizá habría que añadir un matiz, y es que en realidad los CD sí tienen un valor añadido: se escucha mejor su contenido.
    Aunque existen empaquetados de las canciones sin pérdida, que yo sepa no hay (o son escasos), reproductores en los que se pueda escuchar la música de esos «empaquetados sin pérdida». Casi todo lo que circula por la red son formatos comprimidos con pérdida.
    Es curioso que aún no se haya generalizado un formato similar al del CD sin pérdida de la calidad, tenemos aún el prejuicio de la era preinternet, y lo que se mueve por la red son remedos de la música enlatada. En ello puede participar eso de lo que Vd. trata en el artículo, que se favorece mediante impuestos la imprimación de la música en un medio físico, y por tanto se grava, directa e indirectamente, el desarrollo de medios alternativos que manteniendo la calidad prescindan del objeto físico.

  • #013
    Eugenia - 5 noviembre 2009 - 00:51

    Vivo en Argentina, y se acaba de aprobar la ley del «impuestazo», vergonzosa!!! Siento mucha pena por nuestro futuro, nuestros gobernantes han vendido la poca moral que les quedaba al gobierno de turno (Cristina y Nestor Kirchner). Los favores políticos (esta ley es un favor para la provincia de Tierra del Fuego, cuyos senadores votaron a favor de la otra vergonzosa «ley de medios») Los argentinos estamos cansados, pero con la impotencia de no saber como se soluciona esto: corrupción, atropellos contra la libertad de prensa, personal y colectiva, que nos «metan la mano en el bolsillo». Me da mucha pena. :(

  • #014
    Javier - 6 noviembre 2009 - 12:51

    La eficiencia está muy reñida con la recaudación y me explico. Si para un mismo numero de consumidores y consumos hay un ahorro por eficiencia, la administración recaudaría menos, y un estado no está configurado para mejorar, sólo está configurado para perpetuarse y mantener motivada a la población activa suficiente para pagar todas las ineficiencias del sistema.
    Por otro lado, lo que viene a decir las SGAEs y los gobiernos de turno es que no se puede prestar nada. Ejemplo, si he comprado un libro original, no lo puedo prestar a un amigo, tendría que pagar impuestos de nuevo, (con emule también estoy prestando) ¡Vaya solidaridad!.
    Una ?, si en el precio un DVD virgen, ya está incluido el cánon ¿puedo copiar lo que quiera y venderlo? puesto que ya estoy pagando impuestos de autor ¿no?.

  • #015
    exponentecero - 26 noviembre 2009 - 03:08

    recien llegue a tu blog, excelente articulo te felicito, reflexiones asi son las necesarias, obviamente dicho impuesto no se llevara a la practica por la ineficiencia de los politicos que tenemos, pero tu reflexion es increible

    saludos y gracias por pensar, poca gente lo hace en estos dias

  • #016
    Jorge - 2 marzo 2010 - 22:49

    A veces pienso que nuestros gobiernos deberían operar mas como empresas. Coloque un post en mi blog en ingles, www.leanideamanagement.com donde el futuro senador Paul Akers discute la aplicación de los conceptos de Lean en el gobierno.

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