El vergonzoso Tratado de la Carta de la Energía

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Francia toma la decisión unilateral de abandonar el Tratado de la Carta de la Energía (ECT), un vergonzoso y controvertido acuerdo firmado en 1991 en forma de organización intergubernamental que permitía a las compañías petrolíferas reclamar daños a los gobiernos derivados de cualquier cambio de política o circunstancia que pudiese perjudicar sus resultados económicos.

La decisión de Francia, que sigue a una votación en el Parlamento de Polonia en el mismo sentido y a sendos anuncios de España y los Países Bajos de que procederán en el mismo sentido, tiene todo el sentido del mundo en un entorno que precede a la mayor transición energética de la historia, la descarbonización de la energía, y pretende poner fin a un acuerdo firmado por cincuenta y dos países en 1991 destinado originalmente a proteger los intereses de las compañías extranjeras que decidiesen invertir en la entonces recién abierta economía de las antiguas repúblicas soviéticas tras la caída del telón de acero. La idea, originalmente, era proteger a las compañías de posibles cambios del entorno político, desde eventuales nacionalizaciones, hasta restricciones de permisos de explotación derivadas de cambios en el entorno social.

En este momento, acuerdos prácticamente secretos como este destinados a proteger los intereses económicos de las compañías petrolíferas van completamente en contra del Acuerdo de París y del progreso de la descarbonización, y permiten a esas compañías reclamar cuantiosas indemnizaciones cada vez que un gobierno, llevado por intereses medioambientales, toma la decisión de rescindir un permiso de explotación de un área para la extracción de combustibles fósiles. Unas indemnizaciones que pagamos todos, pero que provienen de una necesidad evidente: arreglar el desastre que estas compañías han generado.

Las compañías petrolíferas calculan que el tratado podría proporcionarles, en función de la evolución de los avances la legislación medioambiental de los países, más de un billón de dólares en ingresos derivados de la cancelación progresiva de sus planes de explotación. Acabar con un acuerdo así es, simplemente, una cuestión de justicia y sentido común. Cada vez que un gobierno cancela un permiso de explotación a una compañía petrolífera en función de intereses medioambientales, la compañía correspondiente invoca el tratado y se pone a la cola para recibir una cuantiosa indemnización. ¿Puede de alguna manera tener sentido semejante barbaridad?

Acuerdos como este son el reflejo de hasta qué punto la economía mundial llegó a depender de unas compañías profundamente nocivas, que explotaron un recurso venenoso mientras negaban de todas las formas posibles las consecuencias que su explotación iba a tener sobre nuestro planeta. Ahora, cuando sabemos ya perfectamente y de manera rigurosamente científica que seguir quemando hidrocarburos nos llevaría al fin de la civilización humana y a convertir nuestro planeta en un infierno, estas compañías aún tienen el valor de invocar un tratado para que se las compense por el petróleo que van a dejar de extraer debido a que ahora conocemos los efectos reales de quemarlo.

Desde hace ya algún tiempo sabemos que la viabilidad económica de las compañías petrolíferas es imposible si tenemos en cuenta la eficiencia de unas energías renovables muchísimo más baratas en su explotación. En realidad, lo sabemos desde hace mucho antes, cuando comprobamos que esa viabilidad económica, en realidad, era hacerse trampas al solitario permitiendo la inyección de cuantiosísimas subvenciones en las compañías petrolíferas para impedir que el suministro de combustibles fósiles se detuviese.

Es el momento de detenerse y pensar. Pensar que el combustible que nos ha traído hasta aquí es una opción tecnológicamente obsoleta y brutalmente dañina, completamente incompatible con nuestros objetivos medioambientales, y que tenemos que terminar con su explotación lo más rápido posible, por el bien de nuestro planeta, de nuestra salud y de nuestros bolsillos. Abandonar, como ha hecho Francia y algunos otros países, tratados económicos abusivos firmados en tiempos pretéritos es una medida muy lógica y razonable, y esperemos que otros países sigan pronto su ejemplo. Detener las inyecciones económicas a las nocivas compañías petrolíferas, ahora que sabemos que sus reservas, en pocos años, tendrán un valor ridículo, es el siguiente paso. Cuanto antes lo entendamos, mejor para todos.


This article is also available in English on my Medium page, «Why France is right to tear up the 1991 Energy Charter Treaty»

10 comentarios

  • #001
    Xaquín - 22 octubre 2022 - 12:55

    Ah, ¿pero el mercado es libre… como dicen todas las biblias del capitalismo empresarial (o privado)? Del estatal ya se da por supuesto que no existe.

  • #002
    Javier Cuchí - 22 octubre 2022 - 14:05

    Tuvo que venir una pandemia de mil pares para que se generalizara el teletrabajo (después las aguas volvieron al cauce antiguo, pero eso es sólo un reflujo, cabe esperar); ha tenido que venir una guerra en Ucrania, en el jardín mismo de la Unión Europea para que nos planteemos en serio (bueno, digamos que en serio) ir dejando lo del petróleo y el gas; no tenemos claro con qué los vamos a sustituir, pero ya estamos todos de acuerdo en que petróleo y gas, no. Algo es algo.

    Parece que sólo sabemos funcionar a base de coces. Pues tranquilos, que coces nos esperan a puñados.

    • Juan T. - 22 octubre 2022 - 18:39

      A veces las coces traen resultados inesperadamente buenos…Aquello de «no hay mal que por bien no venga».

      ¿Cuando se habría planteado la independencia energética de Europa sin la guerra de Putin?.

      Al UE solo sale del estancamiento a golpe de crisis.

      • Alqvimista - 22 octubre 2022 - 20:16

        Y no sólo eso.
        Ha hecho falta una pandemia para darnos cuenta de que dependemos totalmente de un país, China, que, como Rusia, tampoco es un país amigo.

        Y tras una larga, suicida y totalmente estúpida desindustrialización, empezamos de nuevo a pensar que lo de fabricar cosas no es tan malo.

        Ya sólo falta que empecemos a pensar en el campo como lo que es, una industria esencial y no un parque natural para pasear los domingos.

        • Javier Cuchí - 22 octubre 2022 - 20:51

          El afán consumista llevado a su paroxismo, el low cost es el que provocó la desindustrialización y el encargo a China. Un televisor actual, con todos sus ets y uts, que hoy puede adquirirse a 500 euros, e incluso a menos, costaría por lo menos el doble fabricado en Alemania; incluso fabricado en España. China y otros países del extremo Oriente o de Oceanía, con sus maquilas echando humo -además de verdad- a saco, a la mayor gloria de la tecnología japonesa o coreana.

          Tienes mucha razón en lo del campo, pero ahí está el tema más complicado mientras Perú nos siga exportando, por dos pesetas y media, sus propios espárragos cojonudos, por poner un ejemplo.

  • #006
    Wer - 23 octubre 2022 - 07:28

    Iberoamerica eta calentando pRa sustituir a China.

    • Chipiron - 23 octubre 2022 - 11:17

      Hay varios candidatos. Hay quien habla de Brasil, de Africa en general…

      Yo apostaría por la India. Los mejores matemáticos y programadores de software son hindús o pakistaneses, por lo que tienen una buena cantera..

  • #008
    Luisondome - 23 octubre 2022 - 12:24

    No se puede decir mas claro…,

    PERO SI SE PUEDE Y SE DEBE DECIR MAS ALTO.

    ¡¡¡TRATEN DE ABANDONAR EL TRATADO, QUE TIENE TRUCO!!!

    SI NO HAY TRATO, NO HAY TRUCO.

  • #009
    Dedo-en-la-llaga - 25 octubre 2022 - 16:46

    La cuestión no es sólo abandonarlo, sino a cómo fue posible firmarlo.

    Y esperad a que vaya saliendo otros muchos muuuuucho peores de los que no tenemos ni idea… (La comparecencia el otro día de la bocachanclas que envió Pfizer, fue una completa burla y es una ínfima muestra de cómo funcionan las cosas…).

    Saludos.

  • #010
    Juan Solar - 28 octubre 2022 - 15:29

    Ciértamente es una atadura a compromisos de poderes supranacionales; pero en el caso del abandono anunciado por España del Tratado también responde a tratar de evitar las consecuencias de incumplimientos con inversores internacionales en energía solar fotovoltaica de buena fe, que ha costado al Reino muuuuchos u$d y merecida pérdida de reputación por traicionar la seguridad jurídica al cambiar las reglas una vez comenzado el partido.
    El caso de la «Retroactividad Fotovoltaica» en España continúa afectando a más de 60.000 familias que hasta 2010 apostaron por invertir en energía solar con las condiciones que publicó el BOE. También inversores internacionales.
    Mientras muchos de los inversores internacionales lo han logrado -gracias a los dictámenes y laudos por vulneración de la Carta de la Energía-, no así los españoles, que han sido expropiados por los sucesivos gobiernos de PSOE y PP.
    Es vergonzoso el tratado de la Carta de la Energía, pero más vergonzoso es tener que pedir o robar

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