Elogio de la ignorancia

IMAGE: Wckiw - 123RFNo he podido dejar de sintonizar con este artículo del New York Times titulado «The case for teaching ignorance«, un intento de resaltar la enorme importancia de enseñar no lo que se sabe, sino precisamente lo que no se sabe. La consciencia de la ignorancia es un motor fundamental del progreso: las personas que encuentran cosas interesantes suele ser precisamente porque intentar averiguar cosas que no sabían. El artículo ofrece enlaces al trabajo de «estudiosos de la ignorancia» como Robert Proctor o Stuart Firestein, e incluso a un curso académico sobre la sociología de la ignorancia.

Llevo muchos años enseñando innovación, una disciplina caracterizada precisamente porque, en un entorno en el que muy pocos pueden llegar a saber algo porque se mueve endiabladamente rápido y cambia constantemente sus reglas, lo importante es precisamente saber lo que no se sabe, entender cómo funcionan conceptos que antes, simplemente, no existían porque su contexto no existía, para poder así plantearse construir sobre ellos. Un planteamiento así genera en ocasiones elevadas dosis de frustración en algunos de mis alumnos que pretenden que la motivación para ofrecer un curso es comunicar lo mucho que se sabe de un tema, y terminan el curso pensando que, realmente, no les he dado ninguna «receta» o «método» mágico para solucionar su ignorancia y me he limitado a identificársela como tal. La alternativa, por supuesto, está en pontificar con falsa seguridad sobre las cosas que no se saben, algo que obviamente ni soy capaz de hacer, ni lo pretendo.

En realidad, una gran parte de la metodología que tengo organizada en torno a mi actividad, incluyendo el trabajo que pongo en esta página todos los días desde hace ya más de doce años, está precisamente destinada a generarme ideas sobre cosas que no sé, y a tratar de provocar la misma necesidad en otras personas. Con el material que destilo de esta página y de otras fuentes preparo casos de una manera que muchos de mis colegas encuentran insultante: mientras muchos profesores no se encuentran en absoluto cómodos planteando la discusión de un caso sin tener el apoyo de una teaching note preparada por el autor que solucione todas sus posibles incertidumbres, yo prefiero discutir sobre casos en los que no tengo todas las respuestas, y utilizar la discusión precisamente para aislar y localizar los temas en los que no sabemos nada.

El estudio de la ignorancia, por otro lado, ofrece una interesantísima contrapartida: te permite identificar sus fuentes más habituales, de manera que puedes ser rápidamente capaz – rápidamente se refiere en este caso a la velocidad a la que suele discurrir una conversación en clase, en la que no puedes detenerte a investigar concienzudamente un tema salvo que sea una clase online – de contestar en función de esa «taxonomía». A menudo dedico tiempo durante la preparación de mis sesiones a tratar de preparar respuestas a los sesgos más comunes a la hora de pensar en un tema determinado, para poder pasar por ellas más rápido o de manera más eficiente e intentar llevar así a la clase a discutir sobre cuestiones que puedan ser más fructíferas… precisamente aquellas sobre las que sabemos menos.

¿Filosofía? ¿Exaltación absoluta de la paradoja socrática? Simplemente, que plantear que un profesor solo puede serlo en aquellos temas en los que crea saberlo todo me parece una limitación absurda. Obviamente, hay que saber mucho de un tema para poder lanzarse a dar clase sobre él sin que la ignorancia surja a las primeras de cambio, pero muchas veces lo importante es precisamente entender qué es lo que no se sabe, por qué, y cómo llevar la discusión a ello de una manera que resulte suficientemente atractiva para los alumnos y para la necesaria motivación del profesor. Enseñar lo que se sabe, pero también lo que no se sabe. La ignorancia como concepto potente para estimular la innovación.

 

This article is also available in English in my Medium page, “In praise of ignorance«

 

19 comentarios

  • #001
    Gorkig - 28 agosto 2015 - 13:17

    Ese método de forma de preparar a los alumnos me recuerda el utilizado por la Bauhaus.

    Alemania en 1919 el espíritu prusiano, aunque vencido en la guerra, dominaba aun la sociedad germana y la enseñanza estaba totalmente impregnada de ese espíritu. Por un lado, estaban los profesores, como señores absolutos y por otro los alumnos, que nunca se atrevían a opinar ante ellos. La enseñanza prusiana, se basaba en unos sabios transmitían su sapiencia a sus alumnos.

    En la Bauhaus estaban absolutamente convencidos que ese sistema no funcionaría para lo que ellos querían enseñar. Pues se intentaba, no trasladar conocimientos a los alumnos, si no abrirles las mentes, para que precisamente se atrevieran a intentar hacer lo que hasta entonces nunca se había hecho en diseño industrial.

    Para ello, el modelo prusiano no era útil, pues el Maestro nunca antes había hecho, lo que se pretendía que llegaran a hacer sus alumnos. Por el contrario se necesitaba un sistema más democrático, donde los maestros, únicamente ponen su experiencia al servicio de los alumnos, pero son ellos son los que tiene que avanzar por un camino nuevo, donde el maestro poco puede ayudarlos, porque también es desconocido para él.

    La enseñanza se aproximaba pues, a la formación de atletas, donde el entrenador, no pretende ser el que más lejos salta de la clase, sino el que enseña a adquirir habilidades y recursos, para que cada cual busque el camino para superar las metas de los anteriores, y no que repita a la perfección lo que hacían los anteriores, para llegar a los mismos resultados.

    Era difícil conseguir introducir ese espíritu en la escuela, los alumnos que llegaban a la Bauhaus con el espíritu germánico a cuestas, esperaban disciplinadamente recibir en las clases, las enseñanzas de sus maestros. Por eso, el profesorado de la Bauhaus valoraban sobre todo el contacto con los alumnos en la escalara del edificio, fuera de las aulas, en un terreno neutral, donde era más fácil hablar en un nivel más próximo al de igual a igual, con los alumnos.

    De ahí la importancia que la dirección y el profesorado daba a la escalera. Espacio en principio funcional y sin importancia que se transformó en símbolo de aquella institución.

    http://st.depositphotos.com/1705215/5108/i/950/depositphotos_51083449-Postage-stamp-printed-in-Germany-shows-Bauhaus-Staircase-painting-by-Oskar-Schlemmer-and-CEPT-emblem.jpg

    • Ignacio - 28 agosto 2015 - 13:27

      Maravilloso comentario

    • Jorge Douglas - 28 agosto 2015 - 17:20

      Excelente comentario, acertadísima la metáfora con el entrenador.
      Seria una manera formidable de ejemplificar el rol que deben tener los maestros de primaria para enseñar a programar (TIC) a sus alumnos.

    • Antonio Castro - 28 agosto 2015 - 18:36

      Un gran comentario Gorkig. En mi humilde opinión habría que recordar que no hay adulto que pueda competir con la capacidad de aprendizaje de un niño pequeño y habría que comprender que una de las cosas que les convierte en esponjas del conocimiento es su capacidad para la humildad y para equivocarse continuamente sin sentirse mal por ello.

      De los aciertos apenas se aprende. Se aprende mucho más de los errores. Un buen profesor es el que te marca pautas, te desatasca cuando te atascas, y te reorienta cuando has perdido el rumbo, porque él no puede inyectarte el conocimiento ni por vía digestiva, ni por vía subcutánea ni por ninguna otra vía. Es el propio alumno el que tiene que hacer ese trabajo. Un profesor ha orientarte en la dirección correcta y darte algunas pautas. Aquello de solo sé que no sé nada es una gran frase porque en el momento en que olvidamos de cuestionarnos a nosotros mismo entramos por una vía de autocomplacencia que te impide ver la realidad tal como es.

    • Yrene - 15 septiembre 2015 - 08:34

      Despertar y leer cosas así motivan. Gracias y que tengas un buen dia!!!

  • #006
    Luis - 28 agosto 2015 - 13:26

    Me parece muy acertado el planteamiento. Los profesores y maestros se han pasado décadas enseñando a las alumnos lo que dictan los libros de texto y aquello ya eran capaces de recitarles de memoria en el aula. Cuando lo único que se enseña es lo ya conocido es imposible avanzar en el conocimiento; se produce un estancamiento del saber, el profesor nunca es capaz de responder una duda del alumno que no venga resuelta en el libro porque el mismo maestro no se plantea cuestiones nuevas sobre lo desconocido. Y eso, ademas, hace el aprender una tarea aburrida

  • #007
    Raul SB - 28 agosto 2015 - 14:21

    Siempre he pensado que esto que comentas está muy relacionando con lo que algunas disciplinas llaman «salir de la zona de confort», o si bajamos el balón al suelo la aversión al cambio que tienen infinidad de «profesionales».

    No deja de sorprenderme la cantidad de trabajadores que desechan una idea o un procedimiento simplemente porque » toda la vida» se ha hecho de otra forma y ha funcionado. El conocimiento es igual, se alimenta con la curiosidad y la ignorancia. Sino aún seguiríamos con La Santa Inquisición….

  • #008
    Imilsis Figueredo - 28 agosto 2015 - 14:49

    Excelente artículo,
    El interesante comentario de Gorkig me recuerda al sistema que utilizaban algunos de mis profesores del bachillerato y universidad y que echo en falta en el sistema de aquí.
    Lo más valioso que puedas enseñar son habilidades y en definitiva aprender a pensar.
    La educación debería dedicar más tiempo en entrenar la mente.

  • #009
    Juan Navidad - 28 agosto 2015 - 15:53

    Me ha gustado leerte este tema, Enrique. Uno de los enemigos del conocimiento es la frontalidad educativa, que a su vez es hija del a falacia de apelación a la autoridad. Desde hace siglos, cuando alguien quería tener la razón acerca de cualquier tema, se citaba una fuente. Si Aritóteles había dicho algo, era casi seguro que todo el mundo iba a terminar la discusión en ese punto.

    Este tema tiene una trascendencia tal que ahora mismo en muchos campos se acude a los «sabios» (Europa tiene «comités de sabios»), expertos o gurús para casi todo. Muchas veces, para hablar sobre emprendimiento, se llama a docentes que pueden haber estudiado en su vida muchos «casos de éxito», pero que no han vivido en sus carnes «situaciones de fracaso» porque nunca han emprendido.

    Precisamente esta mañana compartía en mi blog dos temas sobre la innovación rural, que debería ser más horizontal, más de base y no tanto experto con el ego inflado diciendo cómo nos tenemos que equivocar. Si queréis conocer más sobre este tema relacionado, se llama «Cómo promover la innovación rural»: http://wp.me/p1jWhS-tY

    Saludos cordiales,
    JN

  • #010
    Maestre Patarran - 28 agosto 2015 - 16:35

    Maravilloso post.
    Me confieso un enamorado de la mayeútica Socrática.
    Padre de la filosofía al que -no nos olvidemos-condenaron a tomar la Cicuta si no se retractaba de su «impiedad».
    En fin.
    Me encanta el parrafo de #001Gorki:
    «La enseñanza se aproximaba pues, a la formación de atletas, donde el entrenador, no pretende ser el que más lejos salta de la clase, sino el que enseña a adquirir habilidades y recursos, para que cada cual busque el camino para superar las metas de los anteriores, y no que repita a la perfección lo que hacían los anteriores, para llegar a los mismos resultados.»
    Feliz fin de semana, amigos.

  • #011
    MIGUEL A. TOVAR - 28 agosto 2015 - 17:25

    Hat tip para el post de Enrique y el comentario de Gorki!

  • #012
    menestro - 28 agosto 2015 - 20:04

    Es un tema verdaderamente interesante, Enrique. Planteas alguna de las cuestiones que dotan de mayor profundidad a la educación ¿Podemos enseñar lo que no sabemos?

    Pero no voy a teorizar sobre el asunto. Voy a ser breve y además, esta vez voy a hablar de mi experiencia, aunque suelo tratar de no apoyarme en esa inflexión en mi argumentación. Creo que es interesante.

    Es muy habitual en nuestro país esa actitud de «Vamos a meternos en harina y ya saldremos de ella, aunque no tengamos ni idea de hacer tortas o panes» o «Nos lanzamos a la piscina y ya aprenderemos sobre la marcha, a ver que pescamos» o jugar de farol.

    Esa es una de las mejores formas de liarse en un problema gordiano. Y no hace falta ser un acérrimo seguidor de las obras del AVE para darse cuenta.

    Bien, pues resulta que yo hago todo lo contrario. Soy muy prudente y siempre voy con una idea clara y bastante preparación, lo que suele sorprender en estos lares, y atribuirlo a una improvisación afortunada.

    Pero al contrario que mucha gente, para mí el auténtico interés siempre reside en el proceso, no en encontrar una solución. No me sirve con una única respuesta. Así que, cuando hago un aportación, es fruto del conocimiento del camino que me ha llevado a ella y no de la serendipia.

    Pero además, una respuesta es mi punto de partida y no mi meta. Y las nuevas cuestiones que se plantean son la consecuencia deseada y la respuesta a preguntas que aún no se han formulado. Y un nuevo punto sobre el que construir.

    Te aseguro que eso suele impresionar más, que convertir innovación en improvisación.

    A mí lo que me ocupa, son las respuestas a las preguntas que aún no se han planteado. Al menos hasta la fecha, o aproximadamente.

    • Raul SB - 29 agosto 2015 - 13:41

      Amigo Menestro, permiteme por favor que comente un par de cosas que has escrito:

      «Así que, cuando hago un aportación, es fruto del conocimiento del camino que me ha llevado a ella y no de la serendipia». Ok, me parece sensato y muy respetable, pero muchas de las veces que se habla de innovación no se tiene experiencia y no existe el camino, y lanzarte al agua de forma franca, abierta y en compañía puede ser la mejor manera de aprender.

      «A mí lo que me ocupa, son las respuestas a las preguntas que aún no se han planteado. Al menos hasta la fecha, o aproximadamente». Coincido absolutamente, y estoy firmemente convencido que una muy buena actitud para que salgan esas preguntas es tocar temas sobre los que no conocemos o creemos no conocer.

      Gracias y un saludo!

      • menestro - 29 agosto 2015 - 14:18

        No hay de qué. ;)

  • #015
    Esteban - 29 agosto 2015 - 00:12

    Es un punto de vista muy interesante. Sin haber llegado a caer en el concepto de «enseñar lo que no se sabe», lo cierto es que cuando estudiaba el bachillerato, sobre todo, siempre noté que en la enseñanza de las Ciencias Naturales siempre faltaba algo que impedía que la visión fuese redonda, completa, exacta, como sí pasaba con las Matemáticas, la Física o la Química, o al menos en mayor medida.

    Fue una de las causas por las que nunca me sentí atraído por la medicina, por ejemplo. Con los años me he dado cuenta de que esto era debido a que se nos enseñaba lo que se sabía, o lo que se creía saber, pero nos ocultaban todo lo que se ignoraba. Era eso que faltaba para unir todas las piezas y que me provocaba esa sensación incómoda.

    Últimamente, y sólo últimamente, los investigadores de Atapuerca nos han desvelado que se ha descubierto un cráneo de homínido aquí y otro allá, y se les bautiza con el nombre de la localidad dónde se descubre, pero no saben en realidad si son variaciones de una misma especie por estar el lugares distantes o si se trata de especies diferentes. Es decir, no saben casi nada.

    En fin, que efectivamente saber qué no se sabe ayuda mucho más a conocer la verdad, libera la mente y la motiva hacia la investigación. Cabe pensar si esa «ocultación de la ignorancia» tiene que ver con la secular prepotencia de los sabios, o un sistema de defensa de la ciencia frente a la amenaza de los oscurantistas. Al fin y al cabo mucho queda por luchar contra la ignorancia y por el respeto por la ciencia como para admitir todo lo que no se sabe. La economía incluida.

  • #016
    Gorki - 29 agosto 2015 - 01:54

    Gracias a todos los que les ha gustado mi comentario, es más o menos un extracto de un folleto que me dieron cuando visité Bauhaus. A mi también me gustó y sorprendió mucho la comparación de prepara alumnos para que hagan cosas mejores que las que se ha hecho, que es lo que pretende el diseño, con la preparación de atletas para superar los records y lo que más me impresiono fue los resultados de es enseñanza. Si visitas la exposición de sus diseños, muchos de ellos son tan actuales 80 años después, se siguen vendiendo sus muebles en IKEA y los edificios de oficinas que diseñaron se siguen construyendo hoy en dia..

  • #017
    Hmur - 29 agosto 2015 - 13:23

    Buen comentario y léenos ante de lógica, me pregunto cómo podría ser que descubriéramos nuevas cosas dando vueltas a los mismos conceptos, creo que si se cambia el rumbo habrían mas avances y descubríamos mas «cosas extraña Su». Es como ir por una playa y concentrarnos en el camino conocido sin dar mirada al guijarro que esconde nueva sorpresas. Buen comentario Gorky, me jaquea y me transforma este artículo y todos los aportes de los comentarios. Gracias.

  • #018
    Vicente Aragonés López - 30 agosto 2015 - 09:41

    Nuestra conciencia, es decir, la propia esencia de nuestra realidad posee absolutamente todo el saber más allá de lo imaginable. En la mayéutica socrática las preguntas son las que propician que en el alumno fluyan los conocimientos que ya posee, es decir, que recuerde lo que ya conoce.

    Su artículo es sumamente interesante, debería ser intensamente comentado por la comunidad docente. El cambio para bien de la humanidad depende de ello.

  • #019
    Jesús - 1 septiembre 2015 - 22:58

    No recuerdo donde lo vi o leí, pero como alumnos nos hemos dedicado toda la vida a dar respuestas:
    «Calcula», «Rellena», «Enumera», «Describe», «Compara», «Ilustra» y un largo etc de verbos imperativos.

    No importa la materia, la evaluación consiste en que me preguntas algo y yo doy una respuesta.
    Nos enseñan a responder, incluso diría, a obedecer.

    Pero nunca o casi nunca nos enseñan a preguntar. A plantear las limitaciones de lo conocido e intentar romperlas para «ver que pasa». No es que nos digan que es malo, pero no se evalúa, no da nota, no marca la diferencia entre aprobar o repetir, no pesa.

    Y aún así te puede «tocar» un profesor que intente que sus alumnos se pregunten cosas, pero ni el resto de profesores le sigue, ni los alumnos están acostumbrados (a más edad menos imaginación, salvo esa gente especial) y ni siquiera podrá evaluarlos y asignarles una nota por ello.

    Aún así, sé que algún día cambiará, aunque no sé si lo viviré.
    Lo bueno de la globalización es que si alguien empieza a hacer muy bien algo, el resto del mundo debe reajustarse para ser competitivo.

    Y lo bueno de leerte, Enrique, es que me entero de que hay novedades de la gente que se está moviendo para cambiar el paradigma de la educación :)

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