A los directivos de las compañías les gusta decir que están «integrando la inteligencia artificial», algo que ya se ha convertido en una frase cliché. Pero la mayoría aún trata la inteligencia artificial como una función, no como un fundamento: añaden un chatbot aquí, un informe automatizado allá, y lo llaman transformación. Es el mismo error que cometieron las empresas en los inicios de la web: crear páginas web a modo de folletos publicitarios, en lugar de replantear sus modelos de negocio en torno a la interacción digital.
La inteligencia artificial no es una función: es una capa arquitectónica que remodelará cada flujo de trabajo, decisión y producto. Quienes la traten como un adorno se desvanecerán, quienes la traten como estructura serán los que liderarán.
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