Reconocimiento facial y contrato social

Todo por la cara: límites y retos del reconocimiento facial - Nius

Cristina Montalvo, de Nius, me llamó para hablar sobre la tecnología de reconocimiento facial y su uso en distintos países y escenarios, y citó algunos de mis comentarios en su artículo de hace algunas semanas titulado «Todo por la cara: límites y retos del reconocimiento facial» (pdf).

Hablamos sobre el contexto que rodea a la tecnología, y cómo su implantación, en muchos casos, se está llevando a cabo sin un verdadero cambio en el contrato social, sin que los ciudadanos, en realidad, tengamos ningún tipo de opinión en el proceso. Eso lleva a procesos de implantación con velocidad diferencial: mientras China apuesta por el tema a todos los niveles, convierte el control social en algo omnímodo (y de hecho, se plantea incrementarlo más aún con el control de los flujos monetarios mediante su moneda digital), San Francisco y otras ciudades norteamericanas tratan de ponerlo bajo control, y otros negocios, ciudades, países y entornos dan pasos en distintos sentidos, en una aplicación de la tecnología que genera no pocos temores y dudas.

En cuestiones susceptibles de modificar las libertades civiles y el contrato social, lo más importante es posibilitar procesos de adopción que generen una amplia discusión y, de una u otra manera, un cierto consenso sobre su adopción. Que la adopción de la tecnología de reconocimiento facial se dé en función de una propuesta de valor centrada en la comodidad o la conveniencia ofrece escenarios muy diferentes a los que se producen si tiene lugar por una cuestión de seguridad o de miedo a la delincuencia o al terrorismo, y la sociedad reacciona de formas muy diferentes en función de esos escenarios. La aparición de un capitalismo basado en la vigilancia puede ser un subproducto indeseable de una situación que, en sus inicios, muchos toleraron en función de sus miedos o de su comodidad, y terminar dando lugar a protestas y reacciones adversas. Los disturbios en Hong Kong, por ejemplo, son una buena prueba de ello.


3 comentarios

  • #001
    Gorki - 19 octubre 2019 - 16:35

    El reconocimiento facial, es la forma mas antigua de control que se conoce, el portero de tu casa te dejaba entrar sin preguntar o investigaba a donde ibas en función de que te hubiera reconocido la cara o no. Lo que ha hecho la digitalización es llevar el «Reconocimiento Facial» a unos niveles de tamaño y extensión inesperados, lo que produce consecuencias que por novedosas siempre parecen peligrosas.

    Igual ha pasado con todo, los libros se podían reproducir en fotocopias. Yo he estudiado la mitad de la carrera, con libros de texto de segunda mano, que vendía en la calle de los libreros, y la otra mitad en copias de ciclostil que hacían en la Delegación de Alumnos. Lo que llevo la digitalización, no era nuevo, sino que dió la posibilidad de llevarlo, a unos niveles de tamaño y extensión inesperados, lo que produce consecuencias que por novedosas, siempre parecen peligrosas.

    Con la música ocurrió lo mismo. Lo que hacíamos con las radios de dos pletinas, se extendió con la digitalización a unos niveles de tamaño y extensión inesperados, lo que produce consecuencias que por novedosas, siempre parecen peligrosas.

    Igual ha pasado con el alquiler de temporada, la elección de restaurantes, o los viajes compartidos, Fenómenos que existían y estaban asumidos como «normales», la digitalización los cambia de escala, lo que produce consecuencias, que por novedosas siempre parecen peligrosas.

    ¿Lo serán todas y en todos los casos? – En mi opinión no. En la mayoría de los casos, todo evolucionará a su alrededor, hasta hacer entrar en la «normalidad». algo que ahora aparece «extraordinario». Solo se precisa tiempo para adaptar lo existente que procede del pasado, a la realidad actual.

    Pero quedarán una serie de consecuencias, no asimilables, que habrá que encauzar a golpe de leyes y reglamentos. ¿Que no nos dejan entrar en un montón de locales, porque nuestro parecido físico coincide con el de Luis Candelas?. Pues habrá que establecer leyes que controlen este tipo de problemas. .

  • #002
    Xaquín - 19 octubre 2019 - 18:45

    Por esta vez me apunto al comentario de Gorki y así evito repetirnos.

    Y voy a abusar de su perfecto ejemplo de la portería. Suplementando que puede ser un chismoso portero. E incluso una fuente de datos para la brigada política social franquista.

    Si vives en ese edificio sabes (o debes saber) a que juegas en ese partido. Y como siempre, hay dos tipos de jugadores, el que discrepa de la existencia del portero (sea como sea) y el que prefiere vivir «con portero», y sea por lo que sea. Lógicamnete hablo d etoro tipo de portero, incluida la última versión de Siri, Alexa…

    Un mero asunto de libertades. Y el probelma no está en el portero, ni en los vecinos, el problema radica en las autoridades que mal usan de su poder. Curiosamente recibido de los vecinos (tu mismo incluido).

    Pienso que se llaman problemas irresueltos (?) de la forma de convivencia democrática.

    • Gorki - 19 octubre 2019 - 21:10

      Quizá porque estás de acuerdo conmigo, esta vez, te he entendido al 100%, (uno de los dos vamos progresando).

      El problema es que el portero no le pones tu, a lo sumo lo pone el Presidente de la Comunidad elegido democráticamente, otras veces lo pone el capitalista propietario del inmueble, (¡Hay que ver lo que da de si un portero!)

      Sea por uno u otro procedimiento, a ti te lo imponen y sólo te queda vivir debajo de un puente si no estás dispuesto a soportarlo.

      Lo habitual es que o te lleves bien con él, en la esperanza que no lleve chismes tuyos a otros vecinos, (o a la policía, como bien dices), o que te lleves mal, digas sólo un seco, ¡Buenas tardes! y pases raudo por delante de él.

      Lo que es inevitable es que el «reconocimiento facial» ha venido para quedarse, como se quedan todos los demás inventos, los que nos hacen la vida feliz, como a mi Twitter, o los que le hacen la vida desgraciada, como Facebook a Dans. Aquí están y no parece que vayan a desaparecer, como mucho se sustituirán por otros parecidos.

      Tendremos que aprender a vivir con ellos, como hacemos con Google, cuidando nuestra «Marca Personal», pretendiendo que las cámaras recojan los momento que vamos con gente influyente, ayudamos en los pasos cebra a los ancianitos, o besamos públicamente a mocosos, como hacen los políticos desde que se inventó la fotografía. Mientras les ocultamos, nuestras bacanales veraniegas, la borrachera de fin de semana, y las sustracciones de cosméticos en los supermercados.

      Un trabajo más, que hay que comenzar ya mismo, pues la primera impresión es la que vale. A partir de ahora, sonreiré a toda cámara que me apunte, por si acaso.

      .

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