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Sobre renta básica incondicional

Marcos Sierra, de Voz Pópuli, me llamó para hablar sobre renta básica incondicional, uno de los temas que he tratado a menudo en esta página y que cada día más está recibiendo apoyos por parte de ambos lados del espectro político, incluso en países tradicionalmente hostiles al concepto como los Estados Unidos. El domingo, Marcos publicó un artículo en el que me cita titulado «Robots y renta básica universal: ¿por qué las grandes fortunas tecnológicas la apoyan?» (pdf).

En mi conversación con Marcos lo dirigí hacia el fantástico trabajo de divulgación sobre el tema de Scott Santens y traté de huir de los clásicos errores en la interpretación política de la renta básica universal o incondicional, que por supuesto no es ni «una manera de alimentar a vagos», ni «una forma de que los ricos mantengan ociosos a los pobres», ni «algo inasumible por las arcas del estado», ni ninguno de los múltiples lugares comunes a los que se suele hacer referencia cuando se trata el tema sin rigor. La renta básica es una solución redistributiva cada vez más contemplada no solo por la izquierda tradicional, que la considera una forma lógica de evitar la pobreza y de redefinir el trabajo en torno a parámetros que eviten la explotación del individuo, sino también por liberales que tienden a interpretarla como una reducción del papel del estado, que deja de tomar decisiones sobre subsidios mal planteados y simplifica enormemente su papel al entregar a cada uno de forma incondicional una renta establecida. Calificar a alguien de «rojo peligroso» o de «agente del gran capital» por el hecho de que defienda la renta básica es absurdo, supone partir de tópicos, conspiranoias, lugares comunes y conceptos erróneos, y no tiene ningún sentido.

La renta básica incondicional no hay que verla como un decreto que, de la noche a la mañana, decide entregar a cada ciudadano una cantidad de dinero determinada a cargo de las arcas del estado, sino como una sustitución del actual sistema de subsidios múltiples en función de determinadas condiciones, como el desempleo. El subsidio de desempleo es una trampa absurda y conceptualmente incorrecta, porque cuando entregamos una cantidad a una persona porque se ha quedado sin trabajo, estamos en muchos casos desincentivando el hecho de que encuentre un trabajo que le pague una cantidad similar, y además, sometiéndolo, en el caso de que lo encuentre, a una privación del importe de ese subsidio, lo que supone en muchos casos el equivalente de una carga fiscal injustificable y absurda.

Si eliminamos todo ese sistema de subsidios condicionados y lo sustituimos por un pago incondicional, estés o no trabajando, el efecto es completamente diferente: primero, porque posibilita que encuentres un trabajo que de verdad te interese o te motive, o emprendas, o te formes, o tomes otras decisiones no condicionadas por una imperiosa necesidad de supervivencia. Segundo, porque si al combinar la renta básica con tu salario excedes una cantidad determinada, lógicamente pasarás a pagar unos impuestos, lo que hace que sea razonable y justo pagar una renta básica a quien, en realidad, no la necesita. Tercero, porque en todos los experimentos que se han hecho en los diferentes países, los receptores de la renta básica no se dedicaban a quedarse en su casa haciendo el vago, sino que se veían estimulados y motivados a buscar otras cosas que hacer, lo que convierte en infundado e incorrecto el mito de «la gente se quedaría en su casa drogándose y viendo la televisión». Y cuarto, porque al ser universal e incondicional, nadie miraría mal al vecino que la recibe, porque él mismo la estaría recibiendo a su vez. A la hora de hacer cálculos sobre la renta básica, es fundamental entender que no se trata, en su mayoría, de una generación de recursos ex novo, sino en gran medida, de una reasignación de los mismos y de una transición desde el welfare state a otros modelos en los que el individuo posee muchos más grados de libertad.

La renta básica universal o incondicional no es izquierda ni derecha, es adelante. A medida que más trabajos van siendo desempeñados por robots, lo lógico no es poner a los humanos a desempeñar trabajos sin sentido, sino liberar sus recursos para que puedan dar sentido a su vida encontrando otras cosas que hacer. De hecho, dedicarnos a buscar esos trabajos sin sentido que permitan mantener a las personas ocupadas aunque su contribución neta sea nula es lo que sí supone una perversión del sistema, mucho más que esas teorías conspiranoicas de que «los ricos quieren anular la revolución atontando al pueblo con marihuana y rentas básicas». La humanidad progresa gracias a los recursos que somos capaces de liberar, y una renta básica posibilita que las personas puedan optar por encontrar otras cosas que hacer aunque estas requieran hacer inversiones en educación, en capacitación o en inspiración de cualquier tipo.

La idea de que sean las máquinas las que paguen la renta básica es un concepto que precisa explicación, y que nada tiene que ver con la idea de freír a impuestos a los robots. Ese concepto del impuesto a los robots está lleno de problemas evidentes que surgen en cuanto se analiza más allá de una charla de café: ¿qué diablos es un robot? ¿Una máquina de escribir es un robot? Porque en los años ’50, sin duda, lo habrían considerado así… ¿Una cadena de montaje es un robot, o son muchos juntos? ¿Por qué debemos poner un impuesto a un medio de producción, si en el caso de generar una eficiencia mayor, la empresa que lo adopta ya está pagando más impuestos por ello? ¿No constituye eso un flagrante caso de doble imposición? ¿Qué pasa a medida que un robot pasa de ser hardware a ser software? ¿Ponemos impuestos a los programas? Las cosas, indudablemente, no son tan sencillas, y la idea de que sea la tecnología la que pague la factura tiene mucho más que ver con justificar la impresión constante de dinero para responder a la deflación creada por las máquinas que con algún tipo de «impuesto a los robots». Las máquinas no son la amenaza, son la solución. Y de hecho, si no se instaura una renta básica incondicional, la amenaza no serán las máquinas, sino la desigualdad.

Mi análisis es que la renta básica incondicional será un elemento fundamental de la transición hacia una redefinición del trabajo que cada día se ve más necesaria y con más sentido, y que es un concepto que, sin duda, merece más una exploración más seria que una descalificación alegre y trivial basada en un sentimiento aparentemente intuitivo («si me dieran pasta por no hacer nada, no haría nada») que se ha probado, además, incorrecto en numerosas experiencias. A ver si conseguimos que la conversación en torno a este tema, fundamental de cara al futuro, vaya mejorando su nivel.


This post is also available in English in my Medium page, «A few thoughts on basic income«


Enrique Dans

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Enrique Dans

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