Abogados, máquinas y el erróneo análisis de la sustitución

¿Sustituirán las máquinas a los abogados? - Abogacía EspañolaLa revista del Consejo General de la Abogacía, Abogacía Española, me pidió un artículo para su nº 108, que han titulado «¿Sustituirán las máquinas a los abogados?» (pdf), y en el que precisamente intenté analizar por qué razones el análisis de la posible sustitución de una tarea desarrollada por personas mediante una desarrollada por máquinas es, a mi juicio, erróneo.

La abogacía, como la gran mayoría de las profesiones relacionadas con la justicia, tiene un inherente componente humano que, en el estado actual del desarrollo tecnológico, sería sin duda imprudente negar o relegar al ámbito de la automatización. El desarrollo del machine learning incide precisamente en eso, en una visión de las máquinas que tiende a alejarse de la perspectiva clásica de la automatización, «máquina que ejecuta de manera repetitiva las órdenes que le hemos codificado en forma de variables, condicionales y bucles», y se aproxima más a la idea de «máquina capaz de aprender y derivar esas reglas a partir del aprendizaje que es capaz de derivar a partir de un conjunto de datos».

Sin embargo, que las máquinas puedan llevar a cabo tareas cada vez más sofisticadas y reservadas antes para los humanos no implica necesariamente un rumbo de colisión, dado que las tareas desarrolladas por humanos están muy lejos de mantenerse y perpetuarse de manera estática en el tiempo: el trabajo de un abogado, como ocurre con una gran cantidad de profesiones de otros tipos, está muy lejos de parecerse al que desarrollaba un abogado hace algunas décadas: utiliza otro tipo de medios, otros protocolos, requiere otras habilidades, y se apoya en tecnologías y herramientas de una manera sensiblemente diferente. Si un abogado de hace algunas décadas viese hoy trabajar a uno actual, una buena parte de su trabajo le parecería poco menos que ciencia-ficción. Dentro de algunas décadas, el paralelismo se repetirá, y los abogados utilizarán medios, protocolos, habilidades, tecnologías y herramientas que hoy nos parecerían ciencia-ficción, pero que serán las que definan la tarea de un abogado en ese momento.

Las máquinas solo sustituyen al que se niega a avanzar. En la justicia, veremos sin duda crecer la cantidad de casos que son juzgados mediante justicia algorítmica, mediante máquinas que, tras consultar la jurisprudencia, deciden qué casos son homologables a cuáles, toman en cuenta circunstancias de todo tipo que puedan afectar, y emiten un veredicto que, lógicamente, podrá ser sometido a apelación. Un avance que, en virtud del colapso de una buena parte de la administración de justicia, resulta cada día más acuciante y necesario, pero que no podremos considerar una sustitución de abogados por máquinas más allá del hecho de que la instrucción de una inmensa mayoría de esos casos hace mucho tiempo que no debería consumir horas de trabajo de personas, sino de máquinas. Dedicar horas de un profesional a casos tan mecánicos que podrían ser analizados por un simple conjunto de algoritmos es admitir que, en la práctica, ese profesional se está dedicando a tareas puramente administrativas, repetitivas y banales.

Pero más allá de la justicia algorítmica, tendremos otras connotaciones, Desarrollaremos asistentes capaces de llevar a cabo análisis predictivos de una buena parte de los elementos de la naturaleza humana, de recomendar actuaciones en función de determinadas circunstancias, de negociar en función de unos protocolos determinados, o de aliviar una buena parte del trabajo que hoy consideramos, en general, como la peor parte de lo que un abogado hace a lo largo de su día a día, todas esas tareas que, en realidad, enriquecen más bien poco y son consideradas aburridas o penosas. La máquina, en realidad, no quita el trabajo al (buen) profesional, sino que lo libera para llevar a cabo tareas de mayor valor añadido. Así ha sido desde los inicios de la revolución industrial, y existen pocas razones para pensar que no siga siendo así.

Esto implica, lógicamente, un reajuste de las capacidades y habilidades de un abogado. El abogado del futuro hablará con máquinas con la misma soltura con la que habla con personas, y eso no vendrá dado por sus habilidades para programar, porque la misma tarea de programación se habrá convertido, a ese nivel, en algo muy similar a lo que hacemos cuando hablamos con personas. En ese entorno, el abogado seguirá teniendo su papel, sus responsabilidades y su trabajo, aunque su día a día nos parezca alejado de lo que hoy conocemos. Pero seguirá ahí, como seguirán las causas que lo hacen imprescindible. La dialéctica de la sustitución es errónea, y además, dañina por lo que tiende a conllevar de resistencia al cambio. Resistencias que, aunque inútiles a medio plazo dado lo inexorable del cambio, sí pueden retrasarlo e influir en el ritmo del progreso, en la adaptación de los profesionales o en las perspectivas de competitividad de los actores implicados. Negar el cambio implica hacerse enemigo de él, con todo lo que ello conlleva. No, la máquina no sustituirá al abogado, pero los abogados que sepan utilizar máquinas sustituirán a los que no sepan. Eso sí que podemos tomarlo como seguro.

 

8 comentarios

  • #001
    Angel "el bueno" - 3 octubre 2018 - 11:53

    Entonces….

    Tampoco sustituirán a los jueces…!

    Pero ¿qué pasará con los jueces que se queden obsoletos….? Expulsarlos de la carrera judicial será difícil o imposible… (Lo digo por lo de sustituirlos por aquellos que no se hayan quedado obsoletos…).

  • #002
    Cristina - 3 octubre 2018 - 12:43

    Me preocupa algo. Los algoritmos son más eficientes en tareas repetitivas sustituibles, pero puede o podtá, un algoritmo sustituir los errores, deliberados, convenientes o no, de interpretación de normas?. Procuraran realmente más justicia o también incorporaran los parámetros de análisis condicionantes por elementos geopoliticos o geoestrategicos? Esa es mi preocupación. Sustituir qué y con qué patámetros…

  • #003
    Gorki - 3 octubre 2018 - 13:27

    En un futuro próximo, un abogado, un ingeniero, un arquitecto, utilizarán la inteligencia artificial en su trabajo con la misma naturalidad que hoy utilizan la informática. Será utilísima, posiblemente imprescindible, como es hoy el Aranzadi digital, los programas de cálculo de estructuras y el CAD, pero no sustituirán al hombre, solo le acompañaran y asistirán en su trabajo.

    Lo que es muy probable, es que el hombre con la ayuda de la IA, rinda más en su trabajo, y o bien, se necesitan mas juicios o mas largos, mas obras publicas o mas grandes, y mas inmuebles, o con mas habitaciones, o hagarán falta menos trabajadores, o se llegue a un acuerdo en que hagan falta los mismos trabajadores que ahora y todos tengan recortada su jornada de trabajo.

    Yo me inclino por la tercera solución.

  • #004
    marcelo - 3 octubre 2018 - 15:01

    La pregunta que supongo interesa más al gremio de los abogados es a cuántos de ellos va a mandar al paro esta revolución tecnológica que se les viene encima… y por tu respuesta se intuye serán muchos, y más en países con superávit de abogados como España o los USA. Millones de horas facturadas en tareas mecánicas o inútiles se irán por el sumidero gracias a la tecnología, pero la abogacía (y el negocio de la ley en general… jueces, fiscales, legisladores, politicos…) no va a desaparecer, es algo complejo y que sus actores trabajan incansablemente para que los sea aún más, fuera del alcance de las máquinas por bastante tiempo.

  • #005
    xaquin - 3 octubre 2018 - 19:02

    Un deseo es que los algoritmos defiendan a los seres humanos (o los acusen) puesto que el lobbysmo abogacil no demuestra mucha querencia por la humanidad. Como muchos otros, lo suyo es el dinero. Por eso dudo mucho también que sea rápido el cambio.

    Lo que también está claro es que la «suplantación» tecnológica debían hacer los propios algoritmos. Supongo que durante mucho tiempo (mucho, pero no eterno) la dirección de los procesos cognitivos y sociales humanos los dirigirán humanos (muy, pero que muy preparados, eso sí).

    Se trata de la confusión de siempre en la educación. Parece como si el uso extremado de la tecnología fuera a dejar el mundo en manos de infantes, adolescentes y algoritmos.

    Se trata de tener adultos en condiciones, no elementos trumpianos que de sapiens tienen lo que de grasa la leche desnatada. Podía decirse que la mayoría del profesorado si puede ser sustituido, pero se necesitará un profesorado preparado para lidiar con alumnado y algoritmos. Y lidiar no es «enfrentarse», es interactuar pedagógicamente para «producir» un adulto completo (y tener los algoritmos «controlados»). Cosa nada fácil.

  • #006
    lector - 3 octubre 2018 - 21:55

    “El desarrollo del machine learning incide precisamente en eso, en una visión de las máquinas que tiende a alejarse de la perspectiva clásica de la automatización, “máquina que ejecuta de manera repetitiva las órdenes que le hemos codificado en forma de variables, condicionales y bucles”, y se aproxima más a la idea de “máquina capaz de aprender y derivar esas reglas a partir del aprendizaje que es capaz de derivar a partir de un conjunto de datos”

    No diré que ese párrafo es necesariamente erróneo porque habla de “la visión”.

    Pero me gustaría apuntar respetuosamente que no es la realidad actual, no es el “estado del arte”.

    Animo a intentar buscar algo que no sean variables, condicionales y bucles en el repo de Tensorflow por poner un ejemplo.

    O hacer un curso de machine learning y ver que se usan cosas como Python, Java, C++ etc con ciertas librerías hechas a su vez con esos u otros lenguajes…

    O leer sobre arquitectura Von-Neuman…

    Relacionado con esto veo la tendencia a hablar de algoritmos como si fueran algo nuevo, cuando un algoritmo puede ser algo tan sencillo como hacer una división. Todo software se ha basado en algoritmos desde siempre, y lo que un niño hace o hacía a mano con lápiz y papel en un cuadernillo de Rubio también lo son.

  • #007
    NAUDOT - 4 octubre 2018 - 10:16

    Hace tiempo pregunté a varias personas: «¿Prefieres ser juzgado por personas (juez o bien jurado) o por un ordenador (o robot, hoy diría un algoritmo de inteligencia artificial)?. Muchas veces respondían que si fuesen inocentes (en lo penal) o no llevase razón (en lo civil, laboral y administrativo) preferirían a un ordenador, pero si fuesen culpables (o previesen una sentencia desestimatoria en los ámbitos civil, laboral y administrativo) preferían personas, que estarían más expuestos a errores o a ser menos estrictos.
    Por otro lado, ya se redujo mucho la cantidad de trabajo que tenía se desarrollaba en un despacho de abogados (que a veces realizaban pasantes) u oficina judicial, cuando las bases de datos legislativas y jurisprudenciales desplazaron ipso facto a los repertorios en papel: Desaparece el papel de los pasantes, abogados empleados y no se aumenta el número de jueces. Un catedrático de lógica informática afirmaba que podía hacer un programa que dictase sentencias a partir de legislaciones y principios jurídicos, si contase con financiación para ello.
    Un programa de Inteligencia Artificial en el mundo jurídico serviría para realizar previsiones de sentencias a partir de los precedentes más frecuentes; o también, en sentido contrario, establecer el resultado y buscar los argumentos legales que la sustenten, pues suele haber sentencias en ambos sentidos. Un juez puede ajustarse a los precedentes o bien buscar una argumentación distinta y encontrar la argumentación coherente.
    Todo ello me resulta semejante al diseño asistido por ordenador en ámbitos como la ingeniería o la arquitectura. Te hacen automáticamente lo rutinario, pero hay otros infrecuentes, como el museo Guggenheim, tan singulares que no hubiese sido posible diseñarla sin ayuda del diseño asistido por ordenador.

  • #008
    Pedro Torres Asdrubal - 5 octubre 2018 - 12:04

    Algún día seremos animales de compañía cuya única obligación es ser felices. Delegaremos la decisiones en quien las toma mejor, sea un médico, un abogado, un Gran Hermano digital o un programa en nuestra cabeza.

    ¿Acaso no queremos eso para nuestros hijos? ¿Qué sean felices como nuestros animales de compañía?

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