De la herramienta al protocolo

TinderUna de las cosas que más cuesta percibir en todo lo relacionado con la adopción tecnológica es la brutal importancia del paso desde una herramienta, al conjunto de protocolos de uso que desencadena. Por eso me ha resultado muy interesante este artículo en The Wall Street Journal titulado «The new dating no-no: asking for a last name«, en el que proporciona algunos detalles sobre el uso de una de las herramientas que miles de personas todos los días utilizan para organizar su vida sentimental o sexual: Tinder.

El caso de Tinder es muy interesante, y lo he utilizado en otras ocasiones, porque nos permite simplificar a la mínima expresión el componente tecnológico de la herramienta: como indica la captura de pantalla de su página, el mecanismo es el que es, sin ningún tipo de complicación: desliza la imagen que ves de la persona hacia la derecha o la izquierda en función de si te gusta o no te gusta, espera a que aparezca un match o reciprocidad, y comienza una conversación. Es, posiblemente, uno de los diseños de interfaz más simples que existen, que ha dado origen, de hecho, al uso de la palabra «tinderización» como sinónimo de simplificación hasta la última expresión. Cualquier persona, absolutamente cualquiera, podría entender el uso de Tinder de manera inmediata, sin necesidad de explicaciones de ningún tipo.

Tras esa aparente simplicidad, obviamente, hay muchas otras cosas infinitamente más complejas: por un lado, el algoritmo que hace que se te muestren unos perfiles y no otros en función de las características que tiene la aplicación de ti y de tus sucesivas respuestas, un algoritmo que deriva conclusiones no solo de lo que tú haces, sino también del análisis de la colectividad. Por otro lado, la importancia de cada fase, como ocurre con todos los intentos de establecer comunicación que, por la razón que sea, no reciben respuesta, o con las citas que no llegan a completarse tras haberse acordado. Y finalmente, el conjunto de protocolos, patrones y comportamientos que surgen a medida que la aplicación es utilizada: un conjunto de normas sociales que indudablemente evolucionan con el paso del tiempo en función del contexto y las costumbres – imaginemos cómo sería nuestra vida si tuviésemos que intentar conseguir pareja como se hacía en el siglo XIX, por ejemplo – pero en las que Tinder, sin duda, ha ocasionado un cambio tan brutal, que resulta casi imposible de entender para muchos. El choque cultural que genera Tinder lo veo cada vez que lo utilizo como ejemplo en clase, uno de esos ejemplos para los que, además, no requiero preparación: siempre lo utilizo de manera espontánea, porque, como la app, no necesita prácticamente explicación para generar conclusiones interesantes. Las diferencias en la discusión varían tanto en función de la edad media de mis alumnos, que permiten entender de una manera brutal cuál es el efecto de una herramienta así.

Lo interesante del artículo, precisamente, es ese componente: hasta qué punto decisiones de diseño, como el no mostrar el apellido de la persona cuya fotografía estás desplazando a la izquierda o la derecha, condiciona el hecho de que, posiblemente tras una o varias citas, puedas seguir sin saber su apellido, porque se asume como incómodo o incluso inadecuado el preguntarlo. ¿Qué ocurre con el apellido? Simplemente, que en muchos casos, saber el nombre y apellido de la persona, junto con algunos datos más obtenidos de una conversación superficial, permitiría a la persona obtener muchos más datos a través de búsquedas, y podría condicionar la posible relación de maneras imprevisibles. Hoy, somos lo que somos, unido a lo que Google dice que somos, sea o no una imagen fiel. Al eliminar los apellidos de su interfaz, Tinder convierte la decisión de compartir tu apellido con una persona en una decisión personal, en un momento que podría, incluso, definir si la relación se queda en un encuentro casual, o progresa hacia algo más habitual o más estable.

Lo fundamental de la tecnología en sus fases de adopción no es la tecnología: son los protocolos de uso que genera, protocolos que, en muchos casos, están motivados por decisiones de diseño o de funcionamiento. Tinder es solo un ejemplo, útil por su extrema simplicidad, pero ese desarrollo de protocolos de uso aparece en muchísimos casos de adopción, y tiene una importancia mucho mayor de la que muchos le otorgan. Es también responsable de la importancia de una adopción responsable: el uso de la tecnología se ha simplificado muchísimo y ha eliminado muchísimas barreras de entrada, pero eso no necesariamente ocurre con los protocolos de uso, y las posibilidades que tenemos de utilizar mal una herramienta sencilla y cometer errores importantes que condicionen nuestro uso es aún muy elevada si no tenemos este tipo de factores en cuenta. El desarrollo de protocolos tiene, en muchas ocasiones, más importancia que la tecnología en sí a la hora de definir su nivel de adopción y su impacto en la sociedad.

 

 

 

This post is also available in English in my Medium page, “From the tool to the protocol» 

 

7 comentarios

  • #001
    menestro - 26 enero 2018 - 12:46

    Si tu vida sentimental depende de Tinder o de la seccion de anuncios por palabras (o twitter), no tienes un problema de relación con la tecnologia, es otro diferente.

    Nadie da sus apellidos en una relación social informal, ni datos personales, y es de mala educación insistir en pedirlos.

    Pero claro, en internet las habilidades sociales son cosas de las que se puede prescindir, por la novedad y las asunciones propias del medio, y es terreno abonado para personas con dificultades a la hora de interpretar el contexto social.

    Por decirlo suavemente.

    Enseñame a un gurú de una red social, y yo te mostrare a un incompetente social tomando ventaja del medio. Como siempre ha sido.

    • Enrique - 27 enero 2018 - 19:31

      Cierto que tienen un problema, la gente poco comprensiva y prejuzgadora como tú, hay gente que la usa como medio añadido para conocer gente y hacer otras actividades como salir a tomar algo. También lo usa gente que se ha mudado de ciudad por trabajo y no conoce a nadie, y oye, a saber que pasa. También ayuda a gente realmente muy tímida que ni con ayuda profesional puede socializar de la manera clásica.

  • #003
    Gorki - 26 enero 2018 - 14:40

    Lo que llamas «interfaz», es lo que técnicamente llamamos, interfaz gráfica de usuario, o GUI, (Graphical User Interface), y en efecto tratamos, (generalmente con poco acierto), que sea muy simple, sencilla de comprender y utilizar y que el invento de las pantallas tactíles, ha revolucionado extraordinariamente.

    En cambio en cuanto al «protocolo», se me escapa que quieres decir, pues por un lado «protocolo» es la forma preestablecida de actuar, de acuerdo con eventos que puedan suceder, por eso hablamos de el «protocolo a seguir en caso de nevada, » o «el protocola en caso de reclamación de un cliente»

    Pero también, «protocolo» es el conjunto de normas de convivencia cuyo conocimiento y aplicación demuestran una «buena educación», como la norma de como elegir quien se sienta en la presidencia de una mesa, o quién debe abrir la puerta del ascensor, si coincides en el descansillo de la escalera con un vecino.

    Tratándose de un programa para establecer relaciones de pareja, no me ha quedado. Realmente no solo en este campo sino en mucho claro si te refieres, a que debería existir un protocolo de actuación según los eventos que se produzcan, o unas normas sociales de convivencia que los nuevos sistemas de contacto social aun no han desarrollado.

    Realmente, no solo en este área, sino en muchos, los cambios sociales, han dejado obsoletos muchos protocolos sociales, pero en mi opinión, aun están por aparecer las nuevas normas de convivencia que se adapten a los nuevos tiempos.

  • #004
    Xaquín - 26 enero 2018 - 19:17

    Mientras los tindarianos no sean androides, pienso que la mejora de interfaz no le dá un valor más humano a la tecnología.

    Nada más simple que la interfaz (real) llamada botellón (en ella ni se pide el nombre). Pero detrás del algoritmo hay humanos (sería diferente con androides) y eso hace complejo el proceso de comunicación (como en el postbotellón).

    Salvo que aplanemos el encefalograma humano adrede, es demasiado complejo para simplificar los protocolos de relación humana. Otra cosa son sucedáneos para «ir tinderando»…

  • #005
    JJ - 27 enero 2018 - 18:28

    Tinder está muy bien, muy práctico para conocer gente. Antes existía Match.com y era un poco rollo.

    Pero hay dos cosas que no me gustan de Tinder, tienen 800 páginas de datos privados e incluso íntimos sobre cada usuario y los venden al mejor postor, algo que no debería ocurrir.

    Tinder vende tus datos

    Luego, tampoco me gusta que Tinder te obligue a tener una cuenta en Facebook para registrarte pues me hace pensar que existe un acuerdo con esa Red Social para compartir datos que luego se venden (datos sociales + datos íntimos + número de teléfono, etc).

    Tengamos en cuenta que hay Apps similares a Tinder que al registrarte te ofrecen la posibilidad de hacerlo sin cuenta de Facebook (solo con tu correo, etc) por lo que puedes elegir.

    Y en cuanto a la apropiación de los datos privados hay Apps alemanas (si no recuerdo mal, una que se llama Lovoo) que al registrarse el usuario se cura en salud (frente a futuras posibles reclamaciones por el robo de datos personales) explicando exactamente lo que harán con tus datos si se los cedes voluntariamente y dando la posibilidad de rechazar ese acuerdo sin que por ello dejes de poder registrarte (aquí, solo engañan un poco al favorecer el botón «aceptar» mediante un color mas llamativo, deberían ser dos botones similares para no inducir a error).

    • Gorki - 27 enero 2018 - 19:02

      Lo sabes perfectamente, si un servicio es gratuito, la mercancía eres tu, se ha dicho hasta la saciedad.

      Si no quieres que trafiquen con tus datos lo tienes facilisimo, no utilices servicios gratuitos.

      Vuelvo a repetir, ¿Cuanto crees que valen los datos de una persona? ¿No te parece un precio bajo por proporcionarte un ligue?

      • JJ - 27 enero 2018 - 21:19

        Sobre lo que valen nuestros datos ya te he respondido en otra entrada (por ej. si estás buscando hipoteca, hasta 250 euros, además, tus datos valen mucho porque se venden, los mismos datos, miles de veces a miles de empresas.

        El cuento de qué si algo es gratis debes pagarlo con tus datos cuéntaselo a otro, amigo Gorki (a otro perro con ese hueso). Relee mi comentario, he puesto un ejemplo concreto sobre cómo se pueden hacer mejor las cosas.

        Quiero un mundo mejor que el anterior y un Internet mejor, sin monopolios preferentemente, con empresas verdaderamente rentables y que no tengan que vivir de hacer algo tan feo como robar los datos personales de sus usuarios o clientes.

        Un saludo.

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