Tecnología y efectos secundarios

IMAGE: Alphaspirit - 123RFAl hilo de las recientes afirmaciones de Facebook sobre la posibilidad de que su producto principal, la red social, pueda tener determinados «efectos secundarios», se está empezando a hablar de 2017 como el año en que los gigantes tecnológicos empezaron a ser conscientes de su responsabilidad sobre los cambios que provocan.

Una cuestión que me resulta interesantísima, por lo que tiene de compleja: cuando hablamos de «efectos secundarios» que pueden ir desde lo más personal, como la depresión o la desinformación, hasta cuestiones que afectan a toda la sociedad, como influir en el resultado de unas elecciones, en el precio de la vivienda o en que muchas personas pierdan su trabajo, está claro que estamos tratando temas importantes, relevantes y de plena actualidad. No, no hablamos simplemente de si Facebook reconoce los problemas que genera, sino de si el innegable éxito de Amazon está provocando la destrucción sistemática del comercio tradicional, si el crecimiento meteórico de Uber, Lyft o Cabify provocan la quiebra y progresiva desaparición de los taxistas, o si el efecto de Airbnb sobre ciudades como Palma de Mallorca, Barcelona o muchas otras supone un golpe a la fisonomía de las ciudades que la mayoría consideran un efecto secundario muy poco recomendable.

Que el éxito de determinados modelos apoyados sobre el desarrollo tecnológico genera efectos secundarios no siempre adecuadamente dimensionados es una verdad evidente: negarlo como principio fundamental no aporta nada al problema, y sí puede suponer una infracción clara de los principios de responsabilidad social corporativa. El problema, por otro lado, es que esos mismos principios de responsabilidad social corporativa han sido desde sus inicios poco menos que un maquillaje barato para las memorias corporativas de quienes sabían que generaban efectos perniciosos sobre cualquier otro aspecto, y que esos efectos, por otro lado, no son en absoluto nuevos: todo progreso o cambio tecnológico acarrea, si no es controlado adecuadamente, cambios que muchos pueden considerar problemas, y así ha sido a lo largo de la historia. La revolución industrial nos trajo la deforestación de amplísimas áreas geográficas y la contaminación, del mismo modo que la popularización del automóvil nos trajo ciudades insoportablemente colapsadas, y no hemos visto demasiados planteamientos de asunción de responsabilidad en prácticamente ninguna compañía responsable de esos cambios.

Toda adopción masiva del uso de una tecnología es susceptible de provocar cambios. Algunos de esos cambios pueden ser lógicos: las soluciones nuevas ganan en eficiencia a las anteriores, y se produce un proceso darwiniano de evolución, con sus ganadores y sus perdedores. En ocasiones, la sociedad considera que es preciso intervenir en esos procesos, generalmente para defender a los afectados por ese cambio, e impone restricciones o limitaciones de diversos tipos, que para ser eficientes, deben balancear los beneficios obtenidos por las nuevas soluciones con el estímulo razonable para que quienes desarrollaban las actividades anteriormente puedan, cuando menos, intentar evolucionar. ¿Tiene lógica negar el progreso y el avance que supone el uso de una app para movernos por una ciudad, y simplemente proceder a prohibir su uso como si no aportase ningún beneficio? No parece que esa solución sea demasiado justa ni lógica: más bien, deberemos considerar que la situación que dio origen a las limitaciones y regulaciones anteriores ha cambiado debido al desarrollo de una tecnología determinada, y readaptar esa regulación al nuevo contexto contando con los nuevos actores existentes.

¿Esperaba Airbnb que el efecto de su popularización fuesen ciudades en cuyo centro ya no se puede vivir, y en donde los residentes habituales se ven expulsados por precios de alquileres cada vez más elevados? No, obviamente no. Sin embargo, el problema existe y es perfectamente tangible: si Airbnb genera una situación en la que un propietario de un inmueble encuentra que la mejor forma de ponerlo en valor es alquilarlo a corto plazo  – incluso contando con una mayor inversión en rehabilitación – y eso genera no solo una mayor riqueza para ese propietario, sino también para los comerciantes de la zona, para los que proveen servicios de limpieza o rehabilitación, o para todos los que, en general, viven del turismo, alguien deberá pensar en equilibrar esa generación de riqueza con la sosteniblidad, o con el hecho de que amplias áreas históricas de muchas ciudades se conviertan en una especie de «parques temáticos» como Venecia, en cuyo casco histórico no existen prácticamente residentes auténticos, y todos los comercios son tiendas de souvenirs. ¿Tiene sentido, para combatir esos efectos, prohibir Airbnb? No, la solución está en repensar las regulaciones existentes, trabajar para adaptarlas a una situación definida en parte por la difusión tecnológica, y contar con esos nuevos actores en la búsqueda de una solución.

¿Es 2017 el año en que los gigantes tecnológicos «caen en la cuenta» de los efectos secundarios que generan? No, es simplemente el año en el que empezamos a darnos cuenta de que antes estos cambios tardaban habitualmente generaciones en ser perceptibles, y ahora pueden tardan únicamente meses. Antes le llamábamos simplemente evolución, ahora le llamamos disrupción, y tiene un coste en forma de problemas que pasan a manifestarse con mucha mayor velocidad y virulencia. Ahora los problemas pasan a convertirse en humeantes mucho más rápido. Que las compañías que juegan un papel importante en esos cambios pasen a tener una actitud de búsqueda de soluciones a esos problemas es un paso adelante, que tradicionalmente muy pocas empresas asumieron: nunca vimos a las empresas de automóviles reconocer responsabilidades sobre la contaminación o el colapso de las ciudades, ni a las petroleras por la polución, ni a las tabaqueras por el cáncer, salvo cuando fueron legalmente obligadas a asumirlas. Nunca vimos a los fabricantes de neveras asumir ningún tipo de responsabilidad sobre el paso al desempleo de los repartidores de hielo, ni a las eléctricas sobre la desaparición de los serenos: simplemente lo asumimos como un proceso natural.

De alguna manera, el desarrollo del capitalismo nos llevó a reconocer implícitamente que los beneficios, y no la sostenibilidad, eran la principal responsabilidad de las compañías. Que ahora algunas compañías, particularmente tecnológicas, comiencen a asumir que su éxito puede acarrear determinados efectos secundarios, y que en la ecuación entre beneficios y sostenibilidad habría que comenzar a tomar decisiones no tan unívocas, y en ocasiones a sacrificar rentabilidad para evitar o poner bajo control esos efectos es algo indudablemente positivo. Y no tanto porque esas compañías hagan algo malo, sino porque afirman estar dispuestas a trabajar en soluciones de una manera que anteriormente, en otras industrias y en otros períodos históricos, no se habían siquiera llegado a plantear.

 

 

 

This post is also available in English in my Medium page, “How are we going to deal with the side effects of technology?» 

 

12 comentarios

  • #001
    Gorki - 17 diciembre 2017 - 16:17

    Las “disrrupciones” consecuencia de cambios en el modo de actuar grandes masas de población, siempre tienen luces y sombras. Eso es lo que llamamos “progreso” algo que en conjunto consideramos “bueno”, pero que siempre deja graves afectados en avance y que termina frecuentemente creando nuevos problemas a los que nos tendremos que enfrentar.

    En mi opinión, el mayor problema procede de que estos “cambios” se están produciendo hoy en una época de crisis y nos cuesta ver como se recolocarán las “victimas “ del progreso, a la vez que nos negamos a ver, las ventajas que ara otros está ya produciendo ese “cambio”.

  • #002
    Xaquín - 17 diciembre 2017 - 18:08

    Supongo que con la rueda fue pasando de voz en voz y no debían ser todos comentarios favorables. Con la máquina de vapor quiero suponer que además del Times y algún comentario de clubs típicos, poco se daría. Estamos con internet y (mientras sea libre) permite aumentar el ruido hasta límtes ensordecedores. El ruido y la información, porque parafraseando a un escritor USA (y mientra el poder lo permita) la información está entre los internautas (libres!)…y más vale el ruido y la furia libremente expresados, que sus autores encarcelados.

  • #003
    Luis Hernández - 17 diciembre 2017 - 18:45

    Tradicionalmente la legislación ha permitido evitar situaciones de abuso, injusticias o incluso peligros manifiestos. Hoy día el cambio es tan rápido que no hay tiempo material siquiera de analizar las consecuencias de los avances tecnológicos y mucho manos de introducir modificaciones legales que los regulen.
    Esto probablemente a ser más peligroso de lo que imaginamos, porque a medida que se reducen las barreras de entrada a nuevas y más poderosas tecnologías, el poder de un solo individuo se multiplica, para bien y para mal.

  • #004
    JJ - 17 diciembre 2017 - 22:33

    Está bien que se comience a hablar de este tema. Sobre todo cuando se sabe que el presidente actual de EEUU pudo ganar por fallos de las redes sociales a la hora de detectar noticias falsas.

    Sin embargo, no parece que en Facebook quieran asumir su responsabilidad, sobre todo poque han iniciado una campaña mediática para intentar convencer a la gente de que todos somos culpables cuando son ellos los que deben detectar el momento en que una noticia se viraliza y comprobar la fuente y veracidad de la misma y advertir al usuario cuando existen sospechas fundadas.

    Deberíamos, además, pedir a estas empresas transparencia, pues lo saben todo sobre sus usuarios pero ellos poco saben de la empresa.

    Facebook, dice, por ejemplo, tener 2500 millones de usuarios, algo improbable, pero que afecta directamente a su valoración. Pero no podemos, de manera transparente, saber cuantos usuarios reales tiene esta red social. Y deberíamos comenzar por allí, por exigir transparencia en todos los números que se dan, pues las burbujas también se crean mintiendo en los números (a propósito, hoy he leído que la App mas descargada es la de coinbase, por el auge del bitcoin, pero no me lo he creído, porque puede haber habido manipulación para condicionar o inflar mas el mercado).

  • #005
    Papalagui - 17 diciembre 2017 - 22:44

    No era usted el que negaba la problemática de la llegada de la AI? No era usted el que se quejaba de que Elon Musk se preocupe de la falta de regulación de esta tecnología punto de inflexión en la historia de la humanidad? Pues aplícate el cuento de este artículo majo…

    • Enrique Dans - 18 diciembre 2017 - 09:23

      Mucho me temo que no interpretas muy bien lo que digo… nunca he negado que el uso de la inteligencia artificial para crear armas no pueda llegar a ser un problema. Pero eso puede pasar con absolutamente cualquier tecnología: se puede usar para el bien o para el mal, y no por eso han dejado de desarrollarse. Detener el desarrollo de la inteligencia artificial es completamente imposible, y por tanto, lo adecuado no es pretenderlo, sino tratar de eliminar los incentivos a un posible mal uso y ponerlos bajo observación. Lo que decía entonces es que las prevenciones de Musk o Hawking no servían absolutamente para nada, y que en cualquier caso, incluso aunque estuviesen fundadas y eso fuese a ocurrir, las declaraciones como tal no lo prevenían ni lo arreglaban en absoluto.

      • Papalagui - 18 diciembre 2017 - 16:44

        Por qué sólo te refieres a la AI aplicadas a armamento? La singularidad de una AI general es que puede desempeñar cualquier actividad humana infinitamente mejor que cualquier humano. No hace falta imaginarse a un robot asesino, puedes pensar en un hacker, una corporación, un gobierno, un terrorista…usando esa poderosa herramienta en su beneficio… Pero sobre todo que si no nos preocupamos de saber controlarlas incluso un uso con un fin positivo puede tener unas desconocidas terribles consecuencias… Nadie que yo sepa quiere prohibir el uso y la investigación en AI, mucho menos Musk que la aplica y desarrolla en todas sus empresas. Lo que se pretende es que nos preparemos de la mejor forma posible ante esta singularidad tegnológica de desconocidas consecuencias. El rechazar tal precaución no tiene en mi opinión la más mínima ventaja pero si enormes riesgos.

        • Papalagui - 18 diciembre 2017 - 16:48

          Desarrollo de AI, evidentemente sí, pero con precaución. Tal y como comentas en este artículo con otras nuevas tecnologías. Pero en mi opinión con mucha mayor precaución

  • #009
    JJ - 18 diciembre 2017 - 20:40

    Hablando de los peligros de la IA hoy he leído en La Vanguardia una entrevista a Francisco Tapiador, un extraño personaje (decano de la facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica de la Universidad de Castilla-La Mancha y profesor de física) que dice lo siguiente:

    -¿Acabará la inteligencia artificial con nosotros?

    – Los robots son de silicio, más reparable que el carbono del que estamos hechos. Nos sucederán, por ética nos exterminarán.

    -¿Ética, los robots?

    -Somos tan destructivos que entenderán que preservar un bien superior, la vida en la Tierra, exige eliminarnos.

    Me parece interesante, porque según él, el peligro no estará en la posible maldad de las inteligencias sintéticas sino todo lo contrario…

    A tener cuidado, entonces, con la ética que les enseñamos a los robots. Porque aunque les enseñemos que la primera norma es no atacar jamás al ser humano, ellos podrían llegar a considerarlo necesario por razones morales.

    • Papalagui - 18 diciembre 2017 - 20:57

      Justamente es la idea. Pero no diría yo que sea jamás por una cuestión ética o moral, puesto que las máquinas son y seguirán siendo máquinas por muy listas que sean. Más sencillo que eso se trata de que para conseguir el objetivo que se les haya encomendado consideren que el camino más óptimo implique unas acciones y consecuencias inesperadas, para nosotros, de todo tipo. Es el potencial peligro inherente a delegar ciertas responsabilidades a una herramienta tan poderosa. De ahí la obvia necesidad de algún tipo de regulación.

  • #011
    Pedro Amador - 19 diciembre 2017 - 02:18

    ¡Excelente reflexión! Ya veremos con los años qué pasa.

  • #012
    web - 19 diciembre 2017 - 18:29

    ¡Excelente artículo, como siempre, Enrique! Me impresiona la facilidad que tenés para escribir. Ojalá a mi me pasase, jajaja!! Saludos!

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