Niños, smartphones y WhatsApp: enésima edición

Un tercio de los niños gallegos menores de 11 años tienen WhatsApp - La Voz de Galicia¿Puede un padre espiar el WhatsApp de su hija menor de edad? Pues sí, por supuesto que puede: ejerce su patria potestad, el dispositivo es suyo, la conexión también lo es, y se trata de una simple cuestión de autoridad. ¿Es recomendable que lo haga? Pues si pretende mantener una relación de confianza con ella, que es la base de cualquier proceso educativo bien desarrollado, es seguramente mejor que no lo haga. En una cuestión así, francamente, me parece bastante absurdo meter a un juez.

Sara Carreira, de La Voz de Galicia, me llamó para hablar sobre la última sentencia de un juez pontevedrés que absuelve a un padre por espiar el WhatsApp de su hija, que sirve como pretexto para volver a plantear, por enésima vez, el uso de dispositivos o herramientas de comunicación por parte de los menores de edad. Ayer, Sara incluyó algunas partes de nuestra conversación en su artículo titulado «Un tercio de los niños gallegos menores de 11 años tienen WhatsApp«. ¿Tiene sentido que un niño de menos de once años utilice un smartphone y WhatsApp? Pues por supuesto que lo tiene. Los protocolos de uso tardan más en implantarse que el uso como tal, y si podemos conseguir que un niño aprenda antes a comunicarse y haga tonterías cuando está razonablemente autorizado a hacerlas, es decir, cuando es un niño, eso que hemos ganado. No hay ninguna razón para impedir el uso de una herramienta de comunicación a un niño, salvo que sea intrínsecamente peligrosa (que no lo es) o de alguna manera inadecuada (que tampoco). Simplemente, tendremos que ser responsables y monitorizar adecuadamente su uso, creando para ello el clima de confianza adecuado para ello.

Por más que lo volvamos a plantear, la cuestión está, para mí, extremadamente clara: en la mismísima definición de educar se incluye el desarrollo de una serie de habilidades de adaptación al entorno. Del mismo  modo que no tendría sentido educar a los jóvenes para que aprendiesen a relacionarse en la sociedad del siglo XVIII e insistir en hacerlo así resultaría un problema de cara a su convivencia y adaptación futura, tampoco lo tiene renunciar a algunos de los elementos que caracterizan la sociedad que les ha tocado vivir. A estas alturas, discutir que los smartphones o la mensajería instantánea forma una parte inseparable del entorno sería absurdo. Por tanto, tenemos que dejar de tratar a estos dispositivos y a la tecnología que conllevan como una supuesta fuente de enfermedades, adicciones y temores, y empezar a considerarlos como lo que son: parte del entorno, herramientas que hay que aprender a utilizar.

Aprender a utilizar. Por favor, procesemos esa frase: por mucho que nos parezca que los niños traen la tecnología puesta, no es así. La tecnología es cada vez más sencilla de utilizar, lo que implica que los niños, que además no tienen que desaprender de ninguna otra tecnología anterior, la aprendan con suma facilidad. Si nosotros queremos aprender a usarla como ellos o mejor, solo tenemos que poner un mínimo de interés, y ese interés pasa a ser una cuestión fundamental si queremos educar a nuestros hijos en condiciones. Si «no te enteras de la tecnología», crees que «los smartphones te pillaron muy mayor» o piensas que «todas estas cosas son chorradas», no serás más que un ignorante, un inadaptado a los tiempos, y si intentas educar a cualquier niño con esa base te saldrá, lógicamente, fatal. Educar es una responsabilidad, y hay que trabajarla, ponerse al nivel adecuado como para que tus hijos te consideren una referencia válida. Si no eres capaz de estar a la altura, cuando intentes poner algún tipo de normas, las despreciarán como procedentes de alguien sin ningún valor ejemplificador.

Los smartphones y las herramientas de comunicación, como todo, precisa de normas. Se llaman educación. Desarrollar la educación implica dar tiempo a los niños a que se adapten a esas herramientas, a que no las vean como algo excepcional, como algo que «me dejan dos horas al día». Por eso sigo creyendo que la mejor edad para dar a un niño un dispositivo es en cuanto sea capaz de no llevárselo a la boca, para que lo vea como algo habitual, algo ubicuo, que sirve para todo y que, como todo, hay que utilizar respetando unas normas de educación determinadas. Es así de sencillo, y por supuesto… así de complicado.

Educar no es sencillo, los niños son todos distintos, y las cosas que pueden funcionar con un niño pueden ser un desastre con otro. Pero la idea es la que es: educar en el uso, evitar – lógicamente – el abuso, y dejar claro que bajo ningún concepto esas herramientas pueden ser utilizadas para ignorar a nadie, para convertirse en un maleducado, para salir de casa de los abuelos sin haberles siquiera mirado a la cara, o para comunicarse con desconocidos de manera irresponsable, por comentar algunas de las cuestiones citadas en el artículo. Es tan sencillo y tan complicado como ha sido siempre: ¿permitíamos que nuestros hijos hablasen con cualquiera? ¿Les dejábamos jugar a todas horas, o hablar por teléfono sin parar? ¿Nos desinteresábamos completamente por lo que hacían cuando salían a la calle, iban a casa de sus amigos o se metían en su habitación a jugar? Las normas son las de siempre, y las herramientas, también: consistencia, coherencia, confianza, disciplina… cada una en su adecuada dosis. Con smartphones y WhatsApps, o sin ellos. Es, sencillamente, adaptar la educación, una de las variables sociales más importantes y con más influencia en el futuro, a los tiempos y al entorno.

 

8 comentarios

  • #001
    invisalign - 29 diciembre 2017 - 11:04

    La globalizacion del mundo es un problema cuanto mas comunicados estamos mas solos nos sentimos y mas peligros nos acechan. yo como padre apruebo la vigilancia de los hijos sin invadir su privacidad pero nunca quiarles un ojo de encima

  • #002
    Víctor M. - 29 diciembre 2017 - 11:20

    Estoy de acuerdo en la educación, pero, lo siento, mi opinión sobre adecuarse al entorno con respecto al smartphone difiere totalmente. Lo que dices es teóricamente racional pero la adaptación al entorno tiene sus tiempos, marcados por la edad del educado. Un niño no necesita una aplicación de mensajería para aprender a comunicarse, porque ya lo hace de la forma natural que tenemos los seres humanos. Un niño no necesita un smartphone absolutamente para nada. Y esa educación es prescindible, basta con que un niño no tenga un smartphone. En realidad, la cuestión es bastante sencilla: los padres se lo compran porque «es lo que hay», está de moda, todos lo hacen y, lógicamente, a los niños les fascina; y tampoco quieren verse excluídos del grupo. Así que toma juguetito y cuánto más caro mejor.

    Educar a un niño sobre su uso (y no digamos un adolescente) es una tarea muy, pero que muy complicada y, la mayoría de las veces, infructuosa. Yo ya tengo mis años y aunque no soy padre sí me implico en ello con algún adolescente sobre lo que debe hacer y cómo. Da igual cuántas veces repita lo mismo porque van a su bola. Cuando tienen algún problema con el chisme, me llaman, igual que otras personas, porque soy el «friki» que rootea sus dispositivos, utiliza programas de cifrado y esas cosas que no les interesa. Soluciono el tema, explico cómo debe hacerse y… hasta la próxima llamada. Oye, igual no pasa con todos o yo lo hago mal, pero me da que es generalizado.

    Pero vamos a ver, Enrique, el único uso que hacen de un smartphone es para redes sociales, mensajería y youtube. Ah, y los selfies, por supuesto. ¿En serio es necesario que conozcan todo eso tan pronto solo porque está en el entorno? ¿De verdad es útil para algo que usen Instagram o Facebook? Quizá si no fueras un profesional del tema pensarías de otro modo, no sé.

    En casa se les puede controlar un poco pero en la calle se van a descalabrar con una farola. He conocido problemas de tendiditis en el pulgar y efectos puntuales de visión propios de mi edad, mucho sedentarismo y escaso interés por otro tipo de cosas, además de problemas psicológicos. Se están perdiendo mucho por enfocar su vida hacia una pantallita. Y lo entiendo, eh, que yo si hubiera nacido en esta época haría lo mismo porque siempre me han gustado los chismes electrónicos, aunque me alegro del tiempo que me tocó en mi niñez. Pero a pesar de mi atracción por la tecnología, desde hace tiempo veo más inconvenientes y peligros que otra cosa.

    Educar, de acuerdo; ¿quién empieza y cuándo? Los padres lo han hecho muy mal pero, sinceramente, creo que lo han hecho y hacen lo mejor que saben ¿Les llevamos a clase primero a ellos? Y, sobre todo, reitero mi pregunta ¿para qué necesita un niño un smartphone?

    • Daniel - 1 enero 2018 - 12:41

      Totalmente de acuerdo. No necesitan un smartphone para nada y el peligro es absolutamente desproporcionado a la utilidad que les puede reportar.

  • #004
    Xaquín - 29 diciembre 2017 - 19:45

    Lo intentamos con la pregunta del millón? Partiremos de versionar la excelente definición del «maestro Yoda» (no todos los maestros jedis son igual de sabios!), escrita en la entrada : educar es adaptar a una cría para sobrevivir en el ambiente de su ecosistema, donde le tocó «venir al mundo»…

    Eete mundo para un ser humano (incluso con 10 añitos) está lleno de cachivaches tecnológicos. No es lo mismo sobrevivir en una selva con pocos tigres que en una con muchos (que se lo pregunten a Mowgli).

    Creo que hay muchísimos cachivaches en el mundo exterior (terrestre) para ocultarlos, casi diría que incluso a bebés (que están monitorizados desde las incubadoras!).

    Una infancia sin legos y sin smarphones puede ser algo precaria en cuanto a supervivencia en el SXXI. Suponiendo que las primeras salidas de la cueva son en la preadolescencia, dudo mucho que se le pueda prohibir coger una pieda «por si hace (se) daño».

    Teniendo en cuenta la cantidad de información que da la piedra y la que da el móbil dudo mucho que se prepare adecuadamente el chaval sin usarlo. Puede que hasta se rían de él los «colegas androides». Cuando sea adolescente dudo que ni Baloo vea precario adaptarse a un entorno tecnológico con palos y piedras…

    En fin, lógicamente Baloo y Baghera están para a dirigir (con la mano «dura» que humanamente sea necesaria!) el proceso de educación de su cría. Y, no se si está claro, pero desligo totalmente la necesidad de que ambos ADNs sean congruentes para poder educar globalmente a unha cría humana. El problema de los padres biológicos es que la responsabilidad educativa viene en el pack de «tener descendencia, en cama, en pajar o en vitro»!!

  • #005
    Garepubaro - 29 diciembre 2017 - 21:27

    En una generacion de niños, hace furor el hula-hoop, en otra, tal vez tres generaciones posteriores vuelve ha hacerlo … lo mismo el cubo rubik … y otras modas … pero luego ya nada, se abandona la moda, la religion, porque hasta las nuevas generaciones, suscesivas por alguna razon no bien explicada, ya vienen, ya tienen que venir vacunadas contra disversas pestes, y es el destino igual de internet, las nuevas TI que los niños vayan creciendo vacunados contra estos timos tecnologicos y ni los adopten o cada vez mas superficialmente, por realmente innecesarios los Whatsap Facebook y demas etc mas que nada …..

  • #006
    Gorki - 29 diciembre 2017 - 21:37

    Todos permitimos que los iños aprendan a montar en bicicleta, pero nadie sensato le dejaría que circulara por las calzadas en bicicleta.

    Pues en mi opinión con el smartphone lo mismo, todos podemos dejar que un niño de 10 años utilice el sartphone, pero seo no quiere decir que le dejemos hacer cualquier cosa con él, Igual que solo dejamos a los niños montar en sitios seguros, deberemos solo dejar que los niños entren con el smartphone e sitios seguros, eso suponen una supervisión del uso que hacen el que se haga con herramientas tecnológicas o simplemente controlando la actividad del niño ya dependerá de el tipo de autoridad que tengamos con nuestros hijos.

    En mi opinion dar a los niños us smartphone, SI, dejar que lo utilice sin supervisión NO, igual que ocurre con otras muchas cosas de jugar en el parque a ver la TV,

  • #007
    Jesus Raro - 3 enero 2018 - 19:45

    Creo que en estos temas Enrique, tiendes a dejarte llevar por una cierta pasión tecnológica .
    Dices:
    «Por tanto debemos dejar de tratar a estos dispositivos y a la tecnología que conllevan como una supuesta fuente de enfermedades, adicciones y temores, y empezar a considerarlos como lo que son, parte del entorno, herramientas que hay que aprender a utilizar»….
    Ya lo he escrito otras veces, uno de los primeros motivos para reconocer una adicción, es negarla por completo, y está claro que para educar, y aprender a utilizar el entorno en el que vivimos, casi siempre, hay que poner un límite, y según los casos, con márgenes distintos.
    La tecnologia, los smartphones… ya sabemos que no son malos, si nó, la utilización que se les dé, pero negar tajantemente que no son fuente de enfermedades, adicciones…, es como decir que el alcohol no puede ser tratado como peligroso, la comida, la velocidad…
    Todo, absolutamente todo lo que tenemos en nuestro entorno, tiene un punto en el que se puede convertir en algo perjudicial, y la tecnología, no creo que pueda ser la excepción.

  • #008
    Eduardo - 4 enero 2018 - 12:17

    Enrique, hasta ahora siempre he estado muy de acuerdo contigo en lo que respecta a la relación de los niños con las tecnología de la información. Sin embargo creo que aquí pecas de imprudente.

    1. ¿Falta de confizanza?

    No creo que espiar el uso que hacen tus hijos del móvil tenga que estar relacionado con una falta de confianza per se. De la misma manera que no lo está el hecho de haber observado cada paso que han dado desde que nacieron.

    El proceso educativo es largo. El hecho de haberles enseñado a cruzar la carretera no me exime de mi obligación de cerciorarme de que lo hacen correctamente y de que no hay ningún loco al volante en los alrededores.

    2. ¿Es siempre positivo el uso de las tecnologías de información en el proceso de aprendizaje?

    Hay una cosa que cada vez tengo más clara: hasta que no sepan leer, cuanto más tiempo pasen alejados de una pantalla, mejor.

    Desde mi humilde opinión, los niños deben correr, saltar, bailar, manejar distintos materiales, texturas, pesos, tamaños y, por encima de todo, desarrollar su imaginación.

    Desde el punto de vista del uso que va a hacer un niño, smartphones y tablets son dispositivos que están hecho para no pensar. No existe ni un solo uso positivo que un niño de 4 años vaya a darle a estos aparatos. A no ser, claro, que la alternativa sea sentarlos delante del televisor.

    No es casualidad que todas las cabezas pensantes de Sillicon Valley mantengan alejados a sus hijos de los dispositivos electrónicos y les envíen en masa a escuelas Montessori, para nada amigas de esta tecnología.

    Dicho esto, soy un acérrimo defensor de las tecnologías de la información, siempre que se sepa utilizarlas como es debido. Hasta entonces, como padres tenemos la obligación de monitorizar el uso que se hace de ellas e incluso impedir su uso.

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