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Hablar alto no significa hablar claro

Mi columna en El Español de esta semana se titula «¿Hablar alto o hablar claro?» (pdf), y hace referencia a la multa de 2,420 millones de euros impuesta por las autoridades anti-monopolio europeas a Google por el caso Google Shopping. Una multa que es, sin duda, un intento de demostración de fuerza de la comisaria danesa Margrethe Vestager, pero que, en realidad, tiene todo el aspecto de tratar de disimular con un importe récord una resolución que carece totalmente de solidez en sus argumentos, y que podría convertirse en un argumento que demuestra la gran inseguridad jurídica que supone competir en el entorno de una Europa que, muchos años después de su creación, sigue estando aún jurídica y legalmente a medio hacer.

¿Qué es lo que hace exactamente que el bloque de anuncios mostrado en la ilustración sea constitutivo de un delito y merezca una multa récord? Vaya por delante que a mí, particularmente, la tendencia de Google hacia la progresiva editorialización de sus páginas de resultados no me gusta especialmente, y así lo he escrito en términos radicalmente claros en otras ocasiones, pero sinceramente, no veo diferencia entre ese bloque de anuncios y los formatos anteriores que la compañía utilizaba en el mismo servicio en años anteriores, y cuando tenía cuotas de mercado muy similares.

La legislación antimonopolio no debe castigar el éxito de los productos de una compañía, sino el uso de estrategias para impedir o dificultar la entrada de otros competidores. ¿Es realmente Google la que origina un perjuicio a otros comparadores de precios, o se trata más bien de que esos comparadores de precios, en su mayoría, mantienen exactamente la misma estrategia desde principios de siglo, y simplemente «ya no se llevan»? ¿Hemos dejado de ir a páginas de comparación de precios porque Google de alguna manera las oculta, o porque ya preferimos páginas en las que adquirir el producto o servicio de manera más directa? ¿Realmente consigue demostrar la resolución que la caída de ingresos de esos comparadores se debe a Google Shopping, un servicio por otro lado de escasa popularidad, frente a la posibilidad de que sea debida al éxito de páginas como Amazon?

Nunca me ha temblado el pulso a la hora de denunciar los peligros de una escasa supervisión en el caso de compañías como Google, que han sido capaces de obtener, a lo largo de los años, cuotas de mercado muy elevadas. Cuotas de mercado que, por otro lado, nadie les ha regalado, y corresponden a un proceso de elección de los usuarios que reconocían que la calidad de sus productos era superior a las de productos similares de sus competidores. De nuevo: las autoridades anti-monopolio no deben castigar el éxito de una compañía, sino su actitud frente a sus competidores, lo que hace que las medidas tomadas en virtud de ese intento de evitar comportamientos predatorios deban estar, en todo momento, muy bien fundamentadas, sin dejar lugar a dudas, sin zonas grises. En este caso, la sentencia de las autoridades anti-monopolio europeas no dejan claro nada: se multa a Google con un importe récord sin que esté claro exactamente cuál es el comportamiento castigado y en qué se diferencia de lo que la compañía hacía anteriormente, y se le dice que corrija el problema sin darle indicación alguna sobre cómo hacerlo. Es como si viene un policía, te multa porque dice que estás cometiendo un delito sin explicarte de forma clara cuál es, y además, te amenaza con que te volverá a multar, y con un importe mucho mayor si no corriges tu actitud… sin explicarte cuál es esa actitud que supuestamente debes corregir.

¿Multa Europa a Google por algo en concreto, o simplemente porque es grande, exitosa y norteamericana? ¿Se busca realmente corregir un comportamiento determinado, o simplemente generar una sensación de schadenfreude, de placer derivado de los problemas de otro al que le van muy bien las cosas? Porque si hay un comportamiento concreto que sea ahora objeto de sanción, deberían explicarlo y fundamentarlo de una manera mucho más clara, y si no es así, estaríamos entrando en un escenario de inseguridad jurídica en el que las reglas cambian cuando a la comisaria le viene en gana, se convierten en récords cuando le interesa hacer demostraciones de fuerza, y resultan en admoniciones incoherentes en las que se conmina a alguien a hacer algo sin explicarle qué. ¿Qué debería hacer Google ante la amenaza de más multas? Corregir… ¿qué , exactamente? ¿Regalar espacio publicitario a sus competidores a un precio simbólico y absurdo que distorsiona el mercado? ¿Retirar su producto de un mercado convertido en arbitrariamente imprevisible? La sentencia no es en absoluto clara en ese sentido, e incurre en algo desgraciadamente típico: como no tengo muy claro por qué te estoy castigando, te castigo mucho y en voz muy alta para que la discusión sea la cuantía de la multa, y no si existen razones para ella.

Francamente, aspiro a vivir en un entorno en el que las reglas sean, como mínimo, claras e inequívocas, no arbitrarias e inexplicables. La inseguridad jurídica y la arbitrariedad en la administración de justicia me han parecido siempre señales muy malas y peligrosas. Quiero entornos en los que «si hago esto, me pasa aquello». En este caso, lo único claro es que la Comisión Europea ha impuesto a Google una multa récord, pero si tratamos de preguntar al común de los mortales a qué se debe esa multa, la inmensa mayoría no podrá responder claramente o se verán obligados a contestar con una generalidad. En lugar de hablar claro, Europa ha optado por gritar muy alto. Y no tengo claro que esa sea, en absoluto, la mejor solución.

 

 

 

This post is also available in English in my Medium page, “Shouting isn’t the same as speaking clearly» 

 

Enrique Dans

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Enrique Dans

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