La internet de lo efímero

IMAGE: Andrey Shupilo - 123RF

Una cerilla dura un instante, después, es simplemente un pedazo de madera quemado e inútil que nadie se molesta en conservar. Para toda una generación, esa connotación de expresión efímera es precisamente lo que evoca internet, un lugar que puede proporcionarte herramientas sencillas pero potentes, permitirte expresar algo de una manera determinada, e inmediatamente después, desaparecer, pero no por accidente, sino porque siempre estuvo diseñado para ello.

Un buen artículo en The New Yorker, «Snapchat, Instagram Stories and the internet of forgetting«, habla del lanzamiento de Instagram Stories, para muchos la mejor copia de Snapchat jamás creada y finalmente – a la tercera, tras Facebook Poke y Slingshot, va la vencida – y de cómo la red está pasando de ser una herramienta de archivo permanente, el sitio donde almacenamos nuestros recuerdos, a convertirse en una de expresión instantánea, en la que aquello que publicamos desaparece sin dejar rastro al cabo de veinticuatro horas. Tras un primer momento en el que parecía que los jóvenes utilizarían Instagram Stories únicamente para llevar follows a su cuenta de Snapchat, ahora la herramienta parece estar ganando en popularidad y convenciendo a usuarios de un rango de edades más amplio que los tradicionales de Snapchat, mientras el fundador de Instagram, Kevin Systrom, reconoce sin ningún tipo de reparo que el mérito del concepto es totalmente de Snapchat y que la copia es una actividad habitual en Silicon Valley provista de un valor indudable.

En realidad, estamos viviendo una transición con mucho sentido. Es perfectamente posible que muchos no logren nunca adaptarse a ella, pero estamos presenciando cómo las memorias de una generación que nunca contó con herramientas públicas de preservación de su vida pasan a ser algo secundario, mientras el papel principal de la red pasa a ser el de herramienta diseñada para una comunicación más parecida a una conversación en un bar, no a una ante notario. Durante muchas generaciones, nuestros recuerdos estaban destinados a vivir únicamente en nuestra memoria y en las de las personas que estaban con nosotros cuando tuvieron lugar, o incluso a ser «de segunda mano», en los cerebros de aquellos a los que se lo habíamos contado, que los habían vivido – de otra manera, obviamente – a través de nuestra experiencia. De ahí, el desarrollo y popularización de la fotografía nos llevó a pasar a almacenar copias que evocaban esos recuerdos: fragmentos de papel impreso con haluros de plata que utilizábamos de vez en cuando para revivir aquellos momentos, aquellas sensaciones. El papel de aquellas fotografías tenía algo de social, muchas veces eran utilizados para verlos con otras personas, hojear un álbum y comentar, pero esa actividad estaba limitada a ciertas ocasiones y momentos.

Con internet, el cloud computing y las herramientas sociales, la transición fue prácticamente automática: pasamos casi sin darnos cuenta de llevar las fotografías en papel, a llevarlas en un dispositivo que llevábamos siempre con nosotros, el smartphone, que además fue progresivamente robando protagonismo a la cámara a la hora de crear aquellas imágenes. Pero la idea era la misma: almacenar recuerdos, que ahora además podían ser mostrados automáticamente a cualquiera que quisiera verlos, valorarlos o comentarlos. La capa social funcionaba como un estímulo permanente: la foto que verdaderamente hacía ilusión no era la que mejor capturaba un recuerdo, sino la que obtenía un número más elevado de Likes o de comentarios. Pero el concepto era el mismo: hice esto, vi esto, estuve aquí… y aquí está la prueba documental.

Con Snapchat, el concepto cambió. Nadie sabe si fue la sensación de «vivir ante notario», la de los hipotéticos problemas que podía generar en un futuro haber compartido esto o aquello, la de huir de los hábitos de sus padres, la de preservar la privacidad, o el conjunto de todas ellas unido a una generación que ya veía como algo completamente natural llevar una cámara y un ordenador potente a todas horas en el bolsillo, pero lo cierto es que los jóvenes descubrieron una nueva forma de utilizar la red, en la que el valor estaba en el momento, en la conversación puntual, en el chiste, en el guiño. Como una conversación en un bar, que nadie espera que nadie se ponga a grabar para preservar su recuerdo. La generación más joven se encontró más cómoda prescindiendo del «notario digital» que la red representaba, y decidieron utilizarla simplemente como un canal más para conversaciones efímeras.

Instagram Stories es precisamente eso: una copia muy buena de Snapchat, situada en un momento en el que Snapchat ya no es aquella herramienta en la que las cosas desaparecían tras pocos segundos. Snapchat ha evolucionado mucho en poco tiempo, e Instagram Stories, con la potencia detrás del impresionante plantel de desarrolladores de Facebook, ha conseguido capturarlo y recrearlo dentro de una herramienta como Instagram, popular y con una imagen que genera connotaciones positivas en todas las generaciones. Eso, la internet de lo efímero, es el concepto de fondo que Facebook, tras intentarlo en dos ocasiones quedándose con la anécdota, ha conseguido finalmente capturar con Instagram Stories.

Para muchos para los que Snapchat resultaba difícil de entender, Instagram Stories resultará posiblemente más sencillo, pero les dejará un sabor extraño y agridulce, un permanente lamento de «querría conservar esto en mi archivo permanente, en el capítulo de «recuerdos para guardar», y esta estúpida aplicación va y lo borra a las veinticuatro horas. Si es así, que sepas que estás ante un proceso natura: tu cerebro aún sigue pensando en internet como en un archivo permanente, no como en un canal de conversación. Para los más jóvenes, para los que internet no fue un descubrimiento sino algo que siempre ha estado ahí y cuya disponibilidad dan por supuesto, dedicar un rato a una creación efímera tiene todo el sentido del mundo, como el que piensa durante un rato una idea ingeniosa que les convierte en centro de la atención del grupo o quienes disfrutan de una puesta de sol conscientes de que ese sol volverá a estar ahí mañana – y si son ellos los que no están, no pasa nada. Lo raro, de hecho, es que pudiésemos vivir la misma puesta de sol varias veces. Para ellos, le quitaría toda la magia, todo el valor.

En el fondo, los anómalos no son ellos, somos nosotros. No es su generación, es la nuestra. Que internet deje de ser un archivo permanente o un notario universal no era más que una anomalía, algo que hicimos mientras no «normalizamos» su uso. Ellos estarán aquí más tiempo e impondrán sus modelos de uso, internet terminará siendo lo que ellos digan, no lo que nosotros creamos.

Larga vida al rock’n roll.

 

 

(This article was previously published in English at Forbes, “The internet of the ephemeral«

 

14 comentarios

  • #001
    Gorki - 7 agosto 2016 - 14:17

    El deseo de permanencia de lo hecho varía con la naturaleza de lo guardado;

    Una operación matemática para repertir la factura del restaurante entre los amigos, nos interesa que dure muy pocos minutos:
    La que nos da el consumo medio del automóvil, como máximo q lo que dure lel coche
    Los datos del «Flibit», como mucho toda nuestra vida.
    La fotografía del nacimiento de un hijo, quizá te guste dejarla a tus nietos..
    Pocas cosas nuestras realmente tenemos interés en que perduren por tiempo indefinido, Registros de propiedad, Quizá , alguna obra artística y poco mas.

    Por tanto lo efímero y lo permanente son valores relativos en función del objeto. Tiene por tanto sentido que podamos escoger nosotros la permanencia que queremos para nuestros actos digitales. Facebook durará como much 200 años, ¿Eso preocupa a alguien? ¿A alguien se interesa que dentro de 200 años se conserven las cosas que ha puesto en Facebook?

    Supongamos que Wayback Machine, ( http://archive.org/web/ ), se moleste en recoger Facebook, ¿Alguien piensa que sus biznietos vayan a estar interesados en saber lo que dijiste sobre el Pokemon Go?

    Quizá es que este tipo de lugares tuviera una duración estándar definida, por ejemplo seis meses , y que de forma sencilla, como una barra de tiempos, pudiéramos voluntariamente acortar o prolongar su existencia entere 5 minutos y «permanente». Pues en efecto hay muchos actos de nuestra vida cotidiana, equivalentes a la «conversacíón en el bar», que incluso preferimos que sean efímeros.
    ·

    • Isangi - 9 agosto 2016 - 08:43

      A mi me interesaría saber que hacia mi abuelo con la moto, como la conducia, con quien iba, que pintas tenia etc etc…

      Por suerte, sigue vivo y muchas cosas me las ha contado(con la distorsión que tiempo, edad y subjetividad añaden)

      No tengo ni idea de si tendré nietos y mucho menos de si estarán interesados en mis andanzas en moto, de mis perros, etc, pero creo que, si no hay una hecatombe, podrán si tienen interés conocer que hacía su abuelo…

      Quizá soy muy egocentrico…

      • Gorki - 13 agosto 2016 - 01:22

        Por eso mismo puse biznietos » ¿Alguien piensa que sus biznietos vayan a estar interesados en saber lo que dijiste sobre el Pokemon Go?»

        ¿Te interesa demasiado las andanzas en mula de tu bisabuelo o cómo se llamaba su perro? ¿Sabes como se llemaba él?

  • #004
    menestro - 7 agosto 2016 - 16:27

    Más que con lo efímero, tiene que ver con la comunicación. No se trata de dejar una huella indeleble en una infinita biblioteca de Babel, sino de establecer un dialogo natural, añadir ese espacio del discurso que es el tiempo, al relato de nuestras vivencias.

    Internet es un lugar que la memoria es totalmente distinta a nuestra percepción; nunca recordamos todo de forma inmutable sino que nuestros recuerdos forman parte de una experiencia más amplia, y nunca los mantenemos presentes en el recuerdo, hasta que se produce una evocación de esa experiencia.

    Por eso, lo que está haciendo Internet es, como desde su inicio, socializarse y convertirse un reflejo de nuestra experiencia como seres humanos.

    Solo tenemos que recordar el eslogan de Kodak en su enfrentamiento con Polaroid, con la que vendieron su producto estrella antes de la digitalización de nuestros recuerdos: capturar el momento.

    Ahora, se trata ya no tanto de aprisionar en ámbar nuestra experiencia, como de recuperar la facultad de evocar.

    Y reproducir esos momentos en pausa, cuando nuestra memoria acuda a ellos.

    Life – Polaroid

    Diez ‘momentos Kodak’ – Trasdos

    Polaroid versus Kodak: The Battle for Instant Photography


    Eslóganes de Kodak

    «Share Moments, Share Life»

    «Every Kodak Moment tells a story»

    • Campurriana Campu - 7 agosto 2016 - 18:59

      Magistral respuesta, Menestro.

    • Gorki - 7 agosto 2016 - 20:20

      Ahora, se trata ya no tanto de aprisionar en ámbar nuestra experiencia, como de recuperar la facultad de evocar.

      Una frase preciosa y precisa. ¡Exacto!, Ojalá fuera Internet capaz de devolvernos recuerdos al evocarlos, pero lo más parecido a eso, es lo que hace Google, como respuesta a unas «palabra evocadoras», pero ni lo que te devuelve son TUS recuerdos, ni llegan a ti, sin que tan siquiera te lo propongas.

      Creo que Internet esta a un muy lejos de ser capaz de la generar evocacioones en el usuario. Es más, yo diría que en ese sentido, aun está por darse el primer paso, y sin embargo yo creo que la elaboración mental de los recurdos y viviencias, es una parte esencial de la creatividad, por lo que más pronto o mas tarde, habrá que enfrentarse a ella.

  • #007
    Juan Navidad - 7 agosto 2016 - 18:39

    Tiene cierto interés lo efímero, pero a mí lo que me apasiona de verdad es lo que perdura. Quizás porque llevo toda la vida apasionadamente cerca de todo lo que es cultural: los libros, escribir, la radio, el arte. Ahora es impresionante que una entrevista en la radio, que dura cinco minutos y antes se hubiera «evaporado» pueda hoy conservarse e incluso reproducirse en internet una y otra vez.

    En el terreno artístico, cultural y literario me encuentro con muchas personas que me piden cosas que no existen aún. Alguien tendrá que inventarlas. Viudas de artistas o familiares de artistas fallecidos que me dicen que las casas de subastas se llevan un porcentaje bajo, pero solo relativamente, ya que sus valoraciones y precios de salida son tan bajos que a muchos les deja de resultar atractivo vender.

    Hay un universo de posibilidades de crear mecanismos, proyectos nuevos que puedan ayudar a gestionar el talento post mortem de escritores/as y artistas. Hasta ahora no me he dedicado a ello, pero no descarto poderlo hacer en el futuro, puede que englobándolo en alguno de mis proyectos futuros.

  • #008
    Queimacasas - 8 agosto 2016 - 09:48

    Llevo unos días en la playa con los niños, ya sabéis que eso significa fotos, videos, fotos, fotos, videos, …
    Hace no relativamente mucho simplemente teníamos que ir comprando tarjetas SD para la cámara de fotos, primero tarjetas de 1 Gb, luego de 2Gb, luego de 4Gb, luego de 8 Gb … y por el medio llegaron los smartphones … y el síndrome de diógenes digital …
    Sin embargo llevo unas semanas pensando en el síndrome ese … desde que mi mujer me dijo que le vaciara el iPhone 32 gb de fotos … no le quedaba un resquicio en su móvil para meter una foto más …
    Yo mismo acumulo fotos por más de 15 gb (he perdido la cuenta …)
    ¿Para qué?
    Reflexionando un poco sobre esto veo la frase del artículo «Para los más jóvenes, para los que internet no fue un descubrimiento sino algo que siempre ha estado ahí y cuya disponibilidad dan por supuesto» no tiene sentido preocuparse por dónde están las cosas, sabes que están ahí,. El trastero, el desván, la buhardilla, donde tienes tus apuntes de EGB, de la uni, tus carpetas del insti forradas con portadas de la revista de la NBA, de entradas de conciertos, ahora están en el móvil, y ya han pasado a la nube … sin hacer nada!!! desde el momento que aprietas del disparador del móvil hasta que tienes en la nube (trastero digital) la foto han pasado fracciones insignificantes de tiempo, y luego nadie sube al trastero a organizarlo todo … y nadie vuelve luego a coger esas cosas tan apreciadas, tan queridas, tan insustituibles en determinado momento

    Así que creo que estoy «enjuveneciendo» en determinados aspectos mentales …

  • #009
    Daniel Terán - 8 agosto 2016 - 10:40

    Además, hay tanto que vivir en el presente (y futuro), que queda poco tiempo para revivir el pasado. Supongo que este sentimiento se acentúa con la edad.

    • Gorki - 8 agosto 2016 - 12:13

      Pues no lo se. Teóricamente sigue interesándome descubrir nuevas cosas, pero si observo los últimos viajes que he hecho, la mayoría son lugares conocidos, a los que vuelvo a revivir el pasado.

  • #011
    Alberto - 8 agosto 2016 - 15:00

    Lógico, con tanta información disponible ¿para qué almacenarla? Lo importante no es la propiedad de la info sino el acceso inmediato a ella. Veni, vidi, vici.

  • #012
    danieloso - 9 agosto 2016 - 06:47

    La idea de que los recuerdos, las conversaciones, fotografías o videos de Snapchat, Poke, Instagram son «efímeras» es una idea muy romántica, ya veremos en el futuro alguna filtración masiva de datos de FaceBook dónde todos esos «momentos efímeros» quedarán por siempre en la Red, y algunos de ellos seguramente se convertirán en memes para su mayor permanencia e inmortalidad.

    Saludos!

  • #013
    sergio sanchez diaz - 9 agosto 2016 - 06:49

    La figura del Notario como que todavía no sabes muy bien a que se dedica, te ha pasado en varias ocasiones, no sé si por ignorancia o porque quieres darle connotación negativa, si es por ignorancia sobre todo quédate con una idea, no es un archivador.

    • Gorki - 13 agosto 2016 - 01:30

      Pues por contra yo si tenia la idea de que realmente un trabajo de las notarias, no el único, pero si uno de los mas importantes es el de archivero.. Yo creía que primero se conservan todos los escritos de la notaría, en libros oficiales durante 25 años en la propia notaría, y que luego, se llevan al archivo General de Notarías por tiempo indefinido. ¿Estoy en un error o es ha cambiado con las nuevas tecnologías?

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