Ver el mundo a través de una pantalla

Social media mehEd Sheeran anuncia que abandona temporalmente el uso de redes sociales como Twitter o Instagram, en las que tiene 16 y 5,5 millones de seguidores respectivamente, porque quiere «dejar de ver el mundo a través de una pantalla». De hecho, todo indica que podría estar planteándose incluso dejar de utilizar su smartphone durante como mínimo un año.

Una opción, por supuesto, completamente respetable: para una estrella de la música con semejante exposición mediática, alimentar las redes sociales constantemente con comentarios y fotografías para poder ofrecer a sus fans una sensación permanente de cercanía puede llegar a convertirse en una obsesión. Gestionar la asimetría comunicativa siempre ha sido una tarea compleja y agotadora, que tradicionalmente muchos superaban mediante una simple labor de subcontratación. El caso de Sheeran parece diferente: todo indica que era él mismo quien directamente mantenía sus cuentas y publicaba sus casi mil fotografías en Instagram o sus más de treinta y dos mil actualizaciones en Twitter.

Constantemente me encuentro, en mi tarea como profesor, con personas que me plantean que están «demasiado ocupados como para plantearse utilizar las redes sociales». ¿Realmente supone el uso de las redes sociales una tarea tan intensa como para que unos no puedan plantearse llevarlo a cabo, y otros terminen agotados y reclamando desesperadamente una pausa? ¿Se han convertido las redes sociales en una manera de convertirnos en infelices, como afirma un estudio reciente?

No soy una persona famosa, una estrella del pop o alguien que tenga que lidiar con una exposición mediática excesiva o incómoda. Posiblemente algo más que la media, pero definitivamente, no incómoda. Pero sí llevo ya un buen número de años publicando regularmente todo tipo de actualizaciones en diversas herramientas sociales… y jamás he tenido la sensación de estar «mirando el mundo a través de una pantalla». No creo que ninguno de mis amigos – de los amigos de verdad, de esos con los que pasas ratos verdaderamente agradables y que te conocen bien – me considere una persona que deja de disfrutar por el hecho de utilizar las redes sociales. Dudo muchísimo que alguno de ellos se haya sentido molesto alguna vez porque yo mire de vez en cuando la pantalla de mi smartphone o me detenga alguna vez a hacer una fotografía o a escribir una actualización. Sencillamente, porque lo hago muy poco: cuando estoy con amigos, disfruto de su compañía, y puedo pasarme horas sin acordarme siquiera de que tengo un smartphone en el bolsillo. En otras ocasiones no es así: obviamente, como hace mucha gente, a veces recurro al smartphone en el medio de una conversación para mostrar algo que ha surgido en ella, sea una foto, un artículo o un tweet, pero no me ha dado nunca la impresión de que genere ningún tipo de sensación negativa entre quienes me rodean.

Vivimos llenos de concepciones equivocadas. Se empieza por la idea de «esa persona vive por y para las redes sociales», se sigue por la de «no debe trabajar nada, porque está todo el día pendiente de las redes sociales» y se termina con la de «si actualiza mucho es que ve la vida a través de una pantalla». La realidad es que muchas, muchísimas personas tienen  – tenemos – una relación de lo más sana, normal y satisfactoria con las redes sociales. No somos más infelices por culpa de ellas, no perdemos miserablemente el tiempo ni dejamos de trabajar por su culpa, y no tenemos en ningún momento la sensación de estar «perdiéndonos la vida» porque únicamente nos dedicamos a compartirla todo el tiempo. En realidad, el desprecio y la descalificación hacia el uso de las redes sociales suele provenir de quienes o bien no las usan, o bien no son capaces de establecer una relación sana con ellas.

Que Ed Sheeran decida libremente prescindir de las redes sociales durante un año es, repito, una opción personal perfectamente respetable. Pero no indica necesariamente un problema intrínseco de las redes sociales, sino más bien un problema de Ed Sheeran y de la relación que ha establecido con ellas. Nada criticable, porque nadie dice que esto sea sencillo cuando la mitad del mundo te está mirando, ávidos por saber lo que haces, dices, sientes o compartes en cada momento. Pero la mayoría de las personas no son como Ed Sheeran, ni tienen razones para sentir ni un ápice de la presión que él puede llegar a sentir.

Se pueden compartir cosas sin que te agobie hacerlo, sin sentirlo como una necesidad periódica o constante. Se pueden alimentar las redes sociales sin entenderlo como una obligación. Mi Klout suele estar entre los 80 y los 81, que muchos considerarían razonablemente elevado, pero nunca, jamás, ni una sola vez me he sentido presionado para publicar algo para mantenerlo ahí. Tener más de cuarto de millón de seguidores en Twitter no me lleva a actualizar compulsivamente: de hecho, mi numero de tweets total, algo menos de veinticuatro mil, es bastante modesto para alguien que lleva usando Twitter desde principios de 2007. Hay quien me considera aburrido en Twitter, o quien me critica por compartir poco. Es lo que hay… las redes y las métricas son eso, redes y métricas: son medios, no fines. Si dejas que se conviertan en fines, te conviertes en su esclavo, y acabas, lógicamente, quemado y sintiendo que ves el mundo a través de una pantalla. Algo que jamás me ha pasado y que espero que no me pase jamás.

Obviamente, mis reflexiones no llegarán a Ed Sheeran, ni Ed Sheeran les haría el más mínimo caso si así fuera. Ed Sheeran me cae fantásticamente bien, de la manera en que puede caerte bien alguien a quien no has conocido nunca y con quien no has cruzado ni media palabra en tu vida. Supongo que me cae bien en parte por esa cara de buenazo y esa actitud con la que parece caminar por la vida, y en parte porque da toda la impresión de ser un buen tipo, sincero y que actualiza él mismo sus redes sociales, que intenta con todas sus fuerzas corresponder a la simpatías que genera hasta el punto de que llegue a agobiarle el tiempo y el esfuerzo que necesita invertir para hacerlo. No, no soy quien para juzgar sus decisiones. Pero si mis reflexiones le sirven a otros que se estén planteando su relación con las redes sociales, me alegraré mucho. Hay mucho, muchísimo tópico desinformado sobre lo que es esto y sobre cómo funciona, mucho cliché absurdo, mucha generalización. Y la gran verdad es que esto está para que cada uno haga de ello lo que buenamente quiera, en la medida en que le sirva y le haga sentir bien, a gusto, con un balance sano entre el tiempo que pasa viviendo y el que invierte compartiendo lo que vive.

 

This article is also available in English in my Medium page, “You don’t have to see the world through a screen«

 

10 comentarios

  • #001
    Victorjfer - 13 diciembre 2015 - 19:25

    Un consejo más: Si necesitas más de un minuto para actualizar una red social, no uses un móvil.

    Móviles y tabletas no están hechas para crear contenido. Usar un ordenador o portátil (chromebook) es una opción mucho más interesante para estos casos.

  • #002
    xaquin - 13 diciembre 2015 - 20:21

    Hay esposas y maridos que se enfadan si le echas un vistazo esporádico a un ser humano del sexo que » le moleste» ( puede ser también un animal cuadrúpedo, pero eses tipo de paternaires mejor dejarlos en el cine)… igual de obsexo tiene que ser un amigo que se molesta porque sacas una foto de algún detalle que te gusta guardar (detalle esporádico repito, no ir comiendo con la vista al personal por el paseo playero!!!)… quien tiene que hacérselo mirar?

    Nadie piensa en incrustarse una navaja suiza en el cuerpo, pero hay muchos iluminados que desan incrustarse algún soporte cibernético tal cual (por «placer»!)… donde está el problema (no en el móvil desde luego!)

  • #003
    Gorki - 13 diciembre 2015 - 21:39

    Creo que a muchos las RRSS les tienen enganchados, Con viajar en Metro, veras a muchas personas totalmente enganchadas al smartphone. Ahora bien, así como se ven muchas personas solas enganchadas al móvil, en un bar, entre los grupos de amigos es excepcional encontrar a alguno de ellos enganchado, normalmente hablan entre ellos sin sacar el móvil del bolsillo,

    Me parece que el 90% de las personas resisten perfectamente a las RRSS, cuando tienen otras prioridades, como trabajar, o socializar cara a cara. Pero me parece bien que el 10% que no puede, deje de utilizar el Smartphone y vuelva al teléfono clásico.

    ¿Se venden móviles sin Internet actualmente?.

  • #004
    Mesosoma - 13 diciembre 2015 - 22:07

    Siempre río de los famosetes con millones de seguidores y luego se «cansan» de eso y anuncian bombo y platillo abandonar las redes sociales, tienes que explicar a todo el mundo dentro de las propias redes si es posible.
    El aviso, debe tener estos dogmas:“dejar de ver el mundo a través de una pantalla”, «Disfruta de la vida real». «Sal ahí afuera y habla con la gente». «Las redes sociales son muy falsas» con esto acumulas millones d likes y shares (no vaya a ser que la gente olvide la existencia del famosete).

    Con esto tienes material de sobra para Her 2.

  • #005
    Garepubaro - 13 diciembre 2015 - 23:49

    Se trata de otro que no ha comprendido «los nuevos medios», «el nuevo mundo» … todo lo que tiene que hacer es poner unos cuantos «negros» para que lleven todos sus asuntos de internet y contesten las 24 horas en las redes sociales diciendo que es el mismo personalmente claro esta, nadie lo va a notar si se trata de internet, de vez en cuando tiene que ir filtrando alguna imagen suya de estudio y pequeños videos para que la gente crea que el es el que esta ahi…

    y contratar otra serie de compositores o escritores en el caso de escritor, no hace falta que tenga ninguna calidad se va escogiendo aquel que vende que cae bien, para que le le vaya realizando sus músicas y sus libros, tantos y tantos como pueda vender, mientras el se dedica a lo fundamental, lo clave, atender a los medios, radios, televisiones y crear ahi la imagen, la marca de referencia, lo que hay que ir a comprar ..

    en fin que no quiere estar en la industria de hoy como los demas que lo consiguieron, donde puede hacerse millonario sin crear nada de hecho, sus razones tendrá

    • Gorki - 14 diciembre 2015 - 00:10

      Luego te quejas que Internet está acabando con le trabajo, y en cambio nos informas que hay «negros» en abundancia dedicándose a crear, música, textos, etc, etc. en nombre de un famosete.

      En qué quedamos que Innternet acaba con los creadores, o en que estos encuentran trabajo como «negros» de famosetes,

  • #007
    Anónimo XXL - 14 diciembre 2015 - 09:07

    Pues tal como cita E.Dans, los estudios que relacionan excesivo uso de tecnología e infelicidad están ahí. Es muy complicado, creo que más de lo que dice E.Dans, mantener una relación sana con la tecnología, en general porque tiene un componente adictivo con el que es difícil lidiar. Parece que en el artículo se señala, pero se le da una menor gravedad de la que tiene, bajo mi punto de vista. Por poner otro ejemplo algo distinto del de Ed Sheeran y de las conclusiones de E.Dans: http://verne.elpais.com/verne/2015/12/10/articulo/1449744876_955885.html

  • #008
    Miguel A. Tovar - 14 diciembre 2015 - 09:10

    Podrías haberlo titulado ‘Thinking Out Loud’ ;)

  • #009
    Silvan - 14 diciembre 2015 - 11:44

    Buenas Enrique.

    No dudo que tanto tú como mucha otra gente tiene una relación completamente sana con las redes sociales, y con internet en general. Pero desde el sincero respeto a esta opinión, creo que tampoco podemos hacer oídos sordos ante el hecho de que también hay mucha, muchísima gente que no la tiene, y que no es ni mucho menos una situación infrecuente o que esté limitada a gente de un determinado estrato educativo o generacional. E incluso hay un tercer grupo que es capaz de hacer un uso «sano» de ellas, pero que honestamente no les gusta hacia donde les lleva esta hiperconexión social, en especial la causada por aquellas aplicaciones en las que la expectativa de interacción constante es más marcada.

    Por dar contexto a mi perfil, me considero razonablemente joven aún (nacido a mitad de los 80, he tenido internet en casa desde mi adolescencia, con lo que estoy en la frontera de lo que llamamos nativo digital). He conocido hasta geocities, he sido probablemente parte de la primera oleada de usuarios de facebook (donde paradójicamente, a día de hoy, ya ni estoy). Trabajo en el sector tecnológico, y mis estudios principales también están relacionados con este ámbito. Utilizo diariamente y de manera avanzada herramientas como Feedly (comparto contigo Enrique el amor por el RSS, herramienta profundamente infrautilizada a mi parecer), Trello, Evernote, Dropbox o GitHub entre muchas otras; de algunas he sido pionero a la hora de introducirlas en los equipos de trabajo de los que formo parte. En definitiva, el uso de internet es una parte esencial de mi vida, que es un medio que conozco bien, y que en general no se me puede tachar de ser un cavernícola/neoludita al respecto.

    Pero puntualizado lo anterior, comparto la opinión, a estas alturas expresadas en multitud de libros y estudios que con seguridad conoces, de que hay ciertos aspectos de nuestra relación con internet ,que cada vez más están siendo considerados como «obligatorios», que nos están fundiendo el cerebro a la hora de llevar a cabo determinado tipo de tareas, en especial aquellas que requieren de mantener la atención de manera prolongada en cuestiones de especial complejidad y profundidad. Entiendo que si una persona tiene la suerte (o más bien desgracia) de no tener que enzarzarse habitualmente en ese tipo de tareas porque 1) no entra dentro de sus intereses habituales y/o 2) no son necesarias para su trabajo habitual, no hay probablemente mucho de lo que preocuparse. Pero reconozco Enrique, que para muchísimos que sí nos vemos obligados (o queremos dedicarnos más) a sumergirnos en este tipo de tareas, el constante hilo de whatsapp, telegram, twitter, comentarios, etc etc, resultan opresivos y puntito pesadillescos, y que los que nos sentimos así somos mucho más de los que pudiera parecer (si bien por razones obvias, nos hacemos escuchar menos), al menos una vez te sales de determinados círculos donde esta exposición constante es parte verdaderamente obligatoria de la vida laboral. Te digo, sin el menor atisbo de sarcasmo, que si tú eres capaz de que nada de lo anterior se introduzca de un modo un poco intrusivo en tu mente, y de concentrarte de manera profunda y prolongada sin distraerte por este constante flujo de ruido informativo, me pareces un tío con unas capacidades extraordinarias, y sobre todo, poco comunes. De verdad. Y te lo dice alguien que está acostumbrado a trabajar con gente muy buena.

    En mi caso, siempre he sido una persona de disfrutar del estudio e investigación de temas densos y complejos, desde física a filosofía analítica, pasando por muchos otros del mismo palo (reconozco que en este aspecto sí que soy una rareza estadística), y que muchas de mis amistades han acabado siendo otros ubernerds de la misma calaña. Y lo cierto es que, al menos en nuestro círculo, hay bastante consenso a la hora de estar más a favor que en contra de parte de las tesis expuestas por autores del estilo de Nicholas Carr, o de webs como las de Cal Newport. Si quieres de verdad ir más allá del conocimiento superficial y «a lo ancho» en temas que son verdaderamente complejos y profundos, lo mejor es renunciar a cierta parte de las herramientas sociales que cada vez más se consideran como imprescindibles, con las excepciones de que realmente sea parte integral de tu trabajo (como sería Enrique, tu situación) o que realmente no tengas intención de coger un libro (o Kindle, me da igual) de un tema verdadera complejo en tu vida (que no nos engañemos, es la situación del 80% de la gente, y eso probablemente siendo generoso).

    Hace unos meses, tomé la decisión, junto con algún otro compañero, de hacer como Ed, y desconectarnos de esa parte de internet que estábamos interpretando que introducía más ruido que valor, más grano que paja esencialmente mensajería instantánea, pero gran parte de twitter entraría claramente dentro del saco. Que sí, que si lo utilizas bien siempre se puede sacar valor etc etc, pero insisto, si te interesan los «grandes temas», si te interesa pensar a lo grande, lo que tienes es que redirigir tu atención a los libros (digitales o no, da igual) y autores importantes y difíciles. Lo esencial es facilitarnos la vida a la hora de dirigir nuestra atención a las cosas que realmente importan. No se trata de «vivir sin internet» como aquel tío de the verge del que por cierto te hiciste eco en el blog. Se trata de renunciar a la parte más intrusiva y que más te incita al pensamiento rápido y poco estructurado, al «monkeymind» que dicen los anglosajones, a pensar con el sistema 1 de kahneman.

    Lo diré con claridad y sinceridad: estos últimos meses sin whatsapp, twitter, y en general ninguna herramienta en la que la lectura/respuesta en tiempo real sea una factor principal en la esencia de la herramienta, han sido los mejores en años, no porque haya trabajo más (si algo te da la red social es la sensación de «busyness» constante, de estar siempre ocupado), sino porque sin duda he dedicado mi tiempo en temas más importantes, más universales, menos relacionados al business y el personal branding o al qué dirán de cualquier tipo. De verdad, una auténtica y genuina liberación, hasta el punto que ahora me atrevo a poner en mi «agenda» ciertas tareas que antes sabía perfectamente que iban a fracasar por la dureza de las mismas, y en las que ahora me puedo concentrar de un modo que antes sencillamente no podía. Porque reflexiono más y con más profundidad, porque me dejo llevar menos por el impulso, porque gasto menos energía en mantener atención en los temas más complejos. Quizás mi mente es particularmente débil, no te digo que no, sólo te aseguro que ni estoy sólo en esto (ojo a la proliferación de herramientas de «autocensura» en los navegadores, del corte de Freedom, StayFocused, y tantísimas otras), ni soy un abuelo trasnochado.
    Respecto a las consecuencias «sociales», la gente enseguida entiende que puede seguir poniéndose en contacto contigo por mail, o tantos otros medios, y al final el resultado es un sano filtro de la información que te acaba llegando.

    Al final, lo que quiero exponer con este comentario es el hecho de que esta corriente en contra de, no la red en general, sino más bien contra la parte más intrusiva, cortoplacista y «24/7» de la misma está ganando fuerza en determinados círculos y no creo que sea ni una moda pasajera ni una muestra de ignorancia por parte de neoluditas.
    En definitiva, que no te estoy diciendo ni «Enrique, estás equivocado», ni «Enrique, deberías usar internet como yo, que tu modo de utilizarlo te está haciendo más superficial para según qué cosas». Lo que digo es: no menosprecies ni la solidez de las razones ni la cantidad de personas que están profundamente cansadas de cierta parte de la red social, y para las que este constante «ruido de fondo» les resulta genuinamente perjudicial y molesto. Quizás tus círculos sociales y profesionales son especialmente favorables al uso de determinadas herramientas, pero ten la seguridad que hay muchos círculos, de personas bastante inteligentes y que bien puede incluir gente joven y perfectamente «techsavy», que se están moviendo de manera seria y consciente en una dirección contraria a ciertas exigencias sociales derivadas de la red social. Gente que sabe y entiende de tecnología y los nuevos modos de comunicación, y que toma esta decisión de manera razonada y justificada. No nos dejes fuera si quieres mantener tu habitualmente precisa vista de pájaro de este ecosistema moderno que es la red de redes, porque te puedes llevar una sorpresa.

    En cualquier caso, mi sincera enhorabuena por tu blog.

  • #010
    Gorki - 14 diciembre 2015 - 13:28

    Leyendo los comentarios, creo que pasa con las RRSS lo mismo que como con el alcohol, la mayoría de la población controla el tema y hasta puede que un día se pase, sin que tenga demasiadas consecuencias, pero hay un minoría que no es capaz de controlar, y esas personas, o acaban alcohólicas o en un grupo de alcohólico anónimo, abstemios absolutos, pero para ellos no hay término medio.

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