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Aquí estoy, en Kansas City (congreso de la Association for Education in Journalism and Mass Communication), en un Hyatt muy majo, leyendo las noticias a través del WiFi que tienen instalado en el hall, cuando leo en la última hora de iBrújula que una jueza española acaba de decretar el primer cierre de un sitio Web en España (DonkeyManía)por asuntos relacionados con el P2P. Alucino. Flipo. Yo creí que ya habíamos aprendido suficiente del papanatismo exhibido por otros países, en los que esta estúpida judicialización del progreso tecnológico les ha llevado a que la piratería no descienda, sino que suba, pero que ahora se desarrolle desde servidores en Vanuatu o países parecidos… y de repente observo como la justicia española manifiesta los mismos grados de estupidez y de pensamiento retrógrado, y emprende el mismo camino… Lo siguiente será que la absurda demanda de Price Waterhouse Coopers contra los usuarios sea verdad, y me llegue un papelito a casa citándome a declarar por haber intercambiado ficheros MP3 con otros usuarios… El absurdo mas absurdo, una industria persiguiendo a sus propios clientes. ¿No será más fácil aceptar que los tiempos han cambiado, que no se puede poner puertas al campo, y que es preciso ofrecer a esos usuarios otro tipo de peopuestas de valor para que sigan manteniéndose fieles a esas compañías? Pero no, el simple hecho de pensar que su modelo de negocio (por otro lado, mal negocio, con un escaso 3%-4% de rentabilidad sobre activos) pueda estar en crisis, les produce tirones cerebrales, y prefieren intentar perpetuar la situación aunque sea judicializando el problema, que es la manera segura de que no se resuelva. Pues si con la mentalidad española en estos temas pretenden que nos sintamos delincuentes por habernos bajado música de ordenadores de otros usuarios, van dados, me parece…

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